Con la bandera de cabeza
Ricardo Martínez García
Ricardo Martínez García
Desde que Estados Unidos decidió invadir Irak “en nombre de la democracia”, ha enviado a cientos de miles de soldados a combatir en ese lugar de donde algunos regresan a su patria muertos o con severos problemas siquiátricos, de adicción a drogas o incluso existenciales.
Eso es al menos lo que nos muestra la película En el Valle de las Sombras (In the Valley of Elah, 07), del director Paul Haggis, responsable también del guión, cinta que puede ser el mejor drama bélico cinematográfico realizado en el 2007 a partir de un caso real y que con toda seguridad no es un caso aislado.
Haggis trabajó como guionista en las cintas de Clint Eastwood Flags of our fathers (06), aquella película que aborda la toma de Iwo Jima desde el lado de los norteamericanos y hermanada profundamente con su contraparte desde el lado japonés, Letters from Iwo Jima (06).
En el Valle de las Sombras muestra de manera sutil el compromiso social que tanto el director como los actores tienen con sus compatriotas, y es lo suficientemente descarnada como para llamar la atención y hacerle tomar conciencia al pueblo norteamericano de la alarmante situación que ha generado esa intervención en Irak en algunos soldados de las tropas destacadas en Irak.
De ninguna manera se trata de una casualidad que en los protagónicos se encuentren el gran actor de carácter Tommy Lee Jones y la muy versátil Susan Sarandon (a la que acabamos de ver en Enchanted, como la reina bruja malvada llamada Narissa) conocidos por su activismo social y el rechazo a la política de George Bush en política exterior.
Jones y Sarandon, que son en sí una garantía de calidad, interpretan a un comprensiblemente angustiado matrimonio ante la desaparición de su hijo, soldado recién llegado para un corto periodo de vacaciones pero de quien nadie sabe nada, especialmente el ejército, que solo atina a confirmar su ausencia sin permiso oficial.
Hank Deerfield, un sargento retirado (Jones), al no encontrar a su hijo, emprende una investigación por su cuenta que de inmediato encuentra las trabas de la policía militar y la indiferencia de las autoridades civiles por un soldado perdido. Su investigación, a la que se une la detective Emily Sanders, (Charlize Theron), entra en un cauce que no hubiera querido descubrir.
Las condiciones en las que los combatientes viven el día a día en Irak los vuelve ajenos a sí mismos de la manera más peligrosa posible. Los saca de su contexto vital y trastoca sus valores. Pierden su identidad cultural y racial para ser sólo soldados. Son así, deshumanizados, capaces de actos espantosos como atropellar a un niño y a la vez encontrarle gracia a lastimar heridos.
Las acciones en combate, incluidos los crímenes de guerra, son guardados por los cuerpos militares como si fueran secretos íntimos. Ante todo, se fomenta una hipócrita apariencia de normalidad, apariencia que intenta ocultar el grado de depravación que pueden alcanzar ciertas personas en condiciones extremas.
El Valle de Elah, que da título a la cinta, es el lugar bíblico en donde se supone que se dio el encuentro entre el enorme Goliat y el pequeño David, encuentro del que salió vencedor el israelita.
La leyenda es utilizada en la cinta como metáfora para señalar que la guerra emprendida por la única súper potencia mundial y sus incondicionales aliados (Gran Bretaña, España, Polonia, Italia, Australia, Japón y hasta Colombia,) contra “el terrorismo”, Al Qaeda, Irak o como quiera llamársele a su adversario en turno, está destinada al fracaso, como antes sucedió en Vietnam.
Si juzgamos por los cálculos de organizaciones no gubernamentales acerca del número de víctimas civiles en Irak desde mayo del 2003 y hasta 2008 el número puede ir de los 40 mil a casi el millón de muertos, lo cual resulta siempre terrible.
Evidentemente a la población norteamericana en general le podría importar más el número de sus propios soldados muertos, o su estado de salud o mental, que el de las víctimas iraquíes que sólo representan números grandes pero intangibles. El cuerpo de un soldado en su ataúd cubierto por una bandera sí que los conmueve.
El ex sargento Deerfield encuentra en una ocasión a un centroamericano colocando la bandera de su país al revés en un mástil, y mientras arregla su posición le explica que izarla al revés es signo de Emergencia Nacional.
Al final de la cinta, Deerfield recibe la bandera del destacamento de su hijo, quien la había enviado por paquetería desde Irak. Deerfield decide colocarla, como recordatorio de su hijo muerto y víctima del fuego amigo, de cabeza en un mástil.
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