Saturday, November 22, 2008

Crepúsculo



¡Beber de tu sangre…adolescente!


Ricardo Martínez García


Toda película de vampiros debería contar con al menos ciertas dosis de sangre corriendo por cuellos desnudos, colmillos que se encajan en frescas yugulares, oscuridad y ataúdes a flor de tierra, pero no es el caso de Crepúsculo, película de la directora norteamericana Catherine Hardwicke.


Los vampiros en esta cinta ya no son lo que eran en la vieja tradición mítica: unos no muertos sedientos de sangre humana que “viven” en oscuras propiedades dentro de viejas y antiquísimas casonas a la espera de la noche para salir a buscar su alimento, tomando forma de verdaderos y monstruosos murciélagos y haciendo alarde de una fuerza sobrehumana.


Algunos vampiros en Crepúsculo pueden deambular durante el día, como lo hacía otro cinematográfico vampiro redimido, Blade, aunque cuidan que no les dé el sol, mantenerse con un régimen dietético “vegetariano”, es decir alimentándose tan solo con sangre de animales en lugar de sangre humana, convivir casi de manera normal con la gente e incluso ser miembros activos de la sociedad. Su existencia, no obstante, sigue cargada con fuertes dosis de tensión sexual, sobre todo entre ellos mismos.


Isabella Swan, Bella (una casi inexpresiva e indiferente Kristen Stewart, tal y como son realmente algunas adolescentes) es una chica de diecisiete años que se muda de Arizona a Washington ante el nuevo matrimonio de su madre. Decide ir a casa de su padre, comisario de un poblado llamado Forks. El doctor del pueblo, Carlisle Cullen (Peter Facinelli), es un vampiro que ha logrado dominar su apetito por la sangre humana, insertándose en la sociedad y formando una familia en apariencia normal, pero en realidad también vampiros, con más pinta de pedantes burgueses o higiénicos emos que de siniestros darketos.


Edward Cullen (Robert Pattinson), hijo del doctor, se enamora de Bella. Se trata de un personaje mezcla del Joven Manos de Tijera y del novio Victor Van Dort de la película El Cadáver de la Novia, casualmente dos personajes de Tim Burton.


Bella desde que conoce a Edward en la escuela no deja de babear por él a lo largo de toda la cinta. Desafortunadamente en su amor se interpone la existencia de otros vampiros, menos civilizados que el doctor Cullen, quienes sí se alimentan de sangre humana y buscarán comerse el apetitoso manjar que representa Bella.


La historia de amor adolescente, con Edward resistiéndose y Bella derritiéndose se entremezcla con la cacería que inicia el voraz vampiro cazador llamado James (Cam Gigandet) en pos de ella. A ratos este personaje recuerda vivamente a Bestia, el esbirro de Magneto en X Men 1. Estos vampiros adolescentes son muy semejantes a algunos estudiantes de la escuela del Dr. Xavier, con sus poderes y toda la parafernalia. La latencia del verdadero vampiro que llevan dentro y a punto de emerger en los miembros de la familia Cullen, salta a la vista por ejemplo cuando advierten una herida sangrante, o cuando Edward tiene que chuparle “el veneno” a Bella para salvarle la vida.


La cinta está basada en la novela de la escritora Stephenie Meyer titulada “Twilight”, y el guión está a cargo de Melissa Rosenberg, conocida por su trabajo como productora y escritora en televisión. Con otra mujer como directora, no extraña que la trama ensalce tanto la historia de amor –esencial de por sí en toda historia de vampiros- en la que hay entrega total de Bella y la necesidad insuperable de Edward de protegerla, ambos sentimientos matizados por una antinatural castidad y continencia. Apenas si les alcanza para unos besitos.


Otro punto ensalzado de la cinta es la idea de la unión familiar, así se trate de una familia de vampiros. Si la cinta tuviera un ligero toque más humorístico, el resultado sería casi un homenaje a la Familia Monster: así de cerca está la agradable pero fría familia Cullen de ese modelo familiar clásico de la televisión de los sesentas.


El hecho de que los protagonistas principales sean adolescentes nos indica a qué mercado desea llegar la cinta, cuyo objetivo parece estar siendo alcanzado: tan sólo en su primer fin de semana de exhibición en los Estados Unidos algunos analistas estiman una taquilla de unos setenta millones de dólares, casi el doble de su presupuesto, generado por miles de adolescentes con deseos “sangrar” la economía de sus padres y de ver esta cinta, primera de una saga planeada al menos para dos películas más.


La actitud investigadora mostrada por la adolescente Bella es digna de mencionarse, sobre todo cuando realmente le interesa conocer más sobre un tema: el de los vampiros. Ante ello, no queda sino recomendar a los jóvenes cinéfilos la literatura esencial sobre los no muertos: el clásico de Stocker, Drácula, el Carmilla de Le Fanu, de Polidori El Vampiro, o La Religiosa de Diderot, para no mencionar a autores contemporáneos como Anne Rice y un largo etcétera.

Saturday, November 15, 2008

Código de Familia

El Típico Autosabotaje Policíaco
Ricardo Martínez García

Pocas cosas golpean a la sociedad de modo tan artero y cobarde como el abuso del poder. Y no necesariamente del evidente poder de un gobierno, sino el abuso amparado por una pistola y una placa que portan orangutanes que creen ser “policías” y usan para golpear, robar, torturar y escamotear el trabajo de otros policías honrados, que los hay aunque sea difícil de creer, pero que tienen que cargar por igual con el desprestigio generado por los corruptos.

Código de Familia (Pride and Glory) es una cinta que pertenece a una tradición de filmes policíacos que va más allá del mero espectáculo fílmico y que, por su carga temática crítica, pueden interpretarse como de “denuncia” de la sociedad a través del cine.

Claro está que dichas cintas no llegan verdaderamente a tener repercusión en alguna instancia jurídica sino solo en la opinión pública de los espectadores. Hay películas que tratan sobre actos criminales y sus juicios, pero difícilmente una película conduce a entablar demandas penales derivadas de su contenido.

Código de Familia es una cinta que narra la historia de la casi mítica lucha entre policías buenos y malos, aunque no tan maniqueamente, de ahí el conflicto ético policíaco y familiar en el que se ven envueltos los protagonistas, tal como en su momento mostraron películas como Los Infiltrados (Scorsese), Asuntos Internos (Figgis), Los Ángeles al Desnudo (Hanson) y otras muchas que mezclan ficción con evidentes elementos de negra realidad.

En esas cintas, algunos miembros de los cuerpos policíacos de las grandes urbes se encargan de sembrar evidencias, eliminarlas o modificarlas según sea la necesidad, trátese del robo a una tienda o de un magnicidio. Las contradictorias explicaciones que se suelen dar generan la natural suspicacia y desconfianza de la ciudadanía, que atestigua calladamente los tejemanejes de su “heroica” policía. (No pregunten por los casos Colosio, Ruiz Massieu, Enrique Salinas, etcétera, y los cientos de casos en los que han muerto policías enfrentando al narco, pretendidamente en el cumplimiento de su deber).

Con frecuencia esos cuerpos policíacos alcanzan el control del mundo criminal. Para justificar sus acciones, los agentes cuentan historias completamente tergiversadas, en las que agentes corruptos y sumamente ambiciosos suelen ser los protagonistas.

Gavin O`Connor, director de Código de Familia, pone el énfasis en la importancia de la familia y su idea de honor y honestidad como eje central de la vida de los policías, buenos y malos que son los personajes centrales de su filme.

El oficial retirado Francis Tierney (Jon Voight) es el patriarca de una familia de policías conformada por sus hijos, el comandante Franny (Noah Emmerich), el detective Ray (Edward Norton) y su yerno, el sargento Jimmy Egan (Colin Farrell). La cinta nos muestra momentos íntimos familiares, ambientadas en vísperas de la noche de navidad, de gran importancia para una familia de origen irlandés asentada en Nueva York.

La paz familiar, no obstante, resulta una ficción cuando las dos vertientes familiares se enfrentan al tratar de resolver un caso. La ejecución de unos agentes de narcóticos y su posterior investigación enfrentará inevitablemente a Ray con su cuñado Jimmy, con resultados funestos para ambos.

Ray y su hermano Franny representan el lado orgulloso y glorioso del espíritu policíaco, mientras que Jimmy juega el papel del policía que cayó en la tentación del dinero fácil y en las acciones brutales que cubre con una aparente impunidad. A eso le apuesta el personaje de Farell, sin saber que tendrá un final que hace recordar el caso de San Juan Ixtayopan por sus resultados.

Edward Norton –quien hace gala a ratos de un castellano champurreado que probablemente aprendió hablando con su ex Salma Hayek- muestra un sólido trabajo interpretativo ya característico en él: contenido, emotivo o profundo cuando se requiere. Colin Farrell, por su parte, está que ni mandado a hacer como el violentísimo policía irlandés capaz de todo con tal de borrar cualquier indicio de su corrupción. Emmerich puede pasar de la ternura máxima que muestra con su esposa enferma a convertirse en el más enérgico, broncudo y gritón comandante. Todos ellos están muy bien apoyados en la experiencia y el trabajo de Jon Voight, primer actor y padre de Angelina Jolie.

La cinta vale por el enfoque familiar e intimista que impera en ella, por las situaciones conflictivas que propone y por la gran actuación de sus protagonistas. El argumento por su parte aporta la idea de que con frecuencia la policía padece de autosabotaje merced a sus agentes corruptos.

Tuesday, November 11, 2008

Quantum of Solace


Todos queremos ser Bond
Ricardo Martínez García
¿Quién no quisiera ser James Bond? Es un tipo varonil, rudo, frío, sumamente eficaz en su trabajo, el cual requiere de conducir desde Aston Martins hasta desvencijadas camionetas, viajar por todo el mundo y todo lo que hace un espía al servicio de su Majestad, conquistar y hacerles el amor a hermosas mujeres desde el primer día y ser casi indestructible sin llegar a convertirse en un súper héroe de los de la Marvel, más cercano a Rambo o al robot aquel de Terminator
.
Bond además es un hombre que como cualquiera, tiene deseos de venganza, de dirigir su ira hacia aquellos que causaron la muerte de su amada (porque de manera increíble en la cinta anterior, Casino Royale, James aparentemente se enamoró de verdad de la guapísima Vesper (Eva Green).

Daniel Craig da vida formidablemente a este Bond, más resentido y cruel que nunca, del cual hasta su jefa M (Judi Dench) en algún momento desconfía, suponiendo que el agente británico pudiera haberse pasado a las filas del enemigo (que no es uno sino muchos y de diversa índole), cuando en realidad Bond representa la quintaesencia de la fidelidad a la Corona y a su “deber” de patriota.

La fidelidad y el patriotismo de Bond no son tan evidentes como pudiera suponerse: no lo vemos en ningún momento envolverse en la bandera británica ni nada por el estilo. Al contrario, lo vemos metiéndose en medio de mafiosas y corruptas transacciones en las que las “nacionalidades” no significan gran cosa, que evidencian el carácter antihumano y agiotista que impulsa a algunas grandes corporaciones o conglomerados, los cuales hipócritamente dicen estar a favor de la conservación del medio ambiente, mientras que bajo la mesa se hacen de los recursos naturales de países enteros.

Dominic Greeene (Mathieu Amalric, el estupendo actor de La Escafandra y la Mariposa), encabeza una organización que pone su poder económico al servicio de un depuesto y corrupto líder boliviano, el general Medrano (Joaquín Cosío) en busca de apropiarse de los recursos hidráulicos de ese país, recursos que son ahora el nuevo oro deseado por los avorazados de siempre y que dará riqueza a estas organizaciones: quien controle su abasto, tendrá o mantendrá el poder.

En dichas transacciones están involucrados empresarios de las grandes potencias, agentes encubiertos de la CIA, del M16 y vaya a saberse de cuántas organizaciones secretas más. La misión de Bond así, es por partida doble: una, de carácter privado, la búsqueda del asesino de Vesper, que se mezcla inexorablemente con su deber como agente secreto, encontrar al villano señor White, que a su vez lo conduce a Greene y su aristocrático mundo empresarial corrupto.

El joven director suizo Marc Foster logra darle a la cinta un ritmo vertiginoso bien distribuido, en los que no importa saber la razón de tantas persecuciones, caídas y malabares, sino el deleite visual y la tensión emocional que tales acciones producen en el espectador. La película por eso es muy buena dentro del género de acción, pero también aprovecha la historia -casi de modo subrepticio- para mostrar con cierta profundidad una postura y preocupación de carácter ecológica y geopolítica: pronto los territorios con agua (y ya no tanto los que tienen petróleo) serán los más codiciados, los que provoquen las disputas o guerras entre las grandes potencias. Es una visión del futuro próximo de la cual ya hemos oído hablar –la inminente escasez mundial de agua- pero tal vez no lo suficientemente y de la que es muy fácil olvidarse.

La cinta es un producto para todo tipo de espectadores: hay romance, aventura, intriga, violencia, paisajes espectaculares, belleza femenina, en suma los ingredientes necesarios (bien manejados) para crear una atmósfera fílmica ligeramente ominosa, con sus pequeños momentos divertidos y que en conjunto garantiza un buen rato para cada espectador.
La historia de Casino Royale tiene un toque ligeramente inclinado hacia la relación romántica de Bond y Vesper, mientras que en Quantum of Solace el ambiente que predomina es de ira contenida, de revancha o deseo de hacer justicia por propia mano. La bella Camille (Olga Kurylenko, no tan sensual pero más actriz que como aparece en la cinta Max Payne), compañera de aventuras en turno del 007 y más chica Bond que la casi desapercibida señorita Fields (Gemma Arterton), logra arreglar cuentas con su antiguo ofensor, el general Medrano, pero ¿Bond lo logra con los suyos?