Tuesday, July 28, 2009

Terminator La Salvación


Un robot de gran corazón

Ricardo Martínez García

Haciendo a un lado las imprescindibles tres leyes de la robótica propuestas por Isaac Asimov en su relato de 1942 Runaround, en las que se les prohibía a estas máquinas hacer daño a sus creadores, la nueva cinta Terminator La Salvación, la más reciente de la saga de cintas de Terminators dirigida por un cineasta llamado McG, muestra cómo el dominio en el mundo pesadillesco de los androides cibernéticos del año 2018 ha llegado al colmo y pone en jaque la existencia del género humano.

Visualmente esta nueva entrega es impactante. Hay muchas referencias voluntarias o no a otras cintas como Mad Max (como cuando aparecen escenas de autopistas como si fueran cementerios de autos), a Apocalipsis Now (con helicópteros lanzando bombas de napalm e incendiando atrozmente zonas boscosas), a Alien (con escenas dentro de naves industriales con hornos metalúrgicos) y hasta de cintas como La lista de Schindler (con seres humanos prisioneros, indefensos y famélicos, sin esperanzas, haciendo fila para ser bañados o lo que sea y luego ser exterminados a manos de máquinas, como si fueran fascistas recalcitrantes), sin contar con las obvias como las anteriores de Terminators y otras como Yo Robot y la excepcional Blade Runner para citar algunas clásicas del género.

La trama resulta retorcida en cuanto a la ubicación temporal pues supone los juegos imposibles e impredecibles de los viajes a través del tiempo, asunto que jocosamente es más palpable y disfrutable por sus inesperadas consecuencias en cintas como Regreso al Futuro 1 y 2.

La novedad en La Salvación es la inclusión por parte de Skynet –compañía dedicada inicialmente a la fabricación de robots y a cargo de algunos humanos, pero luego desplazados por sus propias creaciones- de un nuevo modelo de Terminator con el que esperan dar caza y fin al líder de la resistencia contra sus robots. El nuevo modelo sintetiza a un ser humano y a un robot,( mezcla insólita pero no novedosa, si se piensa en Robocop) personificado en Marcus Wright (Sam Worthington, que le roba cámara irremediablemente a Christian Bale, el nuevo John Connor), que de asesino condenado a muerte, y que gracias a instancias de “la ciencia” dona su cuerpo, pasa a ser una criatura que no sabe bien quién es, pues resulta que al despertar de su letal inyección no sabe qué ocurrió (algo como le ocurre a Wolverine luego de su encuentro con el militar Stryker) pero tiene plena consciencia de su naturaleza humana.

Al parecer el argumento de la cinta debía hacer un pequeño giro hacia algo con lo cual el espectador pudiera simpatizar. De otro modo no se entiende cómo la trama propone la casi completa vulnerabilidad de la humanidad, que difícilmente podría sobrevivir ante la potencia y magnitud de los robots de Skynet. Hay por cierto un par de ellos que recuerdan, por su figura y tamaño, al que aparece en Transformers 2 La Venganza del Caído, o también, en el terreno musical, en la portada del disco de los Flaming Lips titulado Yoshimi Battles the Pink Robots, en el que Wayne Coyne al cantar el tema título del álbum dice algo así como “Esos robots de naturaleza malvada, están programados para destruirnos” (cosa que bajo las leyes de la robótica de Asimov sería imposible), y si lo quisieran realmente los de Skynet así sería, salvo que los humanos han encontrado la manera de neutralizarlos.

No es difícil suponer que una creación humana se vuelva en contra de él, dada la naturaleza ambigua del ser humano; para ejemplo ahí está la criatura del doctor Frankenstein, aquel personaje de la novela de Mary Shelley, y que no es sino una muestra de lo que una larga tradición suponía de la capacidad creadora del ser humano. En terrenos mágicos otro ejemplo podría ser el mito del Gólem. Pero el caso es que esta cinta hace reflexionar sobre el poder creador del ser humano al hacer uso de su conocimiento y de su ciencia. Ciencia que sin conciencia no solo es peligrosa sino que carece de corazón, tal como lo muestra un tanto candorosamente esta disfrutable y entretenida cinta.

Wednesday, July 22, 2009

¿Reli...qué?


El triunfo de la ignorancia

Ricardo Martínez García

Bill Maher es un cómico y presentador de televisión que se ha hecho famoso en los Estados Unidos gracias a dos programas: Politically Incorrect y Real Time, los cuales realiza con gran cantidad de sátira, crítica y mucho humor, lo cual le ha granjeado tremendas críticas de los grupos aludidos o criticados.

Maher es el conductor del documental dirigido por Larry Charles Religulous (que al parecer es una combinación de las palabras religión y ridículo en inglés) y que se ha subtitulado en español Reli…qué? Se trata de un documental de matiz burlón, irónico, sarcástico, sobre lo que algunos grupos religiosos de los Estados Unidos (y de alguna que otra parte del mundo) piensan de temas como la salvación, quién es Jesús, la homosexualidad, la verdad o falsedad de lo que la Biblia señala en ciertos pasajes, la fe.

Crítico acérrimo de los malos políticos, de Bush Jr., y de los pederastas en el catolicismo entre otros, en el documental Maher dice ser de origen mitad católico y mitad judío. Entrevista a líderes religiosos, desde una capilla rodante para traileros, o carismáticos y cínicos charlatanes que dicen ser descendientes directos de Jesús, como el tal boricua José Luis Miranda, que afirma ser el elegido, que dice ser Jesús mismo, hasta pasar por algunos disidentes mormones, musulmanes gays y un extraño judío ortodoxo en contra del asentamiento de su pueblo en Tierra Santa.

Si alguien ha llegado a pensar que el pueblo mexicano en general es fanático religioso, se sorprenderá al ver en este documental a estas agrupaciones religiosas norteamericanas que van más allá del mero fanatismo guadalupano o de cualquier miembro del santoral católico. Pero no sólo eso, constatará que permea en ellos una ignorancia abismal, pues casi nadie de ellos ha estudiado su propia religión, nadie la vive de manera crítica (pues nadie les enseñó a vivirla críticamente).

El propio Maher reconoce que dejó de asistir a la iglesia católica a los trece años. No profundizó en sus propias creencias, nunca puso su fe bajo la lupa de lo racional. Es por eso que lo vemos preguntando a otros -que hacen alarde involuntariamente de su ignorancia- si creen que una serpiente habló, si Dios en realidad es tres personas en una, y tratando de mostrar que el cristianismo abrevó de diferentes fuentes religiosas mucho más antiguas que el propio judaísmo.

Maher aparentemente muestra lo ridículo de la religión porque parte de sus propias confusiones e ignorancia, y porque por lo que se ve no está muy dispuesto a escuchar a los que sí muestran cierto conocimiento. Al estar frente al Vaticano, lugar en el que no lo dejaron entrar, entrevista a un sacerdote católico dicharachero pero que pronto parece representar cierta rebeldía ante el status quo de su religión. A la pregunta de si es posible enseñar la verdadera fe, el sacerdote casi entre risas le dice que no, que no hay manera y que es una pérdida de tiempo tratar de enseñar a la plebe la verdadera fe. Se imponen las tradiciones, la costumbre, la fe del carbonero. Este sacerdote llama a este tipo de creyentes “católicos de café”.

Vemos desfilar entonces en la cinta a cínicos charlatanes, estafadores y vivales, pero también a gente sencilla pero muy fanatizada.

Harold Bloom, el famoso crítico literario, ha dicho que en los Estados Unidos la cultura va desapareciendo y que está siendo sustituida por los grandes parques temáticos. Al ver las representaciones teatrales de la pasión en el parque llamado Holy Land Experience, en Orlando Florida, no cabe duda de que el espíritu mercantil anglosajón ha permeado desde siempre al espíritu religioso. Representaciones del Mercado de Jerusalén, episodios Bíblicos actuados, y toda la parafernalia de un parque de diversiones pero de carácter religioso hacen de la experiencia religiosa algo que a muchos se nos antojará verdaderamente ridículo.

Bill Maher entrevista en ese lugar al actor que personifica a Jesús, un hombre bien intencionado pero que carece de una formación religiosa sólida, lo cual se deja ver en sus superficiales respuestas.

El documental no carece de interés, pero es fácil advertir por qué ha encendido los ánimos contra Maher. Es un documental que muestra la superficialidad de las religiones y que no profundiza en el conocimiento de sus fundamentos sino sólo de lo peor de las consecuencias del desconocimiento de dichos fundamentos.

Otra cosa hubiera sido en el filme si se hubiera entrevistado al mismo Bloom, o si hubiera dado más participación al científico del Proyecto Genoma Humano (Craig Vender, creo) o a algún sacerdote crítico de su propia religión, miembro de alguna de las grandes Órdenes, como los de la Compañía de Jesús o los Agustinos Recoletos. Pero ni el conductor ni el director tenían esos planes. Aún así es divertido ver cómo se burlan de ciertos aspectos de los grupos religiosos, sobre todo en territorio norteamericano.

Thursday, July 16, 2009

Harry Potter y El Príncipe Mestizo


La gente necesita la magia de la diversión

Ricardo Martínez García

El filón de oro que creó la escritora J. K. Rowling desde que publicó a fines de junio de 1997 el primer volumen de esta exitosísima serie, sigue dando lo mejor de sí cinematográficamente. Harry Potter y El Príncipe Mestizo representa el aprendizaje de las otras cinco cintas precedentes y las supera ampliamente. El misterio y el suspenso que rodean la vida académica y personal del más famoso de los personajes creados por la autora británica son llevados a niveles magistrales en esta cinta dirigida por David Yates, responsable de Harry Potter y la Orden del Fenix, y de las dos cintas a estrenarse en 2010 y 2011, Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte 1 y 2.

La cinta nos muestra a unos estudiantes de Hogwarts, la utópica Academia de Magia, en plena efervescencia adolescente. Los tres grandes amigos aprendices de mago (acá diríamos de brujos) se enfrentan a sus agitadas hormonas y a algo más: a la constante amenaza que representa el regreso –siempre inminente- del Señor Oscuro, Lord Voldemort, que no termina por aparecer completamente.

Hay básicamente dos ingredientes que añaden gran atractivo a esta sexta entrega de la saga del mago de anteojos redondos. Por una parte los enredos amorosos, con grandes toques de comicidad, que comienzan a producirse entre Ron y la empalagosa Lavender Brown, los incipientes pero innegables celos de la adorable y talentosa Hermione ante este hecho, los pequeños y tiernos escarceos entre Harry y la hermana menor de Ron, Ginny, y los intentos fallidos de Romilda Vane por conquistar a Harry con chocolates preparados para tal fin.

El segundo ingrediente es la aparición de un nuevo profesor, que a decir de Dumbledore (Michael Gambon, quien es fácilmente confundible con Ian McKellen en su papel de Gandalf, de El Señor de los Anillos) es crucial para saber cómo contrarrestar la aparición de Voldemort. Tal profesor es Horace Slughorn (Jim Broadbent), quien imparte la clase de pócimas encantadas. Es en esa clase donde Harry se encuentra con un libro propiedad de un tal Príncipe Mestizo, que con sus anotaciones en dicho libro hace de Harry el primero de la clase.

El espectador no puede por menos pensar en este punto que ojalá así fueran las cosas en la vida, la magia y los encantamientos estarían a la orden del día, y se venderían en botica como pan caliente. La magia podría ser usada de este modo para ganar juegos de manera tramposona, para enamorar a aquellos que se muestran reacios a hacerlo, para arreglar el tiradero de la casa, en fin para mejorar las cosas, si ese es el humor del brujo, tal como se ve en cintas como El Castillo Vagabundo (Hayao Miyazaki, 04), donde el guapo y narcisista mago Howl realiza operaciones increíbles en su castillo con la magia, o en La Espada en la Roca (Wolfgang Reitherman, 63), donde el bonachón mago Merlín se ayuda de la magia para casi todas sus actividades.

El asunto en Harry Potter y el Príncipe Mestizo es que se intuye la labor negativa del Señor Oscuro, que ya cobró la vida de Sirius Black en la cinta anterior, a manos de su subordinada Bellatrix Lestrange (Helena Bonham Carter), pero no queda muy claro que digamos qué va a ocurrir cuando finalmente se decida a regresar y actuar tanto en el mundo de los magos como en el de los llamados Muggles. Lo que sí se sabe es que eso sería malo para ambos mundos, y la misión de Harry se vuelve cada vez más complicada.

El antagonista de Harry, el antipático albino Draco Malfoy (Tom Felton) es el más próximo que se atreve a usar la magia para cosas malvadas, por lo que se vuelve el instrumento natural de operaciones del grupo de seguidores de Voldemort, encabezados por Bellatrix, y cuya acción tendrá consecuencias terribles para la causa de Harry.

En algún momento inicial de la cinta uno de los protagonistas dice que la gente necesita diversión, y eso es justamente lo que ofrece la sexta entrega de la saga de Harry Potter, que es muy buena en efectos especiales, la trama es ágil y entretenida, de buen ritmo, con elementos de un romanticismo juvenil muy inocente, y con un argumento que deja en claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Incluso una nota ayer de ¡Hey! da cuenta de que El Vaticano, a través de su periódico El Osservatore Romano, dio su bendición a la película, a través de una crítica positiva, cuando antes se había opuesto constantemente al personaje. ¿Qué más puede pedir este joven mago de buen corazón, además de divertir y entretener?

Lo que en realidad nos enseña Harry es que la verdadera magia está en la confianza que cada quien debería generar sobre sí mismo, sobre sus propios actos y proyectos, sin necesidad de artilugios de ningún tipo, solo con la simple inducción o suposición del elemento mágico. La vida en sí misma es mágica.

Monday, July 13, 2009

Persecución Inminente


Hacer lo correcto

Ricardo Martínez García

El icono de los hombres de acción que surgió de la saga de La Guerra de las Galaxias, Harrison Ford, ha tenido una carrera actoral bastante interesante. Su trabajo en la meca del cine ha sido verdaderamente rentable. De ser capitán de una nave espacial, ha pasado como un arqueólogo aventurero, ha sido presidente de los Estados unidos, ejecutivo, prófugo de la justicia y hasta agente policiaco en diferentes versiones. Y es en este rol que repite ahora en esta cinta de Wayne Kramer Persecución Inminente (Crossing Over, 09), dando vida al veterano agente de la migra Max Brogan, quien es conocido entre sus camaradas por “ablandarse” en su trabajo.

La temática de la cinta está muy cerca de la denuncia social. Como en otras cintas parecidas por su contextualización, por ejemplo Crimen sin Perdón (Kreuzpainter, 07) , en el que se muestra el comercio de seres humanos, especialmente de niños, a lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos, o Traffic (Soderbergh, 00), que muestra el tráfico de drogas en la misma frontera, ambas cintas con sus pros y sus contras, aquí se muestran los ángulos de diferentes dramas humanos entre personas que por alguna razón llegaron desde diferentes partes del mundo a tratar de realizar una vida en los Estados Unidos.

Historias entrecruzadas de inmigrantes mexicanos, australianos, africanos, asiáticos, musulmanes católicos o judíos, éstas muestra los deseos y los anhelos de cada uno de los protagonistas. En todos los casos se muestra tanto la miseria de algunos seres humanos o la gentileza de otros, por ejemplo como el funcionario de aduanas Cole Frankel (Ray Liotta) que aprovecha su posición administrativa para abusar sexualmente de la incipiente aspirante a actriz Claire Sheperd (Alice Eve) australiana –como Nicole y Naomi, le dice irónicamente Cole- pero sin visa de trabajo. El contraejemplo es el de la esposa de Cole, Denise (Ashley Judd) que es abogada defensora especializada en casos de inmigrantes. Un matrimonio así no podía ser más contrastante.

A la joven Talisma (Summer Bishil), como a muchos inmigrantes musulmanes, les resulta prácticamente imposible decir lo que piensan en lugares públicos de norteamérica, pues un gran círculo de incomprensión los ata completamente. Talisma presenta un ensayo en su escuela, el cual trata de ofrecer elementos para la comprensión de actos como el de los ataques al WTC el 11 de septiembre del 2001. Sus compañeros de clase no la dejan en paz, interrumpiendo y ofendiéndola por su postura crítica que no es entendida y menos compartida por su grupo, el cual parece representar a la sociedad norteamericana post actas patrióticas: tienen tan interiorizado el concepto de ser “patriota” que aunada a su ignorancia y cortedad de visión les impide ser tolerantes ante lo que ellos consideran “pensamiento peligroso”. Una arbitraria interpretación de ese ensayo, mas la indagatoria en sus papeles personales por parte de una agente federal dan como resultado la deportación de Talisma, y la consiguiente desintegración de su familia.

Pero a Talisma no le va tan mal como a Mireya Sánchez (Alice Braga), quien es deportada luego de ser capturada en un taller textil, donde Max estuvo a punto de dejarla ir. El remordimiento de éste lo lleva a buscar al pequeño niño de Mireya. Al hacerlo tardíamente, no logra evitar que en su intento por regresar a Los Angeles Mireya ya no tenga más oportunidad de ver a su hijo.

Irónicamente si no son las leyes migratorias las que están en contra de las familias de inmigrantes, son con frecuencia las propias familias las que se encargan de actuar intolerantemente con sus miembros. Tal es el caso de Zahra Baraheri, hija menor de una familia de iraníes que también luchan por legalizarse. Uno de sus hermanos es compañero de Max en la policía, Hamid, pero no puede hacer nada por evitar que Zahra enfurezca tanto a su familia por su estilo de vida, y que otro de sus hermanos pierda irremediablemente el control de sus actos.

Hamid es un policía que se encuentra entre su familia y sus obligaciones como policía, pero muestra su humanidad al darle una oportunidad a un joven asaltante que está a punto de obtener su ciudadanía. La cinta nos muestra que, como en casi cualquier parte del mundo, la sociedad norteamericana no está exenta de contradicciones, que hay corrupción pero hay honestidad también e incluso gente dispuesta a sacrificarse por el bien de los suyos.

Se trata de una cinta de carácter multirracial, tal como es la sociedad actualmente, con una problemática migratoria presente e hiriente la mayor parte de las veces, que muestra lo difícil que es hacer lo correcto a tiempo. No deje de verla.

Friday, July 10, 2009

La Dulce Vida


Vivir sin complicaciones

Ricardo Martínez García

Sally Hawkins, ganadora al premio como mejor actriz de la Alliance of Women Film Journalist, así como de la Boston Society Of Film Critics y de un Globo de Oro, hace el papel de Poppy, una maestra de primaria treintañera que no deja de sonreír a lo largo del día. Parlanchina y bromista al grado de parecer simple, o de dar la impresión de que no puede sostener una conversación seria, siempre parece dispuesta a verle el lado positivo a la vida, sin meterse en complicaciones reflexivas muy profundas: vive la vida como se presenta, y con la mejor cara posible.

El director británico Mike Leigh propone en esta cinta, nominada al Oscar el año pasado por Mejor Guión Original y titulada en inglés Happy Go Lucky, un retrato de la vida cotidiana de sus personajes, como es su estilo, presentando aspectos domésticos y simples de los factores que componen su vida habitual, eventos que dan la impresión de inocuidad o de que no pasa nada o de que no se sabe hacia dónde va la narración, algo que había mostrado por ejemplo en su cinta Life is Sweet (90).

La sencillez y hasta simplicidad optimista de Poppy pueden llegar a caer mal, sobre todo si el espectador cuenta con un mínimo de arrogancia intelectual, pero es en esa sencillez que ella encuentra su completa felicidad: no se angustia ni sufre, vive la vida de acuerdo con su propia visión positiva. Incluso su trato con otros tipos de personas no la influyen, por el contrario es ella la que va influyendo en los demás, sobre todo en su instructor de manejo, el amargado Scott (Eddie Marsan), quien se toma demasiado en serio.

El estilo de vida de Poppy choca de inmediato con la idea de responsabilidad y precaución que Scott intenta enseñarle al estar tras el volante. Ella lo que quiere es disfrutar lo que hace pero la actitud neurótica del instructor lo único que hace es confrontarla inútilmente.

Poppy se da cuenta del carácter violento de Scott, y eso la lleva a interesarse en sus pequeños alumnos. Detecta que uno de ellos golpea a otro al parecer sin provocación alguna, y habla con él. Para eso, pide ayuda de un trabajador social y es así como conoce a Tim (Samuel Roukin) con quien pronto establecerá una armoniosa relación. Scott se da cuenta del nuevo noviazgo de Poppy y estalla, insospechadamente.

¿Qué motores sicológicos se mueven dentro de Scott, a quien Poppy no dio motivos para justificar su actitud, e incluso llega a acusarla de actos que ella de ninguna manera realizó? Poopy no se hace bolas pero aún así intenta hablarlo con él, mostrando gran comprensión y ternura, a pesar de las circunstancias. Luego de ese exabrupto, ella continúa su vida, feliz y suertuda.

Se trata de una cinta que nos muestra de manera muy honesta la vida cotidiana de una profesora con un carácter peculiar pero nada extravagante, nada sobresaliente, más que su propia humanidad. Y ese es el principal carácter de la cinta, que es muy humana. Una vez más la traducción al castellano es extraña y remite a aquella titulada La Dolce Vita, de Fellini, de manera innecesaria.

Thursday, July 09, 2009

La decisión más difícil


Con un nudo en la garganta
Ricardo Martínez García
Tal vez sea la película menos palomera de la temporada. La decisión más difícil (My Sister´s Keeper) es un drama, muy bien planteado, pero con pequeños momentos de humor, protagonizado por Cameron Diaz, Abigail Breslin, Sofía Vassilieva, Jason Patrick y breves apariciones de Alec Baldwin y Joan Cusak, así como de Emily Deschanel, la famosa doctora Brenan de la serie Bones.
La cinta, dirigida por Nick Cassavetes pareciera que se va a centrar en el problema ético, médico y familiar que plantea el concebir a un ser humano con el fin de servir como donadora natural de otro ser humano con graves problemas de salud; concebir a ese ser humano es algo así como hacer posible un servicio de refacciones orgánicas diseñado a la medida.
Cameron Diaz no es una actriz que sea muy dada al drama, pero en esta cinta se luce: su papel como Sara, la madre de Kate, le permite ofrecer lo mejor de sus dotes histriónicas, que por esta ocasión la acerquen a alguna nominación al Oscar.
Sara se encuentra en la situación dual de ser madre y abogada a la vez, pero su primera condición la lleva a cegarse completamente en cuanto a su profesión, y no solo eso, sino a querer proteger tanto a su hija que se olvida de sí misma, de su familia y de su trabajo.
¿Cómo alguien que siendo profesional de las leyes –como Sara- puede paulativamente perder la visión global de las situaciones legales y de los derechos individuales, aún tratándose de sus propias hijas? Tal vez por la sencilla razón de ser madre, de lidiar cotidianamente con problemas de tal magnitud que necesitan de acciones y decisiones tajantes. Y por su instinto protector. Pero, ¿quién podría culparla o repudiarla? La dualidad que vive se le viene encima cuando tiene que tomar la defensa de su propio caso ante los tribunales, luego de que Anna decide exigir su “emancipación médica”.
Kate (la estupenda actriz Sofía Vassilieva, conocida por hacer de hija del personaje de Patricia Arquette en la serie de televisión Medium) es la hija que tiene cáncer, pero que demuestra un temple a prueba de casi todo. Su vida estaría perfecta, de no ser porque tiene ese cáncer que le carcome la vida poco a poco. A pesar de su enfermedad, tiene la fortuna de conocer lo que es el amor, no solo de su familia, sino de Taylor (Thomas Dekker) quien está pasos adelante en la dolencia que a ambos aqueja.
Anna (Abigail Breslin) es la hermana concebida ex profeso –a sugerencia “extraoficial” del amable oncólogo de Kate-para ser la donadora que mantendrá con vida hasta lo último a Kate, y a quien nadie le preguntó si quería o estaba de acuerdo en que se usaran partes de su organismo para mantener con vida a su hermana mayor. Pero nadie puede dudar del amor que le tiene a Kate.
En la cinta no se examinan con suficiente profundidad las razones éticas que se toman en casos como éste, o la ausencia de tales razones. 
Por una parte está el lado científico representado por el oncólogo que sugiere llevar a cabo el diseño genético de un ser humano para poder luego contar con la compatibilidad necesaria para la donación de órganos. Luego está la aceptación casi irreflexivamente de los padres de la niña con leucemia ante tal sugerencia. Pero nadie pregunta por el bienestar de esa criatura donadora desde antes de nacer. 
La profundidad de los razonamientos el director de la cinta los deja a consideración del espectador, el cual puede o no estar de acuerdo, puede o no sentirse identificado, pero no puede menos que sentirse conmovido por el modo en que resuelven la situación Kate, Anna y Jesse (Evan Ellingson) el hermano disléxico a quien nadie tomaba en cuenta.
Será difícil así que alguien disfrute impune y totalmente sus palomitas, al ver el sufrimiento y reacciones de personas que son tratadas con quimioterapia. Será difícil también que el espectador no termine al menos con un nudo en la garganta, luego de ver la historia de esta familia, que está basada en la novela de Jodi Picoult.