Amigos y adversarios |
Vistazo Retro
Ricardo Martínez García
En 1953 el escritor inglés Ian Fleming publicó su primera novela en
la que aparece el agente 007 James Bond, el personaje más famoso de
los servicios secretos de la Corona Británica, y cuyo estilo
narrtivo ha influido ampliamente en el mundo televisivo y
cinematográfico. Fleming murió en 1964, luego de escribir más de
una docena de novelas con Bond como protagonista.
La serie de televisión “El Agente de Cipol” fue producida entre
1964 y 1968 por la cadena norteamericana NBC. El argumento estaba
ubicado durante la llamada Guerra Fría, e irónicamente dos agentes,
uno norteamericano y otro ruso, se ven reunidos para enfrentar a una
organización criminal que ha rebasado a las autoridades de ambas
naciones. Los protagonistas eran Napoleón Solo (Robert Vaughn) e
Illya Kuriakin (David McCallum).
Es de esa serie de la que toma inspiración el director británico
Guy Ritchie para su nueva película “El agente de Cipol” (2015),
en la que los actores Henry Cavill y Armie Hammer dan vida a Solo y a
Kuryakin respectivamente. La propuesta cinematográfica de Ritchie
resulta una combinación de frescura y a la vez de homenaje a la
serie de los sesenta. (La franquicia que protagoniza Tom Cruise hace
lo propio pero a partir de una serie más o menos contemporánea a la
del Agente de Cipol: Misión Imposible).
Solo y Kuryakin compiten por rescatar a la hija de un científico
nuclear alemán, el cual es obligado a construir una bomba por una
organización criminal. Solo gana la partida, logrando poner a salvo
a Gaby (Alicia Vikander), pero a partir de ahí se ven obligados a
emprender una misión en conjunto, bajo el mando de Alexander Waverly
(Hugh Grant, ya lejos de los papeles de galán), generando
situaciones que van de lo combativo a lo colaborativo.
Aunque la película tarda ligeramente en tomar ritmo, cuenta con
buenas dosis de humor y una trama que genera intriga y expectación.
Ritchie lleva a cabo una buena película homenaje a aquella serie de
televisión, cuya historia deja de lado el peligro inminente de una
guerra nuclear entre las dos potencias de entonces, para centrarse en
el combate a las organizaciones criminales que eventualmente
representaban amenazas más inmediatas a la precaria estabilidad
geopolítica durante ese periodo de la postguerra.
Como de costumbre en las cintas de Ritchie, es de destacar el sonido,
así como el trabajo recopilatorio realizado para el soundtrack;
mención particular merece la adecuada fotografía y el uso mesurado
de los efectos especiales, dando prioridad a la escenografía y a las
actuaciones.
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