El Eclecticismo de Gustav Meyrink
Ricardo Martínez García
¿Quién puede decir con toda certeza que conoce a su propio yo, que es dueño de una confianza en sí mismo a prueba de todo, que puede distinguir entre la conciencia diurna y una cuasi conciencia del sueño, después de leer El Golem, del escritor austriaco Gustav Meyrink, libro que es en sí una colección ecléctica entre budismo, cábala, divinidades egipcias, magia y onirismo?
Gustav Meyrink nació en Viena el 19 de enero de 1868, hijo natural de la actriz Marie Mayer (apellido original de este escritor que luego cambiaría por Meyrink) y del ministro de Estado Carl Freiherr Von Varnbühler. Tal situación, de acuerdo con algunas de sus biografías, le causó gran número de humillaciones sociales.
Luego de irse a vivir a Praga y casarse y divorciarse, y de volverse a casar (y entre esos matrimonios un intento de suicidio -con pistola en mano y todo- frustrado por la entrega anónima de un folletín, el cual lo indujo a penetrar en el mundo del esoterismo), Meyrink ingresó en 1903 a la revista Lieber Augustin, la cual le publicaría sus primeros textos.
Los intereses literarios de este autor, aunados a su orígen y a su consecuente rechazo a la vida burguesa, lo condujeron a escribir los textos El soldado ardiente (1903), Orquídeas (04) y El museo de cera (08), todos publicados en el volumen de 1913 titulado El cuerno encantado del pequeño burgués alemán, textos que prefiguran el ambiente oscuro, onírico y siniestro que caracteriza a su obra maestra, El Golem, publicada en 1915.
No es una coincidencia que Meyrink haya sido miembro -por un tiempo- de la sociedad secreta denominada Hermetic Order of The Golden Down. Dicha sociedad estudiaba diversas influencias y expresiones de múltiples tradiciones esotéricas como la Teosofía de Helena Blavatsky, los extraños escritos del rosacruz Eliphas Lévi, del francés Papus, y la magia enochiana del Dr John Dee. Otros miembros destacados de esta sociedad fueron los fantásticos escritores Arthur Machen, Algernoon Blackwood, William Buttler Yeats y el ocultista satánico Aleister Crowley.
El relativo éxito conseguido con la publicación de El Golem le permitió a Meyrink adquirir una pequeña casa cercana al lago de Starnberg, en Baviera, y además la necesaria tranquilidad para dedicarse al estudio de las “ciencias ocultas”, la parasicología y hasta la telepatía.
No se sabe qué avances tuvo en dichas disciplinas. Lo que sí se conoce es el título de sus siguientes trabajos. El rostro verde (1916), La Noche de Walpurgis (17), El dominico blanco (21), La muerte violeta (22), En el umbral del más allá (23), e Historias de un alquimista (25), obras que dieron continuidad a sus obsesiones con las prácticas esotéricas y con su exploración del subconsciente, tal como en su obra maestra.
El Golem
Meyrinck sin duda conocía las viejas historias judías sobre el Golem, derivadas del relato del Génesis en el cual se dice que Dios creó al hombre de un trozo de barro al que dio forma y luego le infundió el «aliento de vida», o soplo de vida, concepto que en la cosmovisión homérica también se manejó como elemento primordial de lo que es el alma, y que posteriormente utilizaría Anaxímenes como principio de su filosofía natural.
Dichos relatos cuentan que en los orígenes de la era cristiana hubo un grupo de rabinos que creyó posible encontrar una fórmula mágica que les permitiera infundir vida e inteligencia artificial a una figura de barro, tal como Dios había hecho con Adán.
Se dice que los miembros de una secta judía en el siglo XII lograron una serie de combinaciones de los signos fonéticos hebreos, los cuales harían posible que una figura de arcilla cobrara vida cuando se le introducía en la boca un papel con los signos escritos.
El relato del golem más famoso -de acuerdo con información en la web- menciona a Rabbi Judah Loew el Maharal de Praga, un rabino de siglo XVI. Se le atribuye haber creado un golem para defender al gueto de Praga de los ataques antisemitas, así como para realizar las tareas cotidianas de la sinagoga.
Quienes hayan visto un capítulo de esa peculiar serie de televisión norteamericana que es una parodia de la literatura, los mitos y las figuras culturales llamada Los Simpson, en el que se hace alusión al golem, recordarán que es presentado como un monstruo enorme que cobra vida a voluntad de un rabino que introduce el papel mágico en su boca.
Un día el rabino olvida retirarle el papel al final de sus tareas, con lo que el golem (palabra que en hebreo moderno significa “tonto” o “estúpido”) sale fuera de control y provoca una serie de estropicios, los cuales terminan hasta que el rabino logra darle alcance y retirar el objeto mágico.
El protagonista de El Golem de Meyrink es un sujeto que cree vivir la vida de un tal Athanasius Pernath. La novela bien pudo titularse “El sombrero mágico” pues el narrador, que sueña estando entre dormido y despierto con un pasaje de la vida de Buda Gautama o Siddharta (la palabra Buda designa a aquellos que han despertado a través del Nirvana y por ello son unos iluminados), comienza a tener una disociación de su yo y en consecuencia a tener vivencias extrañas -como un encuentro con su doble, clara referencia al mito del doppelgänger, pero éste es todavía mejor encarnado en el muy decente asesino Laponder- luego de utilizar un sombrero que se pone de manera accidental.
Meyrink también pudo titular el libro “Romance en el Gheto”, ya que el narrador que cree ser Pernath vive enamorado de Angelina, una condesa que conoció en su olvidada infancia, pero su verdadero amor es Miriam, la hija del archivista de la sinagoga Shemajah Hillel, un sabio santo, conocedor de la cábala que reparte todos sus ingresos entre los pobres y que es el único que puede tranquilizar la atribulada mente de Pernath con el simple expediente de pasarle la mano por encima de los ojos.
Un “sueño” recurrente de Pernath, que en una ocasión es confundido con el mismísmimo Golem, presenta a un ser hermafrodita, una representación del dios egipcio Osiris, el cual parece ser clave en lo que para la novela sería el equivalente al acceso al Nirvana budista.
El eclecticismo de la novela entraña una exploración del yo casi en los terrenos del gnosticismo, tal como Harold Bloom lo entiende, y una natural con-fusión de concepciones místicas y mítico-religiosas, si se considera que a lo largo de la historia de la humanidad los mitos y ritos se reciclan constantemente, y las migraciones llevan y traen dichas creencias de un lado para otro.
El Golem es, a fin de cuentas, una obra sumamente interesante por todas sus implicaciones culturales y folclóricas.
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