La fuerza de la actuación |
El poder de la palabra
Ricardo Martínez García.
La cinta El artista, del director francés Michael Hazanavicius es una oda al viejo cine insonoro de principios del siglo XX. Los hermanos August y Louis Lumiére inventaron el proyector cinematográfico, que hizo posible la realización de historias fílmicas que han alimentado la imaginación de millones de personas desde entonces, generando una industria que supo desarrollar y evolucionar enormemente el Hollywood de antaño.
Más allá de la convencional historia de la caída de un ídolo y de su redención, y de su carácter de homenaje intrínseco a la propia cinematografía, El Artista propone una superación del cine mudo, más que ruptura, cuyo lenguaje narrativo estaba limitado a las imágenes y a la musicalización.
El personaje de George Valentin (una especie de homenaje a Rudolph Valentino), interpretado por Jean Dujardin, se encuentra atrapado en esa limitación narrativa, y se horroriza ante la posibilidad de que su mundo cinematográfico se vuelva sonoro, a excepción de sí mismo.
La historia de las estrellas cinematográficas consta de ciertas etapas, según se ve en la cinta: descubrimiento, ascenso, riqueza, declive y olvido (más patente en La invención de Hugo, de Scorsese). En los mejores casos la memoria obliga al recuerdo y a la recuperación de ciertos personajes clave, con los homenajes y celebraciones a las grandes obras. Hay un cierto paralelismo en las historias de romances que inician, se desarrollan y se disuelven, por las circunstancias que se quieran.
George Valentin es un maestro de la actuación gesticular, de la expresión corporal, pero el cine necesitaba una evolución, y eso fue lo que le dio la sonorización. Tratar de oponerse a esa transformación técnica lo relega al olvido. Su segunda oportunidad se la da Peppy Miller (Bérenice Bejo) que él tarda en entender y tomar.
El artista es una cinta cuyo mérito es ser un homenaje a la cinematografía insonora, aunque en ese sentido los que hemos crecido en la tradición del cine sonoro tal vez no lo apreciemos ya tanto. Pero no se podrá negar que tal celebración del quehacer cinematográfico es mucho más completa en La invención de Hugo, que debió ganar en la más reciente entrega de los Oscares el premio a la mejor película, esa es mi convicción.
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