Friday, November 17, 2006

Morrissey en México

Noviembre engendró un monstruo
Ricardo Martínez García
El jueves por la noche el veterano Morrissey, juglar postmoderno de historias de soledad y temores, de rompimiento con la familia, de descomposición social pero también de esperanzas, se presentó en el Palacio de los Deportes, recinto de mala fama por su pésima acústica.
Durante hora y media la carismática voz del ex vocalista de The Smiths hizo sentir a sus fans una ilusión: hacerlos sentir como si estuvieran en la Gran Bretaña, pues de entrada cantó, coreado por todos los presentes y poderosamente “Panic on the streets of London, panic on the streets of Birmingham, I wonder to myself, could life ever be sane again?”. Sin bajar el ritmo, se arrancó con “The first of the gang to die”. Era un inicio muy prometedor pero algo en todo esto no me gustaba del todo.
El lleno fue total. Frente al escenario, invadido por los habituales al Hard Rock Café o lugares afines, los espectadores se apretujaban cada vez más, después de la breve pero concisa presentación de Kristeen Young, artista que goza de la tutela de Morrissey.
La norteamericana, quien ha trabajado con personalidades como Toni Visconti y David Bowie, se presentó muy elegante, con un vestido ajustado, blusa negra y grandes holanes en brazos y cuello. Su aspecto me recordó a la bella replicante Rachel (interpretada por Sean Young) de la que se enamora Rick Deckard, el personaje de Harrison Ford en Blade Runner.
Young estuvo acompañada por el excelente baterista Jeff White, cuyo potente y limpio sonido hizo gran combinación con su voz y sintetizador. Qué manera de aporrear el teclado y de mostrar sus alcances y posibilidades. Su producción más reciente The Orphans ya tiene un sencillo: “Kill the Father” en donde propone eliminar (en el escenario) a algunas vacas sagradas del rock, como Prince, Bowie, Jimi Hendrix y Curt Cobain. De las siete piezas que cantó no pude reconocer alguna. Canta bien, pero su dicción resultó mucho más difícil que la de su protector.
El Cuero se arruga, el Rock jamás
El legado de Morrissey, como se vio por los asistentes, ha trascendido generaciones: por edades, el grupo predominante eran los treintañeros, pero también había adolescentes y veinteañeros y uno que otro más que cuarentón. Los chavos fresa fueron sin duda mayoría, pero también era posible encontrar punketos y darkies.
Lejos quedaron los videoclips en donde un espigado Steven Patrick, mejor conocido sólo por su apellido, cantaba en una discoteque Heaven knows I´m miserable now con flores saliendo de las bolsas traseras de su pantalón, globos cayendo del techo y gente bailando a un ritmo extraño. Seguramente no imaginaba que, después de muchos años, vendría por segunda ocasión a México –en una gira por Jalisco, Ciudad de México y Nuevo León- para ofrecer un concierto donde dejó constancia de su plenitud vocal, puesto que la física es evidente.
La imagen en escena de Morrissey, nacido hace 47 años en la ciudad de Manchester, actualmente es la de un hombre maduro que usa ajustadas camisas, lo que para nada oculta un estómago ligeramente abultado. Su estilo para cantar cerrando los ojos y levantando sus cejas no cambia, adoptando naturalmente poses como la que se ve en la portada del Kill Uncle. Esta imagen es la que a los fans les encanta. A muchos les alcanzó dicho gusto para mimetizarse con la imagen del ídolo: característico corte de pelo con mucho copete y anteojos rectangulares. Incluso alguno presumió el rostro de Morrissey y las letras de una canción tatuados en su pecho. Rostro que cada vez me recuerda más al de Gene Hackman.
El creador de Last night I dreamt that somebody loved me, What difference does it make y Suedehead, canciones emblemáticas de toda una generación, tanto en la Gran Bretaña como en México, siempre ha estado rodeado de excelentes músicos, a juzgar por sus grabaciones tanto de estudio como en vivo. Hizo una mancuerna muy productiva con Johnny Marr –guitarrista de The Smiths- en la composición de muchos éxitos, varios de los cuales interpretó el jueves por la noche. Panic, Girlfriend in a coma, How soon is now, hiceron las delicias de los espectadores.
The Smiths fueron calificados alguna vez como los Lennon y McCartney de los ochenta. Claro que eso y más dicen los promotores de los sellos discográficos. La comparación, sin embargo, no cae mal cuando se trata de un grupo excelente, como era su caso.
El único álbum oficial en vivo que grabó esa mítica banda fue Rank, y en él hay constancia de la solvencia musical de Andy Rourke y Mike Joyce, pero destaca Marr, con sus acordes limpios y precisos. Moz, como le dicen, ya como solista siguió con la tendencia de elegir bien a sus colaboradores. En Beethoven was deaf, álbum en vivo que salió poco después de Your Arsenal, los miembros de su banda entraron en perfecta armonía con su voz, creando un grandioso sonido pop y de rockabilly. De esa agrupación todavía están Boz Boorer y Gary Day en la guitarra y el bajo, acompañados ahora por Michael Farrel, en los teclados, la trompeta y el trombón, Jesse Tobias en la guitarra y Matt Chamberlain en la batería. Fue a ellos a los que vimos en este concierto.
En el Live at Earls Court dichos músicos hacen gala del mejor rock tanto en baladas como en las piezas movidas. Sospecho que esa calidad estuvo presente la noche del jueves, pero la distorsión propia del lugar no permitió apreciarlo así. Es algo que la acústica del Palacio de los Deportes no alcanza a ofrece, por más que se esmeren los ingenieros de sonido. Eso era lo que no me checaba: que la batería de Jeff White se oyera clara y nítida, y la de Chamberlain apenas se escuchara. Un desastre, que para muchos fue menor, pero no para mi fino oído (já).
Sólo pizzas de queso
Morrissey se puso denso y oscuro cuando cantó In the future when all´s well y Life is a pigsty, de su producción más reciente Ringleader of the tormentors, ominosas y lentas piezas sólo interrumpidas por los gritos de los “consecionarios” (así dicen sus casacas) ofreciendo cervezas, papas o pizzas. Alguien preguntó de qué eran las pizzas, “sólo hay de queso, hoy tenemos prohibida la carne” fue la respuesta, en alusión al vegetarianismo de Moz.
Poco antes de que Morrissey dijera en un español con mucho acento “Hasta luego, vayan con Dios” un chavo alto y mirada vidriosa tropezó frente a mí, cayendo casi en mis piernas. Llevaba en cada mano un vaso enorme de cerveza. Lo sorprendente fue que, en su caída, lo mismo que algunos que fueron embestidos por Pajarito en la Plaza de Toros el pasado enero, no derramó ni gota de cerveza. Ya estoy mal, me dijo mientras lo ayudaba a incorporarse.
Que yo me diera cuenta, sólo dos personas más fueron al concierto solas, y casualmente estaban sentadas a mi lado. A eso es a lo que llamo solidaridad con eso de romper con la familia, y con eso de odiar cuando nuestros amigos se vuelven exitosos. No cabe duda, en México noviembre engendró un monstruo llamado Morrissey.

Saturday, November 11, 2006

Puros Cuentos 1

Desconfianza
Ricardo Martínez García

Ella tenía su plan. “¿Quieres un dulce?”, me preguntó candorosamente. Todo resultaba novedoso, pues se trataba de nuestra primera cita. La había invitado al cine luego de observar repetidamente su mirada impactante, de grandes ojos color miel, que concentraba en mí mientras la contemplaba en clase.

Esa mirada me recordaba a una compañera de la Facultad, me daba la impresión de ser muy madura y femenina, además de inteligente. Creí verla intersada en algo distinto a la filosofía presocrática –que malamente enseñaba yo- en la intención de sus hipnotizantes y bellos ojos. Me armé de valor y le pregunté si quería salir conmigo. Sin pensarlo mucho, ella preguntó a su vez “¿por qué no?”.

Mi comportamiento durante la película fue intachable: parecía soldado, de lo rígido que estaba. Pero eso cambió cuando, a mitad de función, preguntó si quería un dulce. Dije que sí, distraído con una escena. Un rato después, noté que no me había dado el dulce ofrecido, por lo que volteé a mirarla. En ese preciso momento ella también giró su cabeza en mi dirección y, sin aviso de por medio, puso sus labios sobre los míos, colocando diestramente la Halls que ella chupaba en mi boca, retardándose placenteramente en algo que terminó siendo un beso electrizante, cálido y sabroso, pero sobre todo inesperado. Me hizo ver estrellitas, y lo digo sin cursilería. Sus labios succionaban los míos llevándose consigo mis pensamientos y percepciones, dejándome pura emoción e inmerso en un estado como de suspensión temporal.

Mis más memorables besos lo han sido por el sabor o la pasión que expresaron, por la aparente inaccesibilidad de tal o cual mujer, como mi amiga Lety, rubia de ojos azules y delicados labios, pequeños y sonrosados, a quien alguna vez inesperadamente me encontré besando en el interior de un vocho, o incluso de algún hombre, como la ocasión después de una fiesta de fin de año, pues terminé en el depa de mi amigo Alberto -gay asumido y declarado- bebiendo los dos como cosacos y él tratando de seducirme, aunque lo único que logró fue que probara sus duros, gruesos y rugosos labios que más que repulsión provocaron en mí compasión. Una sola vez se lo permití, solo una vez me lo permití.

Durante el resto de la función me debatí -anonadado- entre abrazarla y besarla a placer o tomar las cosas con calma y no correr. Mary, amiga y confidente de muchos años, conociéndome, no se cansaba de advertirme del peligro de establecer relaciones con gente “más joven que tú”. Mi apología era siempre la misma: “ella ya tiene 18”. Al final, decidí tomármelo con calma, pues nunca fue mi estilo avorazarme aunque debiera haberlo hecho en algunos casos.

Mi sorpresa era grande y genuina, luego de ese beso iniciático, pues pocas veces he logrado que a la primera cita exista el acercamiento necesario para dar y recibir besos. Había mucho sol todavía cuando salimos de la sala de cine, y no acertaba a tomarla de la mano, abrazarla o caminar separados. La abracé con algo parecido a la timidez o la desconfianza, o como se abraza a una prima.

Al final, cuando estaba a punto de irse, preguntó mirándome a los ojos acusadoramente: “¿No vas a pedirme que sea tu novia?”.

Friday, November 10, 2006

The Church


















En el límite de lo melódico
Ricardo Martínez García

Luego de más de veinticinco años en la escena musical, The Church permanece como un grupo atípico, según los cánones de la industria, pero dueño de un sofisticado estilo musical que evoca nostalgia y ambientes musicales de ensueño, junto con el mejor rock pop que atrapa la atención de los que gustan de lo no convencional de alta calidad, normalmente designado como alternativo.

Su nueva producción, Uninvited like the clouds, no es de las que les genere más seguidores, pero sí afianza a los que desde principios de los ochenta vieron en ellos un pop fresco y potente.
Conocidos en México por “Under the milky way” del álbum Starfish, la banda mezcla el sonido especial de sus guitarras eléctricas y acústicas, con influencia de The Smiths, Echo and the Bunnymen, REM, Pink Floyd y David Bowie, con el trabajo vocal de Steve Kilbey –líder y bajista, letrista y autor de dos libros- para crear una exuberante cualidad de fresca sicodelia, rica en textura y melodía, con un profundo y reflexivo lirismo.
The Church tiene más de una docena de discos, sin contar compilaciones y trabajos individuales, donde muestran su estilo y originalidad; su creatividad les ha hecho ganar fieles y entusiastas seguidores tanto en Australia y Nueva Zelanda como en Inglaterra y Estados Unidos. (En México, que sepa, no hay fan más grande que mi hermano Heriberto).
La Fundación
Formada en Sydney en 1980 por Kilbey, Peter Kopes en la guitarra y Nick Ward en la batería, el grupo vio la necesidad de contar con un segundo guitarrista, Marty Wilson-Piper, previo a su debut al año siguiente con Of Skin and Herat, ejemplo del mejor new wave ochentero. En 1982, ya sustituido el baterista por Richard Ploog, publican The Blurred Crusade, clásico que muestra un rock potente pero limpio de primera línea, sobre todo en cortes como “You Took”, “Almost With You”, “To be in your eyes” y “When you Were Mine”. El trabajo en las guitarras es sobresaliente, logrando una fusión armónica entre la fuerza eléctrica y la finura acústica.
La banda continuó la construcción de su estilo en Seance (83), del cual se desprendieron los Ep´s Persia y Remote Luxury, alcanzando muy buena aceptación, tanto que el grupo logró un contrato con la Warner Bros., empresa con la cual lanzaron Heyday en 1986.
The Church trabajó posteriormente con los guitarristas Danny Kortchmar y Waddy Wachtel para grabar en 1988 Starfish, su álbum más exitoso hasta la fecha, al menos comercialmente hablando. Sobresalió “Under the milky way” aunque “Reptile” y “Spark” también son piezas destacables.
La década de los noventa
Grabado en Los Angeles, Gold Afternoon Fix (90) no alcanzó a repetir el éxito anterior, con su hit “Metrópolis” lo cual es una lástima pues se dejó de lado excelentes canciones como “You´re still beautiful”, “Disapointment” y “Laughing”, clásicas piezas melancólicas del grupo.
El trabajo realizado para las portadas es excepcional. Por ejemplo, las fotos del Gold Afternoon Fix, de John Halpern, en blanco y negro son grandiosas. En la colección de covers A box of Birds, el grupo pidió la colaboración de sus fans, vía internet, para las imágenes que serían utilizadas en el booklet del disco.
Richard Ploog dejó al grupo en 1992, por lo que el Priest=Aura contó con el trabajo de Jay Dee Daugherty, baterista del grupo de Patti Smith. De este álbum sobresale “Feel”, balada suave y rítmica, “Witch Hunt”, una corta pero interesante pieza lírica, y la oscura y obsesiva “Chaos”.
En 1994 sólo Kilbey y Wilson-Piper permanecían en la banda, trabajando con la ayuda de una caja de ritmo en la grabación del Sometime Anywhere. El corte titulado “Day of the Dead” relata una visita de Steve a México durante las festividades de noviembre, y es una pieza delirante y mística.
The Church lanza en 1996 Magician Among the Spirits. Por esta época, en la que Kilbey se muda a Estocolmo y Wilson Pipper a Londres, la banda, con Tim Powles como nuevo integrante, se reúne sólo ocasionalmente, pero cuando lo hace, aprovecha para tocar en algunos escenarios y para grabar. En una de esas reuniones, en las que participan Kilbey, Kopes y Powles, graban en dos semanas el Pharmakoi/Distance Crunching Honchos With Echo Units, pero no como The Church, sino como Refo:mation. Es un álbum concebido como “una pizca de diversión” de acuerdo con Kilbey, quien sintetizó en una frase su estilo como músicos: “en el fondo de nuestros corazones nosotros queremos siempre hacer más música experimental o exploratoria, pero dentro de los límites de lo melódico; lo difícil es hacer algo distinto siendo aún melódicos”.
Posteriormente Hologram of Baal salió en 1998 e incluye un Bonus titulado Bastard Universe.
Un año después aparece su colección de covers: A Box of Birds, con lo que logró renovar y ratificar su vocación como banda de rock, luego de la densidad alcanzada en Hologram of Baal. Interpretan temas de Bowie, de quien cantan “All the young dudes”, de Neil Young, la portentosa “Cortez the Killer”, de George Harrison la bellísima “It´s all too much”, de grupos como Ultravox, de quienes tocan “Hiroshima mon amour” y de Tom Verlain y su grupo Televison, la clásica “Friction”, entre otros. El resultado es un rock de muy altos vuelos.
En el nuevo milenio
After Everything Now This y Parallel Universe compilaciones que aparecen en 2002 son producciones en las que el grupo intenta un camino que los mantenga activos; retoman elementos de sus viejas producciones con sus nuevas experiencias, conservando su estilo. Forget Yourself del 2003, los muestra como si estuvieran luchando consigo mismos. Perdónate a ti mismo.
Para el 2004 se edita Momento Descuidado, una colección de viejas y nuevas canciones para la serie acústica Liberation Blue. De las catorce piezas cinco son nuevas. La reinterpretación de sus composiciones con un toque acústico resultan llenas de intensidad e intimidad, logrando un sonido bastante natural, como de concierto. Este año salió a la venta Uninvited, like the clouds, su más reciente producción, la cual cuenta con lo mejor y lo peor de la banda.
A veintiséis años de su formación, Kilbey ha señalado en la página oficial del grupo, que “la cosa más significativa para nosotros al principio fue tener nuestra propia manera de hacer las cosas en una época cuando había gran cantidad de originalidad en la escena musical australiana. Hicimos lo que quisimos musicalmente sin tomar en cuenta demasiado lo que ocurría a nuestro alrededor. Hemos estado siempre preocupados en hacer buenos discos y no hemos sido complacientes”.
Discografía básica:
1981 Of Skins and Heart Arista
1982 The Blurred Crusade Arista
1984 Remote Luxury Arista
1990 Gold Afternoon Fix Arista
1992 Priest = Aura Arista
1996 Magician Among the Spirits Griffin Music
1998 Hologram of Baal Thirsty Ear
1999 A Box of Birds Thirsty Ear
2003 Forget Yourself Cooking Vinyl
2005 Momento Descuidado Liberation Blue
2006 Uninvited, like the clouds. Cooking Vinyl

Saturday, November 04, 2006

Arthur Machen

El místico de la imaginación.
Ricardo Martínez García

Escritor de literatura fantástica y de terror, gran defensor del misticismo y del espiritualismo, además de periodista, Arthur Machen marcó una época de auge creativo con una estética decimonónica muy particular, considerada como “decadente y degenerada”, en la que incluían muchos críticos de su tiempo a ilustres personajes como Oscar Wilde, Lord Dunsany y el mismo Machen.
La escritura de este autor, nacido en Gwent, en el sur de Gales, es en sí misma mágica. Destacan sobre todo sus primeros textos, y de entre ellos, El Pueblo Blanco es uno de sus más logrados relatos de ficción de terror. No es un terror que apela a los viejos fantasmas chocarreros que arrastran cadenas, ni a las historias de brujas o hechiceros medievales. Es un terror más cerca de lo desconocido que hay en la naturaleza, tan desconocido que pareciera sobrenatural.
“¿Qué es el pecado?”, esta pequeña cuestión marca el punto de arranque del argumento central de El Pueblo Blanco. La idea es que el pecado es en esencia el deseo de ser algo que la propia naturaleza no permite., ¿Qué sentiríamos si un gato o un perro nos hablaran de pronto, mientras los alimentamos o los acariciamos en la cocina, o en la noche cuando llegamos a casa? Sin duda un espanto sobrecogedor, algo nada que ver con la idea cómica de un burro parlanchín, como el jocoso compañero de Shrek.
Arthur Machen tuvo una infancia solitaria. Nació en Caerleon on Usk, en la provincia de Gwent, en el sur de Gales, en 1863, y fue bautizado como Arthur Llewellyn Jones. Su padre, John Edward Jones (Machen era el apellido de soltera de su madre) era sacerdote anglicano.
La fecunda imaginación de Machen se desarrolló en la infancia. Fue impesionado fuertemente por los hallazgos de algunos arqueólogos en su localidad. Incluso un abuelo suyo había encontrado inscripciones romanas enterradas en la campiña. El dios romano bretaño Nodens, cuyo templo fue desenterrado cerca del Parque Lydney en esa época, aparece en algunos de sus más memorables cuentos de terror.
Luego de publicar de forma anónima su Eleusina, un verso que contaba los misterios Eleusinos y su primera obra, sus padres lo convencieron de seguir una carrera de periodista, al no tener dinero para enviarlo a Oxford, como hubieran deseado. Fue por este motivo que se fue a vivir a la capital.
Londres.
Machen pasó la primera parte de la década de 1880 viviendo en una autoimpuesta soledad dentro de esa vastedad de lo que era el centro del Imperio y al mismo tiempo la ciudad más grande del mundo en aquellos días.
El tipo de horror sobrenatural de sus escritos era considerado demasiado inquietante para la época. Afortunadamente Machen había ganado y heredado lo suficiente para seguir escribiendo sin publicar nada durante la parte final del siglo.
Miembro del Golden Down
Luego de la muerte de su esposa a causa de un cáncer en 1899, Machen se dedicó a vagar por las calles de Londres, sumido en una profunda depresión, como si estuviera en contacto con otros mundos que presagiaban horrores y maravillas, a tal grado que parecía un personaje surgido de su propia obra.
Para ayudarlo a salir de esa crisis, un amigo, A.E. Waite, lo invitó a formar parte de la Orden Hermética del Golden Down (El Amanecer Dorado), el grupo que gustaba de practicar ritos mágicos, al cual también pertenecieron William Buttler Yeats y Aleister Crowley, entre otros.
En 1901 dio un paso que pudo ser considerado desafortunado para un escritor establecido: se unió a un grupo de teatro como un miembro nuevo. La compañía de Frederick Benson ofrecía compañía y esperanza a hombres desconsolados y desdichados y él se unió de modo entusiasta.
Estos eventos le ayudaron a dejar atrás su pasado de aislamiento y soledad y a surgir con una nueva personalidad, de hombre de buen vivir, extrovertido y profundamente mundano.
Un antimaterialista
Reportero especializado en artes y religión del Evening News en 1910, Machen era también conocido como un maestro escitor, ya bien entrados en sus cuarenta. Su influencia lo hizo ser buscado para participar en eventos que se consideraron importantes, tal como el funeral del Capitán Scott, en 1913, quien murió luego de alcanzar el Polo Sur
El diario lo trataba bien pero él considerab su empleo horroroso, odiando esa época por estar a la disposición de otros, y odiando la vulgaridad y trivialidad de lo que conformaban las noticias del periódico. Machen veía como única esperanza de civilización el abandono del materialismo y la vuelta hacia el misticismo. A pesar de ello él trabajó duramente, y en 1914, cuando estalló la guerra, el diario le dio una inesperada notoriedad.
El primer gran encuentro entre los ejércitos británicos y alemanes fue en Mons, Bélgica, el 26 de agosto de ese año, en la que no le fue nada bien a los primeros. Un mes después de la batalla, Machen escribió un texto que publicó el Evening News, en donde describe a arqueros, apareciendo en el cielo, lanzando sus flechas contra los alemanes y provocando su derrota, todo gracias a que un soldado con inútiles conocimientos de latín recordó (invocó) en plena batalla la vieja sentencia: Adsit Anglis Sanctus Georgius (¡Ayuda San Jorge al inglés!).
Machen continuó afirmando que su imaginación era su única fuente, pero otros insistían que incluso si él no lo reconocía así, se le había concedido tener una visión verdadera.
Reconocimiento en América
Machen descubrió repentinamente que era famoso en 1919. Sus historias de la década de 1890 fueron descubiertas por una generación de jóvenes norteamericanos. La fiebre americana por las obras de Machen cruzó el Atlántico y los primeros años de la década de los veintes vieron publicaciones tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña, de obra autobiográfica y de primeros cuentos.
Su nombre se volvió familiar. Pero no tenía el mismo tipo de popularidad en los dos países: en los Estados Unidos era admirado por ciertos sectores académicos que lo veían como un fenómeno de vanguardia y otros incluso como un medieval. En la Gran Bretaña, de manera opuesta, los académicos y vanguardistas habían adoptado un modernismo literario cuyos intereses no tenían lugar para las obras de fantasía de Machen, las cuales con frecuencia eran menospreciadas. Los seguidores de Machen en Gran Bretaña casi siempre eran antimaterialistas, y su obra frecuentemente era admirada más por las causas defendidas que por su calidad literaria.
Machen no escribió mucho después de la segunda mitad de los años 30, y se retiró con su esposa a una existencia tranquila en Amersham, Buckinghamshire. Murió en 1947, poco después que su esposa.

Este texto se publicó el lunes 26 de Septiembre del 2005 en la sección “El Ángel Exterminador”, de Milenio Diario

Welcome!


Hola, bienvenidos a esta página en la que pongo a su disposición algunos textos, espero que sean de su interés!

Dichos textos son suceptibles de crítica -o de elogio, en el mejor de los casos- por lo que me gustaría mucho su retroalimentación.

Recuerden que pueden escribirme a ricmargar@yahoo.com, o llamarme al 044 55 27 15 49 06

Friday, November 03, 2006

Las Lunas del Auditorio

Entre la Cultura y el Showbiz
Ricardo Martínez García
La entrega de las Lunas de este año estuvo marcada por algunos buenos espectáculos musicales y por momentos de extravío entre los conductores. Pero también por la queja de directivos de Ars Tempo Producciones ante la Secretaría de la Función Pública, que pide se haga público el documento del Fideicomiso para el Uso y Administración del Auditorio Nacional, para transparentar su manejo.
Mientras son peras o manzanas acerca de si el Fideicomiso es público o privado y si debe rendir cuentas, la celebración se realizó con bombo y platillos, en una especie de autopremiación de la industria del espectaculo en México para y por sus principales artistas que presentan shows en vivo.
La velada estuvo amenizada inicialmente por el grupo Wakal. La pieza que más me llamó la atención fue su versión hiphopera de la clásica cumbia “Muñeca Esquiva” del Tequendama vol. 4, pero su actitud general era la de quien está hecho a la idea de que su presencia sólo era en vía de “mientras comienza la ceremonia”. Desaprovecharon la oportunidad de prender el ánimo de los asistentes, ávidos de ver a Alejandro Fernández y a los chavos de Zoé, limitándose a escucharlos como la música de ambiente de una tienda de ropa.
Los que sí prendieron un poco el entusiasmo, por su alegría y enjundia, fueron los del elenco del musical “Hoy no me puedo levantar”, que recuerda al de Grease, pero con agradables canciones del rock pop de Nacho Cano. Por otra parte, los de Zoé tuvieron buena presentación, con su rock que me recuerda el espìritu juvenil de los Rollings, y su apariencia tipo Oasis.
Hubo situaciones extrañas, como cuando Alejandra Guzmán recibió su reconocimiento de manos de su madre Silvia Pinal y sólo atinó a explicar: “Dicen que la luna es el sol de los tontos, y yo creo que sí”. Una chica a mi lado dijo: “O sea, ¿cómo? No entendí”, y yo tampoco.
Algunos actores fungieron como conductores y fingieron como humoristas, ¿o era al reves?, tales como Martha Higareda, Juan Manuel Bernal y Alberto Estrella. La primera preguntó al alejado público del segundo piso si la veían, “pues soy muy chaparrita”. También dijo: “bueno, pues yo les voy a cantar una canción, no, no es cierto.” Los otros dos actores también quisieron hacer gala de su humor pero con escasos resultados.
Momentos de desconcieto así fueron rápidamente olvidados con las intervenciones del Güiri Güiri, y sus fantásticos pero estrambóticos personajes, como “Beodo de Chiflón” y “Saturnino de la Choya” y sus inventos tecnológicos y científicos. Sin duda Bustamante tiene una natural y muy especial simpatía.
Bryan Adams por su parte, presentó un rock pop muy profiláctico, nada que recordara al alegre y célebre coro de I need somebody, somebody like you. Su presentación pasó sin pena ni gloria. En cambio, la que sí partió plaza con su combinación de jazz de cabaret berlinés y acompasadas armonías a lo Edith Piaf fue la gradiosa Ute Lemper, vestida muy elegante de negro y bombín. Dueña completa del escenario, hizo olvidarnos de que estábamos en un espectáculo organizado por la industria del espectáculo mexicano. Sentí como si me estuviera dando unos besos de castigo.
El momento emotivo lo produjo la entrega de La Luna al compositor José A. Espinoza “Ferrusquilla”, como reconocimiento especial a su carrera. Espinoza es el creador de la mìtica “La ley del monte”, y Ferrusquilla le pidió a Alejandro Fernández -ganador de dos Lunas- antes de retirarse, que le diera gracias a su papá por haberle grabado esa canción. Luego de recibir su galardón al padre de Angélica Aragón le apagaron las luces del escenario cuando apenas bajaba las escaleras.
Esta entrega del 5º premio que otorga el Auditorio Nacional, y que es una réplica y miniatura en cristal de La Luna del escultor Juan Soriano, más que un reconocimiento que surge del gusto de la gente, se trata de un reconocimiento de la industria del espectáculo para la industria del espectáculo a partir de sus propios shows, vía Consulta Mitofsky.
Se premia pues lo que la propia industria del espectáculo, oficial y privada, y todo lo que ella implica, presenta en su propio Circuito de las Lunas, que abarca prácticamente todos los foros importantes

Un problema epistemològico

Los tres modelos del conocimiento
En la disciplina filosófica que aborda el problema epistemològico, se han propuesto tres Modelos del conocimiento (cuyo estudio propone el modo en que se relacionan el sujeto capaz de conocimiento, o sujeto cognoscente, y el objeto a conocer, y de cuya relación surge el conocimiento): el Modelo Mecanicista, el Idealista Subjetivo y el Objetivo Activista; cada uno de ellos es el resultado de una síntesis teórica de diferentes escuelas filosóficas que han abordado el problema epistemológico de la relación entre el ser humano y su entorno, medio ambiente o mundo.

La dificultad de este tema se puede ejemplificar a través de una comparación con un hecho de la vida cotidiana: si se nos pidiera que estudiáramos y examináramos cómo es que respiramos (o caminamos, o nos movemos, etcétera) y qué importancia tiene esta actividad para nosotros, entonces comprenderíamos un poco el problema: es la dificultad de la cercanía, de la naturaleza misma del conocer.

Está en nuestra naturaleza respirar, caminar, movernos y por supuesto, conocer. El problema que se nos presenta es entonces examinar cómo conocemos, o de cuántas maneras podemos concebir este problema.

La pregunta importante es ¿cómo conocemos?, y se trata de una pregunta de índole filosófica. La ciencia, por su parte, responderá a la cuestión de qué es lo que conocemos, pero esa pregunta sale de los límites de este texto.

Casi todas las escuelas filosóficas están de acuerdo en exponer el problema epistemológico como una relación entre sujeto y objeto. La escuela dialéctica, con Hegel pero principalmente con Marx, añade un tercer elemento a esa relación: la sociedad.

Cuando en este contexto se dice “sujeto” siempre nos referimos a un hombre o mujer cuya conciencia puede autoidentificarse o autorreconocerse. Y cuando decimos “objeto” nos estamos refiriendo a aquello que está fuera de nosotros, lo que no somos nosotros.

A veces al hablar de “objeto” nos referimos a parte de nosotros, sobre todo cuando examinamos nuestro cuerpo. Decimos “el objeto de examen es mi pie, o mi inteligencia”; esto es ejemplo de cuando el objeto de conocimiento forma parte del cuerpo o mente del propio sujeto.

Existe toda una tradición filosófica que aborda el problema del conocimiento y que va desde Platón y Aristóteles hasta Descartes, David Hume, John Locke e Immanuel Kant, por mencionar algunos de los más importantes. Es importante que se consulten estos auores de manera, por lo que recomiendo el uso del portal de http://www.monografias.com donde se encontrarán biografías sencillas pero informativas.