Lo mejor de la cinta es Olivia Wilde |
Virtualmente soporífera
Ricardo Martínez García
Ni la inclusión de la bella Olivia Wilde (House) puede aligerar la densa y sosa trama de videojuego que prevalece en esta cinta de Joseph Kosinski, Tron: Legacy (10) en la que un programador llamado Kevin Flynn (Jeff Bridges) logra pasar de la vida natural a una existencia digital dentro de un mundo computarizado, como si fuera una especie de Jumanji digital, pero con escenografías tristes y oscuras, con efectos de colores fosforecentes y ese tipo de parafernalia que supone un mundo virtual.
Flynn logra el objetivo de trasladar su vida a ese cosmos digital pero no logra evitar que el sistema genere un doble suyo, quién sabe cómo y sin explicarse la razón de esto, y que además se convierta en su antagonista llamado Clu, que pretende regresar al mundo de los humanos –de los usuarios- para… apoderarse de él, como cualquier villano que se precie de serlo.
Si la cinta del mismo nombre dirigida por Steven Lisberger en 1982, que giraba en torno de un programador cuya vida pasa a ser parte de sus propios programas (interpretado por el mismo Bridges), y de un personaje generado por computadora llamado Tron, no fue un gran éxito de taquilla ni mucho menos, esta nueva versión queda a deber, a pesar del avance de los efectos especiales.
El resultado es una cinta chata y sin chiste, predecible y absurda, cuyo efecto más grande en algunos espectadores es un sopor que invita al bostezo o al abandono de la sala de cine en busca de algo menos aburrido. Triste regreso a la pantalla grande de Bridges.
No comments:
Post a Comment