Thursday, January 31, 2008

El Amor Platónico

Las razones amorosas de Diótima

"El amor es una amistad con momentos eróticos."
Antonio Gala


Ricardo Martínez García


El día del amor y la amistad es un día especial. Se trata de un día que todos, de alguna manera, celebramos o al menos notamos. Compras de tarjetas o muñecos de peluche, globos metálicos y reuniones con la pareja o los amigos caracterizan esta celebración.
El fenómeno amoroso lo vivimos de acuerdo a lo que experimentamos y lo que asimilamos a lo largo nuestras vidas.

Nadie puede dudar de que nuestras primeras experiencias amorosas tienen su origen en nuestros padres que, desde que éramos bebés, nos hacen la vida fácil y llevadera. En esa época de nuestras vidas ellos nos cuidaron y protegieron, nos alimentaron y educaron.
Pero apenas comienza la adolescencia, y con ella el desarrollo físico y la fiesta de las hormonas, ya no nos basta con ese amor incondicional y paternal. Todo ese amor, que nos gustaba tanto, de pronto cambia, casi siempre para mal, que incluso en ocasiones lo vivimos como una carga o un estorbo del que nos avergonzamos y abochornamos.

En la adolescencia, nuestra recién inaugurada necesidad de independencia es más fuerte que el amor de nuestros padres, que sufre un desaire como pocos. Es normal, y también es normal que luego de cierto tiempo volvemos a quererlos, de manera diferente, sí, pero los seguimos queriendo.
Mientras tanto, nuestro “amor” (o cualquier cosa que hayamos creído que era ese amor) se enfocó en una solo persona, en un amigo o amiga, en unos pantalones viejos, en unos sucios tenis, en una patineta o bicicleta, en un peinado.
¿Qué ocurrió en esa transición de la infancia a la pubertad? ¿Qué hace que de repente nos descubran haciendo bizcos y contándole las pestañas a alguien mientras la miramos? ¿Qué nos mueve a solicitar información sobre direcciones, teléfonos, gustos, y si esa persona está disponible? ¿Qué nos lleva a ser “comunicativos” –por no decir chismosos- cuando siempre nos conocieron como pertenecientes al grupo de las “personas serias”?
He ahí unas cuantas preguntas sobre la naturaleza cotidiana y habitual de eso que llamamos amor.
La esencia del amor, su definición o concepto, es algo que se ha buscado desde que el género humano existe. Hay por supuesto miles de respuestas, dependiendo del tiempo, la cultura, el lugar y el humor, de lo que es el amor, y casi todas están entre sí relacionadas.
A mí me gusta especialmente la forma en que es examinado el amor en el diálogo platónico llamado “El Banquete”, también llamado “Symposyum”. El diálogo narra una reunión de amigos en una de esas convivencias griegas, muy comunes en aquella época, en las que los convidados discutían sobre algún tema particular mientas comían y bebían (sobre todo esto último, lo cual es una costumbre que no se ha perdido, imagínense: ¿qué sería de una fiesta sin alcohol?).
Al dicho Banquete asistieron diferentes personajes. Cada uno de ellos representa una opinión específica – que aún podemos hallar ahora- ante la cuestión sobre lo que es el amor. Tales posturas son discutidas por los participantes con una cada vez más notoria desinhibición hacia el tema, fruto del constante consumo de los buenos vinos griegos. Seguro que todos han notado cómo en las fiestas el alcohol hace que –en apariencia- todos se diviertan más, claro que si hay exceso entonces ya no hay desinhibición sino intoxicación y entonces la diversión la ofrecen los intoxicados.
El primer personaje en exponer su opinión es Fedro, que tiene un punto de vista a todas luces mítico. Señala que el amor es el “dios más antiguo, el más grande y admirable”, que es un dios que otorga virtudes y valores, esenciales para la convivencia social. El amor, para Fedro, es ante todo el respeto hacia los demás. “¿Respeto?”, preguntará alguno de ustedes, “Pero si lo que quiero es que nos faltemos al respeto, mamita”, dirá otro más audaz.
Es evidente que el respeto del que habla Fedro es aquel del cual dependen algunos valores como la confianza y la fidelidad, la intimidad compartida y la visión de una vida fundada en el compromiso. Veamos qué dicen los demás.
El segundo en exponer sus ideas es Pausanias, quien con el mismo tono mítico recuerda que el amor o Eros está muy ligado con la diosa Afrodita, pero como hay dos Afroditas entonces hay dos tipos de amor: el primero, perteneciente a Afrodita Pandemo, es el amor vulgar y azaroso, mientras que el otro, el de Afrodita Urania, es el amor bello y virtuoso. Así, el amor para Pausanias cuenta con una doble cualidad: el amor vulgar y el virtuoso.
Erixímaco, tercero en exponer sus opiniones y siendo médico, sostiene una explicación más orgánica (casi científica) que mítica: señala que la constitución de los cuerpos contiene en sí un “doble amor”, pues existe “el estado sano del cuerpo y el estado enfermo”. Lo que en realidad propone Erixímaco es una dualidad en la naturaleza, no sólo del amor que para él es meramente físico, sino de todas las cosas naturales.
Tal dualidad conduce a la atracción de los contrarios, como en el caso de los sexos para la reproducción. Como puede observarse, la explicación se enfoca en un aspecto del amor específico con un argumento un tanto forzado.
El comediante Aristófanes, otro de los convidados, sostiene, en tono de guasa y de manera ingeniosa, que el poder del amor era inmenso, que al principio del tiempo había tres tipos de seres humanos: los masculinos, los femeninos y los andróginos. Cada uno de estos seres tenía dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas. Según contó, eran tan poderosos que los dioses, envidiosos y temerosos de ellos, decidieron separarlos y alejarlos unos de otros, condenándolos a buscar incansablemente a su “otra mitad”.
La felicidad, según eso, consiste en reencontrarse y volver a ser un ser completo. Eso explicaría la atracción de hombres hacia otros hombres o mujeres a otras mujeres y finalmente de un hombre a una mujer (es decir, los seres andróginos o heterosexuales).
En su turno, Agatón contradice a Fedro en cuanto que el amor no es el más antiguo de los dioses sino el más joven, que tiene una forma flexiva, que la virtud del amor es igual tanto con los hombres como con los dioses, que es carente de violencia y que no hay mayor placer que el amor. Sería difícil estar en contra de sus argumentos.
Finalmente le toca el turno a Sócrates. Señala primero que los argumentos anteriores para describir al amor han sido básicamente adjetivos calificativos: que si el amor es bueno, bello, virtuoso, unificador, etcétera. Luego, Sócrates afirma que todo lo que sabe sobre el amor se lo debe a una mujer llamada Diótima con la que conversó alguna vez.
En la charla con Diótima Sócrates se dio cuenta de que en todos los casos el amor puede ser considerado tanto bello como feo, virtuoso como vulgar, unificador como separador, etcétera, pero que entonces es necesario comprender su naturaleza como algo intermedio entre los extremos.
Sócrates intenta señalar tanto la naturaleza del amor como su probable utilidad. Primero, el amor es amor a algo, a algo que no se posee; se desea aquello que no tenemos o que necesitamos. El amor no es un dios sino un genio o démon, es decir un estado emotivo, algo intermedio entre la divinidad y la humanidad que se dirige a la belleza y ésta prefigura al bien.
El amor también es deseo de vencer a la muerte con la generación de descendencia. Si el amor es amor por la belleza, comienza por la belleza sensible y asciende hasta llegar a la belleza de la sabiduría.
Diótima le explica a Sócrates el origen de Eros de la siguiente manera:
“Siendo hijo de Poros y Penía, Eros (como los griegos llaman al amor) se quedó con las siguientes características. En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es más bien duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y descubierto, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre.
“Por otra parte, de acuerdo a la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, filosofa a lo largo de toda su vida, y es un charlatán terrible, un embelesador y un sofista (conozco a varios así). No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia.
“Por otro lado, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser ni noble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar.
“La sabiduría, en efecto, es una de las cosas más bellas y Eros es amor de lo bello, de modo que Eros es necesariamente amante de la sabiduría [filósofo], y por ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del sabio y del ignorante”.
¿Cómo la ven desde ahí? Resulta evidente que para Platón el máximo objeto del amor es la sabiduría, pero ¿dónde quedó el amor de pareja?
El amor no está entonces en el objeto amado sino más bien en el acto de amar. El filósofo ama la sabiduría, el ignorante ama sus pasiones (o sus debilidades). El amor entre la pareja busca la reproducción esencialmente. Dice Diótima:
“Se cuenta una leyenda según la cual los que buscan la mitad de sí mismos son los que están enamorados (evidentemente se refiere a lo expuesto por Aristófanes), pero, según mi propia teoría, el amor no lo es ni de una mitad ni de un todo, a no ser que sea, amigo mío, realmente bueno, ya que los hombres están dispuestos a amputarse sus propios pies y manos, si les parece que esas partes de sí mismos son malas. Así que, en verdad, lo que los hombres aman no es otra cosa que el bien”.
Dicho amor, afirma Diótima, tiene una acción especial: un impulso creador, tanto en cuerpo como en alma. “La unión de hombre y mujer es, efectivamente, procreación y es una obra divina, pues la fecundidad y la reproducción es lo que de inmortal existe en el ser vivo, que es mortal”.
El problema para entender el fenómeno del enamoramiento, al menos para aquellos de nosotros que somos hijos educados con la ideología amorosa transmitida a través de la mercadotecnia, que nos vende ideas o modelos de lo que es lo bello, y que no necesariamente tienen que ver con las características estéticas presentes en la mayoría de la gente, es precisamente despojarnos de esos modelos estéticos irreales. Alcanzar a ver en las personas con quienes tratamos todos sus valores, pero sobre todo la belleza de su bondad.
Estar enamorado significa para mí tener la idea, clara y fuerte, de que alguien, por sus virtudes, vale completamente la pena tenerla como compañera o compañero de la vida (según sea el caso). Y ese enamoramiento dura mientras la idea se sostenga y esté vigente, es decir, mientras creamos en ella. El amor es una creencia.
Por otra parte, si el amor más alto es el amor a la sabiduría, ¿en dónde encontramos dicha sabiduría? En la experiencia de la vida y en lo que podemos sacar en limpio de ella; pero también en la literatura, en los escritos sapienciales presentes en todas las culturas del mundo.
Por poner un ejemplo, en el texto judío del Talmud se encuentran los “Dichos de los Padres” (o los Pirke Aboth) donde hay una frase que sintetiza una sabiduría que de tan profunda parece simple, y que se le atribuye al sabio Hillel:
“Solía decir: a más carne, más gusanos; a más riqueza, más preocupaciones; a más
mujeres, más brujería; a más doncellas, más lujuria; a más sirvientes, más robo;
a más Torá, más vida; a más aplicación, más sabiduría; a más consejo, más
comprensión; a más caridad, más paz”.1


1 Bloom, Harold, Dónde se encuentra la sabiduría, Santillana Ediciones, Barcelona, 2004.

Friday, January 25, 2008

Tarde de Toros

Rejoneador







Largas con muleta

Derechazo























Un natural





Fotos de Ricardo Martínez García

Wednesday, January 16, 2008

En el Valle de las Sombras


Con la bandera de cabeza
Ricardo Martínez García

Desde que Estados Unidos decidió invadir Irak “en nombre de la democracia”, ha enviado a cientos de miles de soldados a combatir en ese lugar de donde algunos regresan a su patria muertos o con severos problemas siquiátricos, de adicción a drogas o incluso existenciales.

Eso es al menos lo que nos muestra la película En el Valle de las Sombras (In the Valley of Elah, 07), del director Paul Haggis, responsable también del guión, cinta que puede ser el mejor drama bélico cinematográfico realizado en el 2007 a partir de un caso real y que con toda seguridad no es un caso aislado.

Haggis trabajó como guionista en las cintas de Clint Eastwood Flags of our fathers (06), aquella película que aborda la toma de Iwo Jima desde el lado de los norteamericanos y hermanada profundamente con su contraparte desde el lado japonés, Letters from Iwo Jima (06).

En el Valle de las Sombras muestra de manera sutil el compromiso social que tanto el director como los actores tienen con sus compatriotas, y es lo suficientemente descarnada como para llamar la atención y hacerle tomar conciencia al pueblo norteamericano de la alarmante situación que ha generado esa intervención en Irak en algunos soldados de las tropas destacadas en Irak.

De ninguna manera se trata de una casualidad que en los protagónicos se encuentren el gran actor de carácter Tommy Lee Jones y la muy versátil Susan Sarandon (a la que acabamos de ver en Enchanted, como la reina bruja malvada llamada Narissa) conocidos por su activismo social y el rechazo a la política de George Bush en política exterior.

Jones y Sarandon, que son en sí una garantía de calidad, interpretan a un comprensiblemente angustiado matrimonio ante la desaparición de su hijo, soldado recién llegado para un corto periodo de vacaciones pero de quien nadie sabe nada, especialmente el ejército, que solo atina a confirmar su ausencia sin permiso oficial.

Hank Deerfield, un sargento retirado (Jones), al no encontrar a su hijo, emprende una investigación por su cuenta que de inmediato encuentra las trabas de la policía militar y la indiferencia de las autoridades civiles por un soldado perdido. Su investigación, a la que se une la detective Emily Sanders, (Charlize Theron), entra en un cauce que no hubiera querido descubrir.

Las condiciones en las que los combatientes viven el día a día en Irak los vuelve ajenos a sí mismos de la manera más peligrosa posible. Los saca de su contexto vital y trastoca sus valores. Pierden su identidad cultural y racial para ser sólo soldados. Son así, deshumanizados, capaces de actos espantosos como atropellar a un niño y a la vez encontrarle gracia a lastimar heridos.

Las acciones en combate, incluidos los crímenes de guerra, son guardados por los cuerpos militares como si fueran secretos íntimos. Ante todo, se fomenta una hipócrita apariencia de normalidad, apariencia que intenta ocultar el grado de depravación que pueden alcanzar ciertas personas en condiciones extremas.

El Valle de Elah, que da título a la cinta, es el lugar bíblico en donde se supone que se dio el encuentro entre el enorme Goliat y el pequeño David, encuentro del que salió vencedor el israelita.

La leyenda es utilizada en la cinta como metáfora para señalar que la guerra emprendida por la única súper potencia mundial y sus incondicionales aliados (Gran Bretaña, España, Polonia, Italia, Australia, Japón y hasta Colombia,) contra “el terrorismo”, Al Qaeda, Irak o como quiera llamársele a su adversario en turno, está destinada al fracaso, como antes sucedió en Vietnam.

Si juzgamos por los cálculos de organizaciones no gubernamentales acerca del número de víctimas civiles en Irak desde mayo del 2003 y hasta 2008 el número puede ir de los 40 mil a casi el millón de muertos, lo cual resulta siempre terrible.

Evidentemente a la población norteamericana en general le podría importar más el número de sus propios soldados muertos, o su estado de salud o mental, que el de las víctimas iraquíes que sólo representan números grandes pero intangibles. El cuerpo de un soldado en su ataúd cubierto por una bandera sí que los conmueve.

El ex sargento Deerfield encuentra en una ocasión a un centroamericano colocando la bandera de su país al revés en un mástil, y mientras arregla su posición le explica que izarla al revés es signo de Emergencia Nacional.

Al final de la cinta, Deerfield recibe la bandera del destacamento de su hijo, quien la había enviado por paquetería desde Irak. Deerfield decide colocarla, como recordatorio de su hijo muerto y víctima del fuego amigo, de cabeza en un mástil.

Saturday, January 12, 2008

H. R. Giger y sus Creaciones
Ricardo Martínez García

En 1978 Ridley Scott le pidió a H. R. Giger y al italiano Carlo Rambaldi (éste creador del monstruo satánico en la película de Andrzej Zulawski Posesión, de 1981, y del E. T. en la cinta de Spielberg) que diseñaran el prototipo de un ser extraterrestre y los escenarios y efectos especiales para el clásico del cine de ciencia ficción: Alien, El Octavo Pasajero (79). Giger ganó el Oscar por Efectos Visuales gracias a sus diseños.

Ni Scott ni sus diseñadores sabían que dicho monstruo sería el elemento visual fantástico que perduraría y daría pie a una serie de películas en las que la actuación de la criatura voraz sería la atracción y en la que su enemigo mortal no es el ser humano, sino otro extraterrestre verrdaderamente depredador, el cual toma como un deporte ir a planetas lejanos tan sólo para eliminar en cacerías a los feroces aliens.

El creador de dicha criatura es Hans Ruedi Giger (1940), importante escultor y artista gráfico suizo, ampliamente conocido por sus exposiciones en Alemania, Francia, Italia, República Checa, Suiza, Estados Unidos y otros países a lo largo de más de cuarenta años.

En un principio fue diseñador de interiores con clara tendencia al arte, al cual pudo dedicarse de manera completa en 1968. Poco después se unió a la actriz Li Tober, relación que duró hasta que ella decidió dar fin a su vida en 1975.

El estilo artístico de Giger, que estudió arquitectura y diseño industrial en Zurich a principios de los años sesenta, incluye sus famosos diseños que combinan cuerpos con máquinas a las que él ha llamado objetos biomecánicos, y diseños de paisajes futuristas surrealistas y estrambóticos, por lo que no es extraño observar en su trabajo la influencia de artistas como Jean Cocteau y Dalí.
La extraña inspiración de Giger y su enorme imaginación -que lo han convertido en uno de los más destacados artistas del Realismo Fantástico- lo han hecho colaborar en cintas como Dunas , de David Lynch (76), Poltergeist 2 de Brian Gibson (86), Alien 3 de David Fincher (92) y en Batman Forever de Joel Schumacher (95), en ésta última diseñando el batimovil que conduce Val Kilmer.

Ha diseñado también las portadas de al menos diez discos de artistas como Debby Harry (ex de Blondie) y su álbum de 1981 KooKoo, para Emerson Lake and Pamer la del disco Brain Salad Surgery, para Steve Stevens y su Atrocity y para Dr Death con Somewhere in Nowhere. Había diseñado para el álbum de los Dead Kennedys titulado Frankenchrist un paisaje llamado Penis Landscape, pero por problemas legales quedó otra portada.


Giger ha destacado por sus exposiciones -tanto individuales como colectivas- y sus trabajos para el cine y para las mencionadas portadas de discos, pero también cuenta con una considerable obra editada, entre catálogos , diseños cinematográficos, y colecciones de ilustraciones, como la basada en el libro mágico de ficción creado por Howard Phillips Lovecraft llamado Necronomicon, del que Giger realizó dibujos y editó el H. R. Giger´s Necronomicon.

Lo anterior viene a cuento por la exhibición en México de Aliens vs Predator: Requiem (07), de los hermanos Greg y Colin Strause, la cual intenta aterrizar un argumento sobre esas dos criaturas alienígenas.

Resulta que estos aliens, llegados en una nave de depredadores a la tierra accidentalmente, pueden inocular a sus retoños directamente en una mujer preñada y salir de su incubación de manera inmediata. ¿Qué pasó con los huevos translúcidos de aquella clásica versión original? Dicha película suponía -era de ciencia ficción pura- que la humanidad contaba con la suficiente tecnología para enviar naves exploradoras a galaxias lejanas.

Las acciones en Aliens vs Predator: Requiem están ubicadas en el presente -situadas en el estado de Colorado, pero filmadas en una zona boscosa de Canadá- y la ficción consiste en la existencia de seres peligrosísimos que hacen de las suyas.

El diseño de las criaturas, inspiradas en las creadas por Giger, son buenas y corrieron a cargo de Amalgamated Dynamics y los artistas Alec Gillis y Tom Woodruff Jr. La cinta pretende superar a la primera parte, que con mayor imaginación incluía una pirámide enterrada en algún polo y que por la intrusión humana activa una especie de cacería.

Lo mejor de la película es que no se anda con sentimentalismos a la hora de mostrar el exterminio de la población. A pesar de ello, como siempre ocurre en estas cintas, sólo un reducido grupo de humanos, aquellos que no confiaron en el coronel y en su “ayuda”, logran salvarse de milagro. Y es cierto: si existieran criaturas tan omnipotentes como los aliens o el depredador, en un enfrentamiento con cualquiera de esas dos especies los humanos no tendríamos nada que hacer.

Thursday, January 10, 2008

El Golem de Gustav Meyrink

El Eclecticismo de Gustav Meyrink
Ricardo Martínez García

¿Quién puede decir con toda certeza que conoce a su propio yo, que es dueño de una confianza en sí mismo a prueba de todo, que puede distinguir entre la conciencia diurna y una cuasi conciencia del sueño, después de leer El Golem, del escritor austriaco Gustav Meyrink, libro que es en sí una colección ecléctica entre budismo, cábala, divinidades egipcias, magia y onirismo?

Gustav Meyrink nació en Viena el 19 de enero de 1868, hijo natural de la actriz Marie Mayer (apellido original de este escritor que luego cambiaría por Meyrink) y del ministro de Estado Carl Freiherr Von Varnbühler. Tal situación, de acuerdo con algunas de sus biografías, le causó gran número de humillaciones sociales.

Luego de irse a vivir a Praga y casarse y divorciarse, y de volverse a casar (y entre esos matrimonios un intento de suicidio -con pistola en mano y todo- frustrado por la entrega anónima de un folletín, el cual lo indujo a penetrar en el mundo del esoterismo), Meyrink ingresó en 1903 a la revista Lieber Augustin, la cual le publicaría sus primeros textos.

Los intereses literarios de este autor, aunados a su orígen y a su consecuente rechazo a la vida burguesa, lo condujeron a escribir los textos El soldado ardiente (1903), Orquídeas (04) y El museo de cera (08), todos publicados en el volumen de 1913 titulado El cuerno encantado del pequeño burgués alemán, textos que prefiguran el ambiente oscuro, onírico y siniestro que caracteriza a su obra maestra, El Golem, publicada en 1915.

No es una coincidencia que Meyrink haya sido miembro -por un tiempo- de la sociedad secreta denominada Hermetic Order of The Golden Down. Dicha sociedad estudiaba diversas influencias y expresiones de múltiples tradiciones esotéricas como la Teosofía de Helena Blavatsky, los extraños escritos del rosacruz Eliphas Lévi, del francés Papus, y la magia enochiana del Dr John Dee. Otros miembros destacados de esta sociedad fueron los fantásticos escritores Arthur Machen, Algernoon Blackwood, William Buttler Yeats y el ocultista satánico Aleister Crowley.

El relativo éxito conseguido con la publicación de El Golem le permitió a Meyrink adquirir una pequeña casa cercana al lago de Starnberg, en Baviera, y además la necesaria tranquilidad para dedicarse al estudio de las “ciencias ocultas”, la parasicología y hasta la telepatía.

No se sabe qué avances tuvo en dichas disciplinas. Lo que sí se conoce es el título de sus siguientes trabajos. El rostro verde (1916), La Noche de Walpurgis (17), El dominico blanco (21), La muerte violeta (22), En el umbral del más allá (23), e Historias de un alquimista (25), obras que dieron continuidad a sus obsesiones con las prácticas esotéricas y con su exploración del subconsciente, tal como en su obra maestra.

El Golem
Meyrinck sin duda conocía las viejas historias judías sobre el Golem, derivadas del relato del Génesis en el cual se dice que Dios creó al hombre de un trozo de barro al que dio forma y luego le infundió el «aliento de vida», o soplo de vida, concepto que en la cosmovisión homérica también se manejó como elemento primordial de lo que es el alma, y que posteriormente utilizaría Anaxímenes como principio de su filosofía natural.

Dichos relatos cuentan que en los orígenes de la era cristiana hubo un grupo de rabinos que creyó posible encontrar una fórmula mágica que les permitiera infundir vida e inteligencia artificial a una figura de barro, tal como Dios había hecho con Adán.

Se dice que los miembros de una secta judía en el siglo XII lograron una serie de combinaciones de los signos fonéticos hebreos, los cuales harían posible que una figura de arcilla cobrara vida cuando se le introducía en la boca un papel con los signos escritos.

El relato del golem más famoso -de acuerdo con información en la web- menciona a Rabbi Judah Loew el Maharal de Praga, un rabino de siglo XVI. Se le atribuye haber creado un golem para defender al gueto de Praga de los ataques antisemitas, así como para realizar las tareas cotidianas de la sinagoga.

Quienes hayan visto un capítulo de esa peculiar serie de televisión norteamericana que es una parodia de la literatura, los mitos y las figuras culturales llamada Los Simpson, en el que se hace alusión al golem, recordarán que es presentado como un monstruo enorme que cobra vida a voluntad de un rabino que introduce el papel mágico en su boca.

Un día el rabino olvida retirarle el papel al final de sus tareas, con lo que el golem (palabra que en hebreo moderno significa “tonto” o “estúpido”) sale fuera de control y provoca una serie de estropicios, los cuales terminan hasta que el rabino logra darle alcance y retirar el objeto mágico.
El protagonista de El Golem de Meyrink es un sujeto que cree vivir la vida de un tal Athanasius Pernath. La novela bien pudo titularse “El sombrero mágico” pues el narrador, que sueña estando entre dormido y despierto con un pasaje de la vida de Buda Gautama o Siddharta (la palabra Buda designa a aquellos que han despertado a través del Nirvana y por ello son unos iluminados), comienza a tener una disociación de su yo y en consecuencia a tener vivencias extrañas -como un encuentro con su doble, clara referencia al mito del doppelgänger, pero éste es todavía mejor encarnado en el muy decente asesino Laponder- luego de utilizar un sombrero que se pone de manera accidental.

Meyrink también pudo titular el libro “Romance en el Gheto”, ya que el narrador que cree ser Pernath vive enamorado de Angelina, una condesa que conoció en su olvidada infancia, pero su verdadero amor es Miriam, la hija del archivista de la sinagoga Shemajah Hillel, un sabio santo, conocedor de la cábala que reparte todos sus ingresos entre los pobres y que es el único que puede tranquilizar la atribulada mente de Pernath con el simple expediente de pasarle la mano por encima de los ojos.

Un “sueño” recurrente de Pernath, que en una ocasión es confundido con el mismísmimo Golem, presenta a un ser hermafrodita, una representación del dios egipcio Osiris, el cual parece ser clave en lo que para la novela sería el equivalente al acceso al Nirvana budista.

El eclecticismo de la novela entraña una exploración del yo casi en los terrenos del gnosticismo, tal como Harold Bloom lo entiende, y una natural con-fusión de concepciones místicas y mítico-religiosas, si se considera que a lo largo de la historia de la humanidad los mitos y ritos se reciclan constantemente, y las migraciones llevan y traen dichas creencias de un lado para otro.

El Golem es, a fin de cuentas, una obra sumamente interesante por todas sus implicaciones culturales y folclóricas.