Ricardo Martínez García
Beneficiaria de una expectativa
interesante al ser anunciada como la precuela de El Conjuro (James
Wan, 13), aquella exitosa cinta de terror presumiblemente basada en
hechos reales consignados por el matrimonio Warren, la cinta Anabelle
(John R. Leonti, 14) no alcanza a cubrir tales expectativas
generadas.
A pesar de contar con una narración
fílmica pulcra y sin excesos visuales en efectos especiales, la
cinta no logra horrorizar de lleno a la audiencia, ávida de imágenes
escalofriantes como las vistas en otras cintas del género, como La
noche del demonio (10) y la propia El conjuro (13), ambas dirigidas
por James Wan, quien también es productor ejecutivo de la serie
televisiva American Horror Story, y de Anabelle.
La propia naturaleza de ser un caso
examinado secundariamente en El conjuro, pero ahora como historia
central de esta cinta parecería hacer de Anabelle una historia más
apoteósica si cabe la palabra.
Mia y John (Anabelle Wallis y Ward
Horton) son un joven matrimonio que sufren el allanamiento de su casa
por parte de un par de fanáticos de una secta satánica. La policía
da muerte a ambos, pero en ese acto al parecer hay una transferencia
sobrenatural hacia una muñeca, Anabelle, parte de la colección de
Mia.
A partir de ese momento comienzan a
ocurrir extraños hechos relacionados con la muñeca, aunque Mia
tarda en hilar tal relación. Cuando lo hace, recurre a la ayuda de
una nueva amiga, propietaria de una librería esotérica, Evelyn
(Alfre Woodard), y de un sacerdote católico, el padre Pérez (Tony
Amendola), quienes intentarán ayudarla.
En El Exorcista (Friedkin, 73) el padre
Merrin (Max Von Sidow) termina por sacrificarse por la víctima
poseída; en El Conjuro son los Warren (Vera Farmiga y Patrick
Wilson) quienes ponen a salvo a la familia en problemas; en Anabelle
también se sacrifica alguien por el bienestar de la familia,
siguiendo un modelo de personajes buenos y malos, manifestación de
la vieja dualidad bueno y malo. Esperemos que el bien siempre
triunfe, y si lo hace espectacularmente, qué mejor.