Lujo y frivolidad
Ricardo Martínez García
En el París de finales del siglo XIX y principios del XX la alta sociedad estaba formada tanto por burgueses enriquecidos como por los miembros de la rancia nobleza, herederos de las grandes fortunas imperiales o nuevos inversionistas del maduro y floreciente capitalismo y la industrialización.
La cinta de Stephen Frears Chéri (09), magníficamente ambientada con fastuosos escenarios de arquitectura y decoración de lo que se dio en llamar la Belle Époque, periodo que resalta la frivolidad y la superficialidad a su más alto nivel, lo que representa un verdadero mentís al espíritu republicano de la Revolución de 1789, luego de monarquías, repúblicas e imperios restaurados, al menos entre la clase alta, narra la historia de amor entre Lea de Lonval (Michelle Pfeiffer), una experimentada cortesana –cuya manera de ganarse la vida la caracterizan como una dama de compañía de lujo, con posibles clientes como el primer ministro británico o el mismo príncipe de Gales- y el hijo de una colega suya, Charlotte Peloux (Cathy Bathes), un apuesto playboy consentido hasta la exageración, llamado Fred pero apodado Chéri (Rupert Friend).
Más allá de las circunstancias sociales y económicas y de los modelos y estigmas sociales (a ese nivel pareciera que todo está permitido, siempre que tenga “clase”), que no representan para ninguno de los involucrados absolutamente ningún problema, la relación amorosa que entablan Lea y Chéri la viven como una iniciación o preparación para la vida sexual del matrimonio pero también como un inadvertido pero verdadero proceso amoroso, solo que desfasado desde el inicio, debido en principio por la diferencia de edades. Esta situación se evidencia en el momento en que la Peloux decide casar a su hijo de manera sumamente conveniente con la hija de otra hermosa ex cortesana, la bella Edmée (Felicity Jones), de tan solo 18 años y con un valor de millón y medio de francos –de dote, o algo así, se entiende-. La reacción de esta nueva situación de los dos amantes les hará ver la naturaleza y los alcances de sus sentimientos, así como de sus consecuencias.
El lujo y la despreocupación de los estilos de vida de los personajes, que le tienen franca morriña a trabajar realmente (como buenos aristócratas), nos da una idea de cómo se las han gastado los más ricos de entre los ricos de todas las épocas en todos los lugares, o de aquellos que sin serlo tanto, están de algún modo vinculados a los verdaderamente ricos. Se trata de una película que no aborda directamente grandes problemas de la sociedad ni nada por el estilo, ni aborda cuestiones políticas en particular, pero la esencia dramática presupone tanto esas problemáticas sociales como las cuestiones políticas porque expone los pequeños y cotidianos problemas que se le presentan a personas que viven en ciertas condiciones sociales, cuya noción de la vida no pasa por la revisión de esos problemas sociales, justo porque para ellos esas condiciones no son nada, centrándose en aquello que necesitan para sentirse bien, ellos que lo tienen todo pero que de pronto parecieran experimentar una ausencia de sentido de su propia vida.
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