Friday, May 18, 2012

Mi semana con Marilyn


El encanto hecho mito

La Artista

Ricardo Martínez García

Michelle Williams muestra su enorme talento en esta cinta, que narra la memorable semana que pasó el cineasta Colin Clark con la rutilante estrella de Hollywood Marilyn Monroe, considerada desde entonces la mujer más sexy del mundo, durante una película filmada en Inglaterra,.

Williams destaca como una de las mejores actrices de su generación. La interpretación que hace de Marilyn es simplemente excepcional. Nos lleva a ver a la criatura voluble y vulnerable, acosada por sus inseguridades, pero también nos muestra el enorme encanto personal que tenía. Williams transmite a través de su personaje realmente un atractivo y una simpatía irresistibles.

Basada en las memorias de Clark, y dirigida por Simon Curtis, la cinta muestra lo que para algunos en un principio pudiera parecer falta de profesionalismo, o al menos falta de respeto hacia los demás (como lo expresa el personaje de Kenneth Branagh, sir Laurence Oliver), a lo largo de la película se desvela la enorme soledad de una mujer excesivamente asediada, expuesta a una presión más grande de lo que puede soportar, tanto en su vida personal como profesional, y a pesar de ello ofrecer intermitentes y gloriosos destellos de actuación ante las cámaras, plenos de un arte que consistía esencialmente de encanto, inocencia y seducción a la vez.

El rostro de Michelle Williams, sin parecerse demasiado al de Marilyn, es en verdad hermoso, y ella sabe sacarle el mejor provecho, con gestos llenos de coquetería y picardía, pero también de tristeza. En realidad tanto Monroe como Williams tienen en común el ser de una naturaleza fotogénica inigualables.

La cinta es divertida, reveladora, y aunque nos narra acciones que duraron un corto periodo de tiempo, deja constancia del impacto que esa bella mujer tuvo en todos los que la rodearon; nos permite atisbar un poco en su compleja personalidad. Excelente cinta que seguramente pondrá muy pero muy cerca a Williams de llevarse el próximo Oscar a la mejor actriz.

Batalla Naval


¿Les gustará a los japoneses?

Defensa anticolonial y xenofobia extraterrestre.

Ricardo Martínez García

El poderío militar norteamericano es mostrado en toda su capacidad destructiva en esta cinta de ficción bélica, en la que el enemigo ya no es de esta Tierra, sino de algún sitio del vasto universo.

Batalla Naval (12), dirigida por Peter Berg, parece plantear el rescate de varios iconos de la cultura norteamericana: el rock, los marines, el poder bélico y la guerra hacia cualquier enemigo que se atreva a enfrentar a estos defensores de la humanidad que ahora son los norteamericanos.

Con canciones de AC/DC (que Iron Man usa de modo tan frecuente) o de los Credance Clearwater Revival, y una honrosa inclusión en las acciones bélicas de veteranos de guerra con prótesis o de la tercera edad, la cinta, protagonizada por Taylor Kitsch, Rihanna y Liam Neeson, intenta reivindicar a estos sectores, que alguna vez fueron efectivos militares importantes, pero luego la realidad los ha arrojado en la indiferencia y en el olvido, en el mejor de los casos.

Luego de que son enviadas sondas al espacio con mensajes sobre nuestra existencia, de pronto algunos seres captan nuestras señales, se trasladan a esta parte del universo y llegan no en son de paz, sino con una pretendida intención de conquista.

Los seres del espacio exterior (cuyos trajes espaciales son tan parecidos al de Iron Man, aunque fisiológicamente más bien son enormes humanoides de manos de cuatro dedos retráctiles y rostros monstruosos como de los Predadores, pero poseedores de una tecnología militar muy avanzada) necesitan comunicarse con su mundo, usando para ello la infraestructura de investigación astronómica que hay en unas montañas de las islas en Hawaii. Necesitan generar algo como el hueco espacial que abre Loki, el malvado hermano de Thor, entre el mundo de Asgard y la Tierra en Los Vengadores.

En la cinta las marinas norteamericana y japonesa realizan amistosos ejercicios en conjunto en esa zona hawaiiana (donde se encuetra Pearl Harbor), lo que pudiera ser un síntoma de conciencia histórica por parte de los primeros, y que tal vez los inquieta un poco, luego de más de 65 años de haber lanzado las bombas A sobre Hiroshima y Nagasaki, las cuales representan el hito en la historia de la capacidad de destrucción del ser humano sobre sí mismo y el mundo, pero que en la película salva a la Tierra de la invasión extraterrestre.

El argumento resulta así tan fantástico y semejante al de Los Vengadores, solo que sin esos simpáticos personajes de ficción, aunque en la cinta se glorifica a otro tipo de personajes, como el rebelde que se corrige y conquista el corazón más difícil, a la valiente oficial de color, a los civiles y veteranos, etc., cuyas participaciones son esenciales para que la humanidad no sufra esa conquista espacial. La película es interesante por ese cúmulo de iconos y símbolos norteamericanos que dan para muchas interpretaciones y que aquí apenas sugiero. Las cosas no son lo que parecen.

Thursday, May 10, 2012

El exótico hotel Marigold


La vida es un viaje
Volver a comenzar

Ricardo Martínez García

La vejez, el retiro, el supuesto fin de las vidas activas de un grupo de británicos de la tercera edad es presentada en esta cinta “El exótico hotel Marigold”, de John Madden, como una interesante aventura en la India, una especie de movie road inesperada, con una gran cantidad de sorpresas a lo largo de ella, tal como a veces es la vida.

Los actores que protagonizan esta cinta, basada en la novela de Deborah Moggach The best exotic Marigold Hotel, son sin duda de los mejores de su generación: Maggie Smith, Tom Wilkinson, Judy Dench, Bill Nighy, Penelope Wilton, Ronald Pickup, todos ellos brillan con luz propia como los grandes intérpretes que son.

La trama narra básicamente las peripecias de unos veteranos que buscan retirarse en un hotel en algún lugar de la sobrepoblada India. Cada uno con diferentes situaciones vitales, confluyen en ese lugar que les depara al principio sinsabores y decepciones pero que pronto se convierten, por adaptación o por algún glorioso e inesperado despertar, en gusto por la vida, por el trabajo, por el amor, por la búsqueda de sí mismos. Algunos de ellos sufrirán transformaciones personales más que destacadas.

El joven y entusiasta administrador del hotel (Dev Patel) cuenta con su propia trama: hijo de una familia tradicionalista, alcanza finalmente a oponerse y enfrentarse a una madre controladora. La combinación de los personajes de la tercera edad con otros que representan la juventud de las nuevas generaciones le da un aire muy agradable a la cinta, que nos lleva de la alegría a la tristeza tan pronto como simpatizamos con tales personajes, algo que ocurre gracias al muy particular estilo de humor inglés que maneja el guionista Ol Parker.

Se trata de una cinta que invita a pensar en el sentido de la vida, en las cosas que realmente valoramos, en deudas y en pagos, en lealtad y en amor, así como en la amistad, el humor, la incomprensión, pero sobre todo en la forma en la que cada quien maneja eso que llamamos fracaso o éxito. La moraleja de la cinta bien podría ser “la vida es lo que decidimos que sea”.

Monday, May 07, 2012

Los Vengadores


El mundo está en peligro

Del comic a la pantalla

Ricardo Martínez García

La Marvel se pliega ante las necesidades mercadológicas de la industria cinematográfica, típica de las cintas de verano o que aspiran al máximo de la taquilla, y presenta en Los Vengadores (Whedon, 12) las aventuras de un disímbolo grupo de super héroes y un mega villano que juega con sus mentes, aunque su propósito sea muy simple: la dominación absoluta.

Como película de fantasía franquicitaria, pareciera que la trama puede soportar el juntar a estos personajes, sin importar la lógica interna de cada una de las historias independientes de los protagonistas: de pronto todos están unidos en la misión de salvar al mundo de una amenaza total. Tal cosa es posible en la medida en que el enemigo proviene de otro mundo literalmente, de ahí tal unión.

Los protagonistas son de lo más disímbolo que pudiera ser. Hay una hermosa espía rusa de grandes habilidades llamada Natasha Romanoff o la Viuda Negra (Scarlett Johansson), un agente con armas insospechadas en sus flechas llamado Hawkeye (Jeremy Renner), el millonario cínico redimido cuya fortuna proviene de producir armas de alta tecnología Tony Stark, mejor conocido como Iron Man (Robert Downey Jr.), un soldado patriota víctima y beneficiario de los anabólicos conocido como el Capitán América (Chris Evans) y un científico que fue más allá de sus límites en la investigación de los rayos gama, creando una criatura inmensamente fuerte llamada Hulk (Mark Ruffalo). Y está Thor (Chris Hemsworth).

La fuerza bruta en esencia es la que se impone al momento de que estallan las hostilidades. En el caso de Hulk, representa toda la furia dirigida en contra de quien considera el enemigo, y a veces hasta con los que debería estar aliado. Ese compacto conglomerado de vigor y violencia que es Hulk representa el último razonamiento en contra de quien puede destruir, con la mano en la cintura, a este mundo, teniendo tanto la tecnología como la intención de hacerlo, como el villano Lokki. Algo que sería lógicamente mucho peor para la humanidad que el fascismo, y que naturalmente el Capitán América (sin más poderes que su fuerza de organización y su enjundia, que no es nada comparada con la fuerza de Hulk) debe combatir con todo su ser.

Thor es un caso aparte, sencillamente porque él es un mítico dios caído y atrapado en la Tierra; hijo de Odín, ambos forman parte de la mitología escandinava, de la que las revistas de Marvel abrevaron en su momento. Los guionistas en esta cinta se metieron así en problemas al tratar de combinar en una misma cinta a Thor y a los demás personajes, especialmente a Iron Man, tan distintos en sus orígenes (divinidad contra humanidad), pero tan parecidos en sus fuerzas (sobrenaturales y tecnológicas), aunque claramente Thor es superior, al ser prácticamente inmortal, lo que lo hace tan invulnerable como el propio Lokki.

La historia es regular, un tanto forzada, aunque la hechura, los chistes y la acción son buenos, y los efectos especiales son espectaculares, dignos de una película taquillera, palomera, cuyo propósito esencial es muy simple: el total y absoluto entretenimiento.

De debates y otros cuentos


Por el menos peor
La participación política ciudadana.

Ricardo Martínez García

A menos de un par de meses de que se repita el viejo ritual político de las elecciones federales, es necesario volver a reflexionar sobre el papel que la población juega en este proceso de renovación de cargos públicos federales y locales, en un sistema que se presume de participación democrática.

En México, como en otros países, la participación política ciudadana se produce durante los periodos electorales estatales o federales. Se trata de una participación mínima, en el proceso general de la toma de decisiones, que inicia precisamente con la elección de los representantes y funcionarios de gobierno, como el presidente y su gabinete, gobernadores, diputados y senadores.

En tal participación ciudadana no hay ningún debate ciudadano –los debates que se producen son entre los candidatos a presidente, que dejan mucho que desear-, solo su participación en las elecciones a partir del voto, que tan exaltadamente glorifica el Instituto Federal Electoral.

Cada seis años se repite el ritual electoral, cuyo resultado consagra a un “representante” de la voluntad popular de su sector (desde todo el país hasta los distritos electorales), o tal es la pretenisión. El problema es que si ese representante, sea el presidente, el gobernador o un legislador, no rinde o trabaja lo que debería, no hay manera de cambiarlo o sustituirlo. El plebiscito sería más que necesario para remover a los que no legislan a favor de sus representados, así como la reelección sería la forma de premiarlos si sí lo hicieron.

El sistema electoral está diseñado para garantizar al menos dos cosas: estabilidad en el aparato político y económico, con el que los grupos de poder no experimentan ningún tipo de modificación en su forma de operar, y por lo tanto en sus intereses, y la garantía de que la participación ciudadana efectiva en el quehacer político será mínima, pero suficiente, para legitimar al sistema político en general.

La posibilidad de implementar la figura electoral de un plebiscito es real, pero también lo es el que en el aparato legislativo pocos estarían dispuestos a apoyar tal moción (pues implicaría la probabilidad de que pudieran remover a cualquier representante o legislador, así como a los propios funcionarios elegidos popularmente). Los lazos de intereses generados hacen inviable la operación de un plebiscito, instrumento que sería muy necesario para la mejora del servicio público.

El problema entonces es que la sociedad civil no logra formar verdaderos cuadros de acción política, pues éstos ya están instaurados por los diferentes partidos políticos, con mayor o menor efectividad participativa, según sea su alcance histórico. El partido con mayores activos políticos es el PRI, seguido del PAN y el PRD. El margen de participación de cuadros políticos de la sociedad civil, así, es enormemente restringido, al grado de que no será prácticamente posible aún la participación de candidatos ciudadanos en este periodo electoral.[1]

El juego del poder no mira realmente al bien común como su meta principal. Como señaló Juan E. Pardinas en una colaboración dominical para el periódico Reforma, exponiendo algunos elementos del libro El Manual del Dictador: “el empeño de la política se sintetiza en dos ambiciones elementales: la conquista y preservación del poder. El bien común, si se llegara a dar, es solo un efecto secundario de esa ansia por imponer la voluntad propia sobre las personas y las cosas. Esto no es una manifestación de egoísmo o maldad, sino un rasgo inherente a la naturaleza humana”. [2]

Pero la conquista y la preservación del poder, al ser referidas como productos de la naturaleza humana parecería que ignoraran el hecho de que la construcción de la política, como sistema de gobierno tiene precisamente como meta la consecución del bien común. Esto expone la contraposición entre dos formas distintas de concebir la política: Aristóteles confrontado con Maquiavelo, la contraposición entre la filosofía política clásica y la filosofía política moderna.

La observación de Pardinas es pertinente porque nos indica que la real politik está basada más en la naturaleza humana (pasional), que en el carácter convencional de lo político (racional), pues propugna por la conquista y la conservación del poder (algo que habrían ya alcanzado cada uno de los legisladores o funcionarios de gobierno, sin importar su filiación partidaria, pues el mero hecho de alcanzar a ser legisladores significaría para ellos la conquista del poder, y mantenerse dentro del sistema político sería la expresión de su habilidad para conservar el poder, o como quien dice, no vivir fuera del presupuesto).

Bajo esta perspectiva, no importa en realidad quién gobierne, o cuáles sean sus propuestas de gobierno, lo que importa es que han alcanzado el poder y lo van a conservar. Las elecciones así, no son más que formas de legitimar tal situación. El debate de los candidatos presidenciales así lo muestran, pues al verlos queda patente la falta absoluta de propuestas concretas para alcanzar ese bien común, así como las enormes limitaciones de cada candidato.

Es cierto que este esquema de adquisición y conservación de poder, para no mostrar tan claramente su naturaleza, el propio sistema político va haciendo pequeñas concesiones a la sociedad civil, a lo largo del tiempo.

“En las sociedades ricas del Norte–dice Noam Chomsky-, cuando comunidades mejor organizadas van consiguiendo derechos civiles y humanos (como los hispanos y afroamericanos) se ha de impedir por otros medios la participación política de la mayoría”. [3]

Esos otros medios de los que habla Chomsky para evitar la participación de la mayoría, van desde la propaganda ideológica, mediática, hasta el uso de la fuerza. La propaganda tiene como objetivo el control de la mente pública, atomizar a la comunidad, destruir cualquier tipo de organización que produzca influencia en la gente que no debe tenerla. El objetivo es que los individuos no se puedan organizar, que permanezcan solos, pues de ese modo su participación no alcanza una verdadera significatividad, de acuerdo con Chomsky.

La propaganda política electoral en México es una muestra del desprecio que sienten los jefes de campaña por los electores y por su inteligencia: cientos de spots aburridos, huecos, superficiales, poco o nada propositivos inundan la televisión y el radio.

Volviendo al tema de los debates presidenciales, como el visto el domingo 6 de mayo, la audiencia logró ver cómo se manejan estos candidatos: ninguno respondía claramente a lo preguntado, o sus respuestas giraban en torno a propuestas generalizadoras sin decir cómo lo harían: nadie explicó cómo crear nuevos trabajos, o cómo combatir al crimen organizado, mejorar las finanzas, administrar los bienes estatales como Pemex, ninguno de ellos lo dejó claro, y todo por atacar o defenderse (Peña, AMLO y Vázquez) o aprovechar el momento (Quadri).

Luego de ver este debate, no queda más que estar de acuerdo con lo que Michelangelo Bovero ha propuesto hace tiempo: que estamos viviendo en una kakistocracia, es decir en el gobierno de los peores. No es entonces la posibilidad de ver realizarse un gobierno de los mejores, o de los que saben, sino un gobierno de corruptos, o de líderes de visión cuadrada o limitada en el mejor de los casos, lo que pudimos ver en el debate televisado. La democracia que nos vende el IFE es una grotesca caricatura de su noción clásica (que vendría a ser una utopía a la que se debe intentar llegar, sabiendo que nunca será realizable totalmente).

La participación ciudadana en la política queda limitada, de ese modo, tal como lo planteaban dos teóricos políticos destacados, uno de ellos del siglo XVII, John Locke, y otro del siglo XX, Walter Lippman, señala Chomsky. Locke sostenía que “los ciudadanos deben estar informados de los asuntos públicos, pero no tienen derecho alguno a discutirlos” y menos a participar en la administración de esos asuntos públicos. Lippman señala que “para que una democracia funcione bien, el poder decisorio debe quedar limitado a una pequeña elite de “hombres responsables”. No debe haber ninguna intervención de “intrusos ignorantes y entrometidos” término aplicado al público en general, cuya función es la de mero espectador sin participación en el sistema político.[4]

Es algo que ya les sale muy bien, convertirnos a los ciudadanos comunes en meros espectadores, mostrarnos quiénes son esos hombres responsables y quiénes los intrusos.


[1] Cf http://www.expreso.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=15376:sepultan-candidatos-ciudadanos-para-2012&catid=3:nacional&Itemid=72
[2] Cf Pardinas, Juan E. El manual del dictador, Diario Reforma, 8 de abril de 2012, página 11.
[3] Chomsky, N. Política y Cultura a Finales del Siglo XX, Ariel, México 1996, página 20.
[4] Chomsky, op. cit., página 23.

Sunday, May 06, 2012

Con la misma piedra


Mark, Jarvis y Candida
Volver a Caer

Ricardo Martínez García

Lo confieso, a veces puedo llegar a ser tan ingenuo y olvidadizo. El 23 de abril pasado se presentó en México el grupo británico Pulp, del que me volví fan luego de escuchar “Sorted for E´s & Wiz” en alguna estación de radio, en el ya lejano año de 1995. Y digo que soy ingenuo u olvidadizo porque a pesar de que sabía que su presentación era en el Palacio de los Deportes, mi entusiasmo por verlos no disminuyó ni un ápice. Mi experiencia en conciertos en este lugar, que está bien para cosas como juegos de basquet con chicas lindas echando porras, ha sido decepcionante. Recuerdo claramente cuando fui a ver a Morrissey ahí, tras lo cual me prometí no volver a tan inapropiado recinto, al menos para conciertos. No pude sostener mi promesa.

Impulsado por la calidad y el carisma de Jarvis Cocker y compañía, que decidieron sacarle un poco de provecho a su buen catálogo musical dando algunos conciertos por el mundo, apenas me enteré de su visita a México el pasado mes de febrero, fui a comprar unos boletos para el que yo creí el evento musical del año. Finalmente llegó el día del concierto y me apersoné a las afueras del Palacio, inspeccioné los souvenirs propios del evento, sufrí una cancelación de última hora, cambié mi boleto sobrante por una hamburguesa y un refresco y me dispuse a escuchar a la ya veterana banda originaria de Sheffield, Inglaterra.

Igual que como cantó el desaliñado Cocker ahora en la canción referida,  me encontré de pronto solo en un lugar lejos de casa, sin amigos, lleno de personas que aplauden y bailan todo, que gritan y se emocionan más de lo requerido. Igual que como en el concierto de Morrissey, el sonido empezó a ser cada vez más distorsionado, menos nítido, no lograba distinguir los acordes de las guitarras, o el ritmo de la batería, pues el volumen era ensordecedor. Se trataba del efecto de rebote acústico típico del lugar.

Sin duda Pulp sigue siendo un grupo magnífico, sus canciones son grandiosas, escénicamente se defienden muy bien, pero la acústica del Palacio, al menos a mí, me hizo decidirme a abandonar el lugar antes de que terminara todo, enojado conmigo mismo por haber olvidado la experiencia previa en el concierto de Morrissey. Al menos ahora sí pude regresar rápido a casa, con un par de souvenirs, pero con el firme propósito de no regresar al Palacio de los Deportes, ensordecido y aturdido como me encontraba. Pero ya se sabe, los humanos tropezamos varias veces con la misma piedra, puede que por amor, olvido o por lo que sea.

Friday, May 04, 2012

Los juegos del hambre


Hermosa y heróica
El mito y la realidad
Los juegos del hambre

Ricardo Martínez García
Para conmemorar hambrunas pasadas, se organizan “Los Juegos del Hambre” en donde una pareja de cada uno de los 12 distritos, de una sociedad futurista y sobreviviente de algún conflicto global, compiten para ver quién sobrevive en un ambiente controlado por los propios organizadores. El juego es hasta morir. Hasta ahí el hilo narrativo de esta película basada en la novela de Suzanne Collins que también da nombre a la cinta.

Algunos detalles de la película señalan a ciertas referencias que van desde George Orwell -y su Big Brother de la novela 1984- a aspectos de la mitología griega. La tecnología permite al hombre controlar entornos físicos y naturales, a la manera de dioses olímpicos jugando con sus humanos favoritos, influyendo en ellos, ayudándolos con su amparo, o castigándolos en beneficio de un espectáculo masivo de dudosa eticidad.

Es posible suponer que no es casual, en ese sentido, que los protagonistas tengan diversas habilidades, pues está la arquera, la cazadora, el de poderosa musculatura, la sagaz, a la manera algunos héroes griegos como Atalanta, Hércules, Jasón, etc. De ese modo, los personajes de esta cinta se vuelven una especie de homenaje a los viejos héroes, que a su vez estaban bajo la protección de unos dioses que eran lo suficientemente humanos como para actuar de manera absurda, peligrosa e irresponsable. El mito aquí no se crea ni se destruye, solo se transforma.

La lucha entonces no es propiamente entre los participantes en estos Juegos del Hambre, es entre los que creen decidir libremente sus acciones (los adolescentes participantes del juego) y los que creen imponérselas a otros (los omnipotentes organizadores). La vieja lucha entre libertad contra determinismo, entre libre albedrío y manipulación.

El elenco cuenta con actores consagrados por el olimpo del celuloide, como Donald Shuterland (como el Presidente Snow, jefe máximo de los juegos, a la manera de un Zeus poderoso e inescrutable), Lenny Kravitz, Woody Harrelson, Stanley Tucci, entre otros, conduciéndose como esos dioses tan presas de sus pasiones como lo son sus propios protegidos, la nueva heroína Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) y Peeta Mellark (Josh Hutcherson).

La cinta es una interesante y entretenida combinación de ficción futurista, reality show, aventura, romance, pero que al no resolver algunos hilos argumentales hace prever la secuela.