Un cuento fantástico
Ricardo Martínez García
Ubicada a la mitad de una especie de falso documental de cierto estilo que recuerda a Reli...qué? (Larry Charles, 09), donde se muestra que la fe de muchas personas es irreflexiva y es más un acto inconsciente que no examina racionalmente aquello en lo que cree, y de una cinta de esencia hermética aunque muy por debajo de la elegancia de cintas como Ojos bien cerrados (Stanley Kubrik, 99), El último exorcismo (Daniel Stamm, 10) es una narración con una pretendida seriedad documental sobre la falsedad de las posesiones pero que, en una vuelta de tuerca jamesiana, se vuelve algo totalmente inesperado, cuyo desenlace coloca a la cinta en una línea argumentativa semejante a la de ciertos cuentos de terror de principios del siglo XX, como Antiguas Brujerías, de Algernon Blackwood.
El argumento gira en torno de la premisa falaz que dice “si crees en Dios, crees en el diablo”, sin proponer argumentos de índole teológica que pudieran aclarar cómo esos dos conceptos pueden equipararse. La cinta muestra a un pastor, Cotton Marcus (Patrick Fabian) que sabe de la ignorancia de su grey respecto a varios aspectos de su manera de vivir el culto, caracterizada por su irreflexibilidad e inconsciencia, y decide mostrar en un documental cómo la gente cree en los exorcismos y en la manera fraudulenta en que se realizan, con trucos de feria aplicados en la persona supuestamente poseída. Marcus atiende a una chica llamada Nell, (Ashley Bell) a la que él supone trastornada o incluso violentada pero no poseída. Los problemas comienzan cuando Nell se aparece en su habitación en medio de la noche. De ahí se desata una serie de acontecimientos en los que Marcus pasa de exorcista fraudulento a cruzado sin esperanza en medio de algo que él jamás hubiera imaginado: caer en manos de una comunidad que está más allá del catolicismo o cristianismo y que hunde sus raíces en un culto mucho más primigenio que el de éstas doctrinas.
Mucho menos insatisfactoria que La bruja de Blair, El último exorcismo es un mediano intento por mostrar algo diferente en el género, pero cuyo resultado no hará olvidar de ningún modo al clásico de William Friedkin.