Tuesday, June 05, 2007

La Educación Prohibida

La real bestialidad
Ricardo Martínez García


En El Huevo de la Serpiente de Ingmar Bergman, (1977) el gran director sueco muestra de manera cruda las actividades secretas y pseudocientíficas de un grupo de investigadores en el Berlín de los años veinte, que realiza experimentos, sin ningún sentido de la ética, sobre seres humanos pobres y necesitados.

Dichos científicos buscan establecer los cambios conductuales que se producen bajo el influjo de ciertos gases, tomando como conejillos de indias a judíos pobres, presas de su antisemitismo (antecedente del nazismo), que con el pretexto de ofrecerles viviendas con rentas baratas, los exponen a la inhalación de gases, una vez que se instalan en habitaciones previamente preparadas con tuberías disimuladas.

En otra escena, un científico explica cómo una mujer objeto de otro “experimento”, y que se encuentra prisionera, luego de soportar el llanto constante de un niño enfermo enloquece momentáneamente; la mujer termina por azotar y matar al niño.

Aunque esta película fue criticada porque narra una aparente pero improbable historia, historia que personalmente no me parece tan descabellada, sería interesante examinar las fuentes desde las cuales Bergman se inspiró para escribir el argumento de esa cinta.

En La Educación Prohibida (The Fine Art of Love, John Irvin, 2005), coproducción británica, italiana y checa, hay una metahistoria: la de las causas que originan estas consecuencias. Sin embargo, dicha metahistoria está presente sólo a nivel simbólico.

Basada en la novela Mine-Haha: The Corporal Education Of Young Girls (1888), del escritor alemán Frank Wedekin (1864-1918), la película plantea inicialmente un mundo hermoso, con lugares fastuosos y bella música, pero sólo se trata de una apariencia: la realidad última de las cosas aparece sólo al final como un tomar conciencia de la inexorabilidad del destino.

Un internado (que pudo estar en Austria o Alemania), recibe a niñas pequeñas para su mantenimiento y educación, la cual está centrada en las buenas maneras sociales y principalmente en las clases de ballet. El evento máximo para las maestras y las alumnas bailarinas es la presentación ante el príncipe, en un teatro, de las piezas de ballet ensayadas, para la cual son elegidas las mejores.

Hidalla, joven en plena pubertad, ha vivido ahí desde que tiene memoria. Ante el nulo contacto con gente del exterior, entabla algo más que una amistad con su compañera Irene. Ambas son sorprendidas en pleno beso por quienes resultan ser viejas ex alumnas del internado, pero degradadas como sirvientas luego de ser descubierta su relación amorosa (tal vez de ahí su título en español). La intención de estas sirvientas es la de gozar de carne fresca, como quien dice, pero ellas se niegan, dispuestas a encararlas.

La directora del internado, interpretada por la legendaria Jacqueline Bisset, es la única que sabe el origen verdadero de cada una de las chicas, el cual mantiene en el más riguroso secreto. Su severidad, en general, es tal que les prohíbe hablar con la servidumbre. “Les recuerdo que los sirvientes no tienen alma”, les dice luego de reprenderlas, obligando a las sirvientas a trabajar usando unas máscaras que cubren cualquier rasgo de personalidad.

Hidalla, la protagonista, cree ser hija de una noble familia, pero gracias a la audaz curiosidad de una compañera (curiosidad que paga con su vida), se da cuenta de que no es así. Mientras tanto llega el día de la elección de la prima ballerina, escogida por una mujer ajena al internado, quien la elige de entre dos candidatas –Hidalla y Vera, la favorita y amante de una profesora- auscultando sus desnudos cuerpos como si se tratara de dos animales, tocando sus partes íntimas. Luego de la humillación, la elegida es Vera, pero en un acto de venganza, Irene delata el amor de Vera y la profesora; Hidalla es designada entonces para el papel principal.

Ese acto de amor de Irene, que tiene que ver con el título original de la película, lejos de beneficiar a Hidalla, representará su perdición. La razón real de ser del internado es proveer chicas púberes al príncipe, lo del ballet y la fina educación es un mero pretexto, pues una vez que el príncipe presencia las danzas, se lleva a la prima ballerina a un lugar privado y se convierte en un animal que sacia en ella sus reprimidas pasiones. La directora del internado, el jefe de la policía, los nobles que rodean al príncipe saben de la función que brindan al príncipe las bellas primas ballerinas pero todos aceptan el hecho sin más. Una de las nobles, en su visita al internado, al ver a las chicas atina a decir: “pero qué bellos especimenes”, eso eran para ellos.

En elintermedio de la presentación del ballet, la directora le dice a Hidalla que todo es un éxito rotundo, pues “el príncipe no te quita los ojos de encima”. La mirada lasciva del príncipe hacia Hidalla no le pasa desapercibida a Irene que, en un arrebato de celos e impotencia, se cuelga de una viga. La desconsolada Hidalla incendia el escenario, le grita al príncipe que es un asesino, y entre llamas llega el aludido y se la lleva.

Luego de la violación, Hidalla despierta en una especie de palacete, con lujosas pero desoladas habitaciones. Sale de ahí corriendo; corre durante un buen rato y finalmente llega a un lugar muy conocido por ella: la parte trasera del internado. Su grito se convierte en un alarido al ver las caras espantadas de las niñas que la contemplan desde el interior. Así termina la película.

Tal vez grita, pienso, porque se dio cuenta de que no tenía escapatoria y que su destino era convertirse en profesora o institutriz del internado, o de que la directora y las profesoras en su tiempo fueron primas ballerinas, o porque recordó que una de ellas comentó que era imposible escapar de ahí, a menos que fuera “con los pies por delante”. Probablemente se dio cuenta de las implicaciones de ser prima ballerina, o todo a la vez.

Es posible que Bergman no conociera la obra de Wedekin, pero seguramente sí conocía algunos muy particulares sentimientos sociales, como las creencias de supremacía racial, la marcadísima jerarquización social, la discriminación (tanto racial como social), la ausencia total de una idea de humanidad que deviene en abusos personales vistos como algo totalmente natural, que es lo que, me parece, muestra el filme de Irvin.

En suma, Bergman conocía seguramente al autoritarismo totalitario enraizado en algunas casas reales de la Europa “civilizada”. Por cierto, hay otra película inspirada en la novela de Wedekin, Inocencia (04), de Lucile Hadzihalilovic.