Saturday, August 30, 2008

[REC]


Terror a la española
Ricardo Martínez García

Rozando lo sublime con lo ridículo, el largometraje de Jaume Balagueró y Paco Plaza [REC] (06), se encuentra íntimamente emparentado con cintas como Exterminio (Danny Boyle, 02) y sus secuelas, Cuarentena (John y Drew Dowdle, 08), la cual es el remake gringo de REC, y algunas otras del género, pero aportando su granito de arena en cuanto a finales originales, o al menos inesperados.

La cinta muestra un tono dramático aceptable en la parte inicial, cuando se plantea el trabajo reporteril de la inexperta Ángela (Manuela Velasco) en una estación de bomberos, para su programa de televisión llamado “Mientras Usted Duerme” (“¿y entonces quién ve el programa?”, le pregunta uno de los entrevistados), al hacer guardia ahí y a la espera de algún siniestro que cubrir. Pareciera como si nos dispusiéramos a ver un documental medianamente interesante sobre el trabajo de estos héroes.

Pero en un momento a altas horas de la noche, el tan ansiado evento llega, pues hay que atender una contingencia en un edificio habitacional: una señora asusta a sus vecinos con terribles gritos, por lo que se llama a los bomberos y a la policía. A partir de ahí se dan situaciones extrañas en las que tanto policías como bomberos, vecinos y periodistas se ven involucrados en un problema de sanidad pública, al grado de que tienen que ser aislados totalmente en el edificio.

Los que quedan atrapados en el edificio desesperan ante la poca información que les llega, y poco a poco se darán cuenta de que entre ellos ha cundido una especie de epidemia que cada vez los ataca más inmisericordemente.

La acción es continua, no da pausas, por lo que sin transición apenas, de la estación de bomberos ya estamos dentro del edificio y vemos cómo un policía es atacado por una señora anciana, luego vemos cómo es abatida a balazos y poco después cómo su cadáver ya no está en el lugar donde había caído, todo en medio de los histéricos gritos de Ángela, quien parece creer que mientras más grita más suspenso y realismo le pone a la situación, pero el resultado es exactamente el contrario.

Filmada con la técnica de cámara móvil al hombro, al estilo de la más reciente Cloverfield (Matt Reeves, 08) persiguiendo el objetivo de dar “testimonio visual” de todo lo que ocurre (Pase lo que pase, nunca dejes de grabar), esta película del también realizador de Frágil, Darkness y Los Sin Nombre, no hace alarde de efectos visuales y en cambio apuesta más al trabajo interpretativo y a un correcto trabajo de maquillaje e iluminación.

El espectador no puede menos que esbozar una sonrisa de condescendencia: se nota el gran esfuerzo de producción detrás de la cinta, a la que pretenden darle realismo, y a ratos lo logran innegablemente, pero algunas de las actuaciones son algo desafortunadas, como la de la reportera, haciendo preguntas y comentaros cada vez más absurdos. El contraste está en los personajes de los bomberos y los policías, casi siempre en su papel, hasta que ellos mismos caen víctimas de la epidemia.

Al final de la cinta, los directores y guionistas nos recetan una buena vuelta de tuerca: luego de que los encerrados se enteran de que dicha epidemia comenzó con un perro enfermo, el ambiente cambia.
Ángela y su camarógrafo, los únicos todavía no infectados, entran en un piso del que nadie sabía nada, huyendo de los demás, y se topan con un conjunto de sórdidas y oscuras habitaciones, con recortes de periódicos pegados en los muros sobre un recurrente caso de posesión demoníaca de una niña portuguesa.

En una de las habitaciones que tiene aspecto de laboratorio clandestino, con una camilla equipada con correas para brazos y piernas, Ángela se las arregla para accionar una grabadora a pesar de que no hay luz en el piso, y escuchan la narración de lo que parece una bitácora médica (algo que recuerda uno de los cuentos de Lovecraft y Derleth en La Habitación Cerrada, (en la edición española de Alianza Editorial) titulado “El Superviviente”, que relata los extraños sucesos relacionados con los experimentos de un tal doctor Charriere).

Es así como el espectador se entera –que no la aterrorizada Ángela, pues no para de gritar- de que alguien realizó experimentos con la niña poseída y le extrajo una enzima, la cual se le salió de control.

Lo mejor de la cinta son esos últimos cinco minutos, lo que la coloca junto a la excelente El Orfanato, de Juan Antonio Bayona, pues ambas pueden ser consideradas como la muestra de una buena tradición de cintas de terror a la española.

Wednesday, August 27, 2008

Búsqueda Implacable

Violencia comprensible
Ricardo Martínez García

“No hay que olvidar que somos animales, y más cuando dañan a nuestros hijos”. Estas palabras las dijo el filósofo francés George Steiner a Juan Cruz en una reciente entrevista en la revista El País Semanal. Y es totalmente cierto, así lo muestran los hechos en la realidad y también la nueva cinta de Pierre Morel Búsqueda Implacable (Taken, 08).

Cualquier padre de familia que haya vivido el terrible trauma de ver a alguno de sus hijos secuestrados, e incluso el gran público mexicano (pues es un tema del que en estos momentos ciertos sectores de la población de nuestro país se encuentran hipersensibilizados luego de los muy mediáticos casos de los adolescentes Fernando Martí –ya fallecido- y Silvia Vargas) se sentirá completamente identificado de inmediato con el ex agente del servicio secreto norteamericano Bryan (Liam Neeson).

El problema es que no todos los padres de familia pueden hacerle frente a los secuestradores como lo hace el magníficamente entrenado Bryan, a quien le raptan a su hija Kim de diecisiete años, en París, a donde llega desde Los Angeles con la intención aparente de seguir a U2 en alguna gira europea.

Kim es una buena y consentidísima chica que vive con su madre (Framke Janssen) y su padrastro, quien a diferencia de Bryan es un hombre muy acaudalado. Kim desea ir a París con una amiga, para lo cual necesita el permiso de Bryan. Éste lo piensa, pone sus lógicas trabas pero finalmente cede ante la presión de su madre, quien le pide que la deje ir o si no “la perderá”.

Kim es secuestrada por una banda albanesa comerciante de mujeres, a quienes no les interesa el origen ni la condición social de sus víctimas. Aquellas que no son vírgenes son destinadas a la prostitución en masa. Pero a las que son vírgenes les deparan un destino mucho más exclusivo.

Una vez que Bryan se ha dado cuenta de la grave situación de su hija, de inmediato se traslada a Francia y comienza a investigar el paradero de su hija. Hábil, meticuloso, violento, pero sobre todo inteligente, mientras más descubre Bryan sobre las redes de operaciones criminales y su contubernio con las autoridades, más sangre deja en su camino.

A Bryan no le importa nada, más que encontrar a su hija y ponerla a salvo. El ex agente, así solo sea como personaje de ficción, se convierte de esa manera en la encarnación del deseo de venganza hacia aquellos que hacen sufrir a víctimas inocentes.

La escena donde tortura y electrocuta a un tal Marko difícilmente generaría alguna protesta en los sectores progresistas por los derechos humanos del secuestrador (el horno no está para bollos). El instinto paternal es superior a cualquier consideración humana hacia el delincuente y victimario. Ahora sí que como diría el tristemente célebre Arturo Montiel: los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas.

Para salvar a su hija, Bryan se enfrenta a subestructuras sociales en las que participan tanto criminales como autoridades y en las que todos sacan buenos beneficios. Y tal sistema trabaja en última instancia para acopiar apetitosas vírgenes que son pagadas a precio de oro por hombres indignantemente ricos, como el supuesto jeque al que le entregan finalmente ese precioso artículo que es Kim.

Los eventos ocurren en París, pero bien pueden ocurrir en cualquier otra parte del mundo, incluyendo por supuesto nuestro país. Y no, no es ficción, como dice un atolondrado aficionado al cine en un anuncio de la CNDH en la tele.

La cinta Crimen sin Perdón (Trade, 07) del cineasta alemán Marco Kreuzpaintner, cuenta con una trama bastante parecida: algunas jovencitas habitantes de zonas pobres, tienen el infortunio de caer en manos de bandas internacionales que los venden y esclavizan con fines sexuales pervertidos. Una de esas niñas es rescatada por su hermano (él mismo, de manera paradójica, un delincuente de pequeña monta, pero es que hay niveles: no es lo mismo atracar turistas que raptar niñas, o concertar con policías tarifas para traficar con seres humanos que ganar un sueldo como funcionario y no hacer nada), que hace lo imposible por seguirle la pista hasta los Estados Unidos, ayudado por un comprensivo y honesto policía (que los hay), que a su vez perdió a una hija en un secuestro. Ambos se enfrentan a esa subestructura social del mal en la que hay delincuentes simplemente hijos de la chingada, como dice Jairo Calixto Albarrán, y hay políticos hipócritas que hablan de “estridencias” cuando se les pide trabajar o irse.

Búsqueda Implacable está escrita por Luc Besson y Robert Mark Kamen, y dirigida por Pierre Morel, el mismo de Banlieu 13 (Adrenalina Total, 04). La actuación de Liam Neeson está más cerca de Batman Inicia que de La Lista de Schindler, pero siempre es un gusto ver trabajar a un actor de su talla.

Thursday, August 21, 2008


La incierta frontera entre el cómic y lo real

Ricardo Martínez García

Hombres que pueden desviar trayectorias de balas a voluntad, o controlar la adrenalina para volverse mortales instrumentos de un “destino” que dicta a quién eliminar con el fin de mantener el equilibrio político en las naciones del mundo, son algunos de los elementos de la cinta Se Busca (08), del realizador ruso Timor Bekmambetov.


Más familiarizados con cómics populares como Los Cuatro Fantásticos, El Hombre Araña, Hombres X etc., y sus respectivas sagas, en las que se sabe de antemano que las tramas y acciones son ficción, los espectadores pueden sentir que en Se Busca, de Bekmambetov, ven acciones increíbles en un contexto que pretende ser realista... y caer en una ambigüedad que se mueve entre descalificarla o darle cierto crédito a la imaginación: los personajes de la novela de Mark Millard y J. G. Jones no son fáciles de ubicar en los estereotipos ya conocidos de la famosa liga de los súper héroes.


La cinta sólo pretende entretener, lo mismo que aquellas más populares, y lo hace bien a partir de grandes efectos visuales y estética un tanto oscura, apoyada en una trama interesante y diferente, pero sobre todo, con un personal histriónico de grandes ligas.


Bekmambetov, conocido por Los Guardianes de la Noche y su secuela, Los Guardianes del Día, realiza su primer largometraje en inglés, con actuaciones -regulares- de Morgan Freeman, Angelina Jolie y James McAvoy, (cuyos papeles como el simpático fauno Mr. Tumnus en Las Crónicas de Narnia 1 o como el doctor Nicolas Garrigan en El Último Rey de Escocia, lo han puesto en el camino hacia el estrellato, haciendo recordar, con el debido respeto, a un actor como Dustin Hoffman, dadas sus características físicas). Contar tan solo con Freeman y Jolie en el reparto actualmente le otorga gran caché a cualquier cinta.


La premisa central de la película es una mezcla de dos elementos míticos: la existencia de una Fraternidad de asesinos que actúan bajo el designio de una tejedora, la cual determina quién debe ser eliminado en aras de mantener el orden natural de las cosas, a través de la composición del entramado de sus hilos.


El primer elemento mítico, la llamada Fraternidad, tiene referencias a la secta persa musulmana ismaelí, llamada Hashshashin, fundada en el siglo VIII y que se distinguía por asesinar a miembros de las élites Abbásidas por razones políticas y religiosas.


El otro elemento mítico tiene que ver con las historias acerca de una tejedora, que aparecen en culturas tan distantes como la japonesa (en el texto tradicional llamado Adachigahara de los Cuentos de Hadas Japoneses, o en el texto Tsuru No Ongae -La Grulla Agradecida-), y algunas sudamericanas (como en la tradición de los indios Kogi colombianos, o los Guajiros de Venezuela).


Encontramos con más claridad la representación de una tejedora del “destino” en algunos relatos y creencias de Norteamérica(como en los de la serie de historia ficción de Alvin Maker, de Orson Scott Card). Estos cuentos tienen en común la creencia de que una tejedora hilvana hilos que son la representación de la existencia de cada ser humano. Cuando se termina un hilo, la vida de una persona también llega a su fin. La vida de esa persona dependerá de cómo esté hilvanada con las demás.


En la película de Bekmambetov, Sloan (Freeman), jefe de la Fraternidad, manda reclutar al aburrido y mediocre contador Wesley Gibson (McAvoy), luego de que uno de los suyos los ha “traicionado” y ha decidio emprenderla contra los miembros de su sociedad.


La sexy e implacable Fox (Jolie) es la encargada de contactar a Gibson, “rescatarlo” de su ordinaria y sosa existencia y entrenarlo; el giro que da su vida es algo que todo mundo desearía: aventura, acción, tener un objetivo por el cual luchar (aunque no se comprenda): cumplir los designios de la tejedora (en este caso industrial) que Sloan es el único que puede “interpretar”.

Gibson descubre que lo que él pensaba que eran sus ataques de angustia o de soponcio era en realidad la manifestación no controlada de habilidades generadas por su gran producción de adrenalina. Sumado a ello, descubre su capacidad para combar las trayectorias de las balas disparadas, lo que lo hacen -junto con un durísimo entrenamiento con El Reparador y El Carnicero, expertos en castigo físico y manejo de armas blancas, respectivamente- el más poderoso de los asesinos, único capaz de enfrentar al renegado.

Pero al ser Sloan el intermediario entre la tejedora y los asesinos profesionales, ¿quién puede garantizar que es un buen traductor y no un traditore?

Si usted vio las anteriores películas de Bekmambetov, no debe perderse esta cinta, lo mismo si es fan de la bella Angelina Jolie.

Thursday, August 14, 2008

El Encierro

Martirio en América

Ricardo Martínez García

La historia detrás del asesinato de la adolescente Sylvia Likens, a finales de la década de los sesenta, le hubiera encantado a Truman Capote, aunque Felipe Cazals también hubiera estado muy a gusto con la historia. Recuerda obras como A sangre Fría o Los Motivos de Luz, respectivamente.

En esta cinta de Tommy O´Haver, titulada en español El Encierro (An American Crime, 07), no hay ficción, al menos en los hechos esenciales. Actos atroces e inhumanos que devienen en la muerte de Sylvia (Ellen Page) a manos de la desequilibrada y desesperada madre de seis niños, Gertrude Baniszewski, interpretada extraordinariamente por Catherine Keener, actriz que hiciera el papel de Harper Lee en la cinta Capote de Bennett Miller (05), protagonizada por Phillip Seymour Hoffman.

En un pueblo del estado de Indiana vive, en condiciones económicas deplorables, Gertrude, quien es una mujer imbécil que se deja embarazar a cada rato, que permite que su novio Andy (James Franco) la golpee y le saque los pocos dólares que consigue planchando ajeno y por concepto de “cuidar” a unas adolescentes.

En un acto de gran imprudencia por parte de los señores Likens, Gertrude se convierte en la cuidadora de sus hijas Sylvia y Jennie, pues ellos son vendedores en una feria ambulante y deciden no llevarlas de gira con el fin de establecerlas en algún sitio.

La película desarrolla las acciones de manera cronológica, de agosto a octubre de 1968, e intercala momentos del juicio que se le hizo a Gertrude.

La fachada de decencia de Gertrude se le cae a pedazos cuando azota a las niñas Likens porque sus padres no envían a tiempo el cheque semanal de veinte dólares por concepto de pago de sus “servicios”. El azote es incomprenisible pues las chicas no tienen nada que ver con tal retraso. Sylvia pide que todo el castigo sea para ella, queriendo proteger a su hermana Jennie, afectada de polio. Ahí comienza su martirio.

El espectador es testigo mudo e impotente de cómo una calumnia sigue a otra, cómo una atrocidad es seguida por una más grande hasta alcanzar niveles de crueldad insospechados tanto en adultos, como en adolescentes y niños, personas asiduas a los servicios religiosos cada domingo.

Gertrude decide castigar a Sylvia de manera todavía más injusta y cruel, supuestamente por haber manchado el honor de su hija Paula. Cada acto de Sylvia es puesto en tela de juicio por su watch dog.

El ambiente familiar en casa de los Baniszewski se torna tremendamente violento y tiránico. Gertrude se convierte –por decisión e inspiración propia y sin ningún beneficio apreciable- en la jueza suprema y ciega de la vida de Sylvia, en quien recaen todas las injurias y ataques, al grado de encerrarla en el sótano de su casa.

Las ofensas que Sylvia recibe, ya no sólo de Gertrude sino de sus hijos y de los amigos de sus hijos (quienes en un abrir y cerrar de ojos se deshumanizan completamente), son tan indignantes que uno se pregunta por qué no pidió ayuda para escapar de las garras de Gertrude, por qué no se las ingenió para escapar de esa casa de terror.

Sylvia se vuelve incapaz de acusar, de defenderse, de pedir auxilio, vejada y traicionada hasta por Ricky, un supuesto enamorado.

Tommy O´Haver, director de la cinta, coescribió el guión con Irene Turner. Dirigió también la película Hechizada (Elle Enchanted, 05), protagonizada por Anne Hathaway, y en la que el personaje principal es una versión moderna de la Cenicienta. Elle sufre de grandes abusos gracias a un absurdo don de obediencia hasta que decide irse y vivir para sí misma. Esa cinta tiene un final feliz, lo cual no ocurre de ninguna manera en An American Crime.

El trabajo de Ellen Page es más meritorio como Sylvia que como Juno, pues si bien en esta cinta del mismo nombre, escrita por Diablo Cody (seudónimo de Brook Busey-Hunt), interpreta a una indolente pero alivianada adolescente que sobrelleva muy bien su embarazo, en El Encierro se le exige mayor interpretación dramática, en un contexto de hipocresía, perversión, maldad y crueldad gratuitas.

Aunque nunca se ve a Getrude asesinar a Sylvia, nadie podría decir que no fue responsable directa de su tormento y muerte. En descargo de su culpabilidad se podría considerar el probable efecto nocivo que tuvo sobre ella un medicamento que tomaba para su persistente tos, pero ¿quién podría atribuir toda la carga nefasta de su moral corrompida al uso de un simple jarabe? El resultado de esa moral es un martirio a la americana.

Thursday, August 07, 2008

El más X de los Expedientes Secretos

Ricardo Martínez García

Fox Mulder, el personaje inevitablemente avejentado de la famosa y venerada serie televisiva X Files, llevada a la pantalla grande hace ya una década, se muestra en esta largamente esperada secula como siempre: con más fe e intuición que razonamientos, en oposición a la no menos maltratada por el titánico Cronos, Dana Scully, la eterna escéptica de espíritu científico.

Luego de nueve exitosas temporadas y del estreno de la cinta Los Expedientes Secretos X (Rob Bowman, 98) aparece esta nueva entrega titulada Los Expedientes Secretos X: Quiero Creer, bajo la dirección del propio creador de la famosa serie televisiva Chris Carter, en la que tal vez sea uno de los capítulos de más bajo nivel de la serie, sólo que vuelto película.

Mulder (David Duchovny) se deja seducir –como usualmente lo hizo en la serie televisiva- por la creencia de que ciertos poderes síquicos o sobrenaturales, en posesión de quien menos merecimientos tiene, ofrecen mejores resultados en el momento en que las ciencias criminalísticas han quedado rebasadas, evidenciando la incapacidad de corporaciones como el FBI. Ésa es la premisa principal de la afirmación quiero creer del título de la película.

Lejos de las tramas en las que se veían envueltas criaturas extraterrestres, secretos o misterios extraordinarios muy bien guardados por el gobierno de los Estados Unidos, la cinta nos muestra a un Mulder alejado del FBI viviendo como barbón ermitaño y a Scully ejerciendo la medicina en una clínica dirigida por sacerdotes católicos.

Sin pizca de ciencia ficción ni misterio, pero sí con vistazos de atroces experimentos antinaturales que devienen en auténticos asesinatos dignos del Carnicero de Milwuakee, el argumento de la película no es muy diferente de la que presenta, por ejemplo, El Dragón Rojo (02) de Brett Ratner: unos agentes retirados del FBI regresan a la corporación para ayudar a resolver un caso, el cual es eminentemente policiaco.

En la cinta de Carter, una agente de la Agencia es la víctima pero, en la medida en que avanzan las “investigaciones” (apoyadas en los poderes síquicos de un sacerdote pederasta) deviene en un caso no solo de secuestro sino de asesinatos en serie.

La particularidad del nuevo Expediente es que se plantea la paradoja de que el que ahora ayuda, es un sacerdote católico castrado y autoexiliado del mundo, que se refugia en una colonia de ofensores sexuales debido a su incontrolable deseo por la carne infantil, pero que pone a disposición de los escépticos agentes (Scully la primera, naturalmente) sus dones paranormales para encontrar a las víctimas de aquellos que fueron sus propias víctimas.

En pleno siglo XXI, unos doctores de origen alemán trafican con órganos humanos, raptan y desmembran a sus víctimas, cual grotescos émulos del famoso personaje creado por Mary W. Shelley, Víctor Frankenstein, quien estaba obsesionado con la idea de crear vida.

Si bien estos modernos “doctores” no quieren crear vida, objetivo de Frankenstein, sí quieren cambiar o mejor dicho trasplantar la cabeza de una persona al cuerpo de otra, como si el cuerpo humano fuera un automóvil al que se le cambian las piezas dañadas, o que ya no le funcionan, por refacciones nuevas, o al que se le ponen los accesorios que se desean al gusto.

¿Qué mueve a estos científicos a realizar esos espeluznantes experimentos, cuyos antecedentes fueron unos ensayos con inocentes perros?: una gigantesca y personal patología sexual digna de los más inspirados tratados freudianos: no se trata de que un hombre que se siente mujer se ponga implantes y tome hormonas femeninas para obtener crecimiento de senos o cosas por el estilo. Se trata de que éste hombre pueda simplemente cambiar su cabeza (mantenida hipotéticamente con vida por medios artificiales) al cuerpo de ¡una mujer!

Ésa parte de la película es la que más se acerca a lo que podríamos llamar ciencia ficción. Pero el tratamiento del tema que el director ofrece, no es muy diferente de lo que se puede leer en la sección de nota roja de algunos periódicos.

Carter, quien escribió el guión de la película junto con su viejo colaborador Frank Spotnitz, perdió la oportunidad de explotar la constante tensión sexual latente entre los dos protagonistas, Mulder y Scully, al obviar cualquier pizca de romance y dejar en claro que luego de su retiro del FBI, los agentes tuvieron un hijo –muerto tal vez- y viven juntos. Parecen una pareja madura venida a menos en su vida amorosa.

En cambio, sí explota el eterno conflicto del escéptico que se detiene ante la falta de evidencias y vuelve a la acción gracias a la insistencia de chispazos de dudas sobre si finalmente es válida la información obtenida de un supuesto síquico pervertido. Y sí, mientras se encuentre al culpable, no importa que se haya logrado gracias a la intervención del mundo paranormal. La película es el más x de los expedientes secretos, pero será un plato mediano para todos los televidentes asiduos a la extinta serie.