Monday, April 23, 2007

Casas verdes para tomates rojos
Ricardo Martínez García

El territorio de Israel es en gran parte un páramo desértico, en el que es muy difícil cultivar y obtener una producción suficiente de alimentos para satisfacer la demanda de consumo de su población; posee además un clima muy variado pese a su pequeña extensión. Los israelíes, no obstante estas dificultades, han tenido que enfrentarse a la necesidad de vivir y cultivar en el desierto, sobre todo desde de la fundación de Israel como estado independiente, en 1948.

Con gran inventiva, lograron no sólo satisfacer sus necesidades sino que ahora exportan tecnología agrícola de alto nivel, consecuencia de la creación y experimentación de sistemas de cultivos rápidos y productivos en sus kibutz.

El cultivo en invernaderos (greenhouses en inglés, o sea casas verdes en español) es un sistema utilizado con gran éxito, y se ha vuelto un producto de exportación. Algunos ingenieros agrónomos israelíes que se dedican a la fabricación y operación de invernaderos llegaron a México hace varios años ya, y han estado haciendo negocio con varios productores mexicanos.
Los campesinos que forman la Integradora de Productores de Santa Martha Chichihualtepec son un ejemplo de lo anterior.

Santa Martha es una población perteneciente al municipio de Ejutla de Crespo, próxima a Ocotlán, aproximadamente a dos horas de viaje en auto desde la ciudad de Oaxaca, por la carretera federal hacia Puerto Escondido.

La Integradora de Productores la conforman, para el proyecto de compra de invernaderos, alrededor de veinte campesinos que, con grandes esfuerzos económicos (muchos de ellos han tenido que recurrir a parientes en Estados Unidos para solventar los gastos) han logrado adquirir invernaderos que dedicarán al cultivo del tomate rojo.

Dos árabes y un judío en Oaxaca

Guideon Mishaeli es especialista en el cultivo de rosas en invernadero y se describe a sí mismo como un ingeniero agrónomo, internacional y “que no habla español”; es el técnico enviado por la empresa Telman a México, avalado por el Ministerio de Agricultura de Israel, para asesorar a los productores mexicanos en el montaje y operación de los invernaderos.

Con Mischaeli trabajan dos técnicos palestinos que llegaron a Santa Martha algunos días antes de Semana Santa; se llaman Harat y Alá. Han tenido grandes dificultades para comunicarse pues sólo hablan árabe, y aunque casi nadie les entiende, lucen adaptados al menos a nivel personal en la convivencia con los trabajadores mexicanos. Alá, joven de unos treinta años es muy risueño y dice con toda claridad algunos vocablos que ha aprendido: “gracias” y “mañana”. Harat, cuarentón pequeño y de frágil figura, parlotea en árabe constantemente con su compañero, quien lo mira y asiente. Parece ser el líder de ambos.

Harat es casado y, según se logró dejar en claro, tiene sólo una esposa (parece que en su cultura se les permite tener hasta cuatro, siempre que puedan mantenerlas); ha encontrado un incentivo para trabajar tiempo extra en el campo donde se encuentra uno de los invernaderos: una joven local intenta enseñarle algo de español. “Esto se llama oreja, esto cachete”, dicen que le enseña.

La presencia de Mischaeli obedece al retraso en el trabajo del armado de los invernaderos. Mischaeli habla hebreo, árabe e inglés, en ese orden de más a menos, y también tiene dificultades para hacerse entender entre los productores. En ocasiones, este reportero tiene que hacer de intérprete, con resultados a veces poco satisfactorios: el inglés de Mischaeli es de acento gutural y extraño. Al señalarle esta situación, sonríe y señala que el inglés no es su lengua materna, “the same for me” respondo.

Para Mischaeli, en el diccionario de los campesinos productores debería desaparecer el vocablo “mañana” (que tan bien ha aprendido Alá). Por lo que se ve, el mismo Mischaeli desconoce algunos vocablos que harían más grata su tarea, tanto para él como para los demás: “Thank you” o “Please”. Su tono de voz pertenece más a la de un duro capataz que a la de un especialista agrícola con mucho mundo que ha estado en Uganda, Tailandia, Venezuela, y un largo etcétera.

La conexión con México

Los ritmos de trabajo entre mexicanos e israelí no se empatan completamente: los campesinos prefieren trabajar en las horas en que el sol no pega tan fuerte, con sus consiguientes pausas; el israelí prefiere hacerlo de un jalón, de 9 a 19 horas. No obstante el desentendido, todos trabajan duramente.

El distribuidor de productos agrícolas y enlace con Israel es el ingeniero Julio César Mendoza, quien es el que hace el trabajo de relaciones públicas entre los extranjeros y los productores locales.

El trabajo de este ingeniero parece ser el eje central de la actividad, pues la adquisición de los invernaderos se realiza luego de una eficaz labor de marketing: muestra los beneficios de sus productos y sus características, realiza los contratos, hace depósitos, va y viene, pasa largas jornadas con los campesinos, los asesora.

Algunos productores lo invitan a comer a sus casas, a tomar cerveza o a beber mezcal (invitaciones difíciles de rechazar). Se entiende tanto con los productores locales como con los proveedores israelíes. Incluso es el encargado de recoger en el aeropuerto a los especialistas extranjeros y transportarlos a su lugar de trabajo.

El cuidado del agua

Santa Martha es un lugar áspero y agreste pero, del mismo modo que en Israel, los campesinos luchan contra la adversidad del terreno y logran sacarle el mayor provecho. En tiempos mejores, en los que el calentamiento global todavía no aparecía en el mapa, había un río y hasta una pequeña presa, pero de ello ya sólo quedan los vestigios.

Todos los campesinos están conscientes de la necesidad de utilizar el agua disponible, que no es mucha, de la mejor manera posible. Por eso es que ven en la utilización de los invernaderos una buena manera de economizar el agua, ya que cuentan con un sistema de irrigación que mejora el aprovechamiento del vital líquido.

Uno de ellos comenta, sin hacer alarde de su buena suerte, que en una parte de su terreno cuenta con un pequeño manantial, lo que le asegura buena irrigación a sus cultivos. Otros comentan en voz alta que podría ser bueno entubar esa agua. “Sí, se puede hacer” es la respuesta.

Actualmente algunos campesinos cuentan con varios invernaderos de fabricación nacional, pero esperan que con los nuevos invernaderos logren obtener hasta cinco cosechas al año. “Sólo de esa manera nos costea” señala uno de los productores, don Celestino, quien tiene ya tres invernaderos. “Vendemos nuestros tomates en Ocotlán, en Oaxaca y a veces en México si nos va bien, sobre todo cuando los productores de Sinaloa no alcanzan su máximo”.

El ingeniero Mendoza explica que Sinaloa es el estado donde se ubican los mayores productores de tomate, y además es uno de los estados que cuentan con mayor número de invernaderos, tal vez sólo por debajo de Baja California Norte. “La proximidad con Estados Unidos los motiva, pues producen puro producto para el otro lado”, comenta.

Lo mejor del efecto invernadero

Todos coinciden en que estos invernaderos son mejores tanto en precio y en calidad respecto a los nacionales, los cuales tienen una vida útil de seis años, a diferencia de los cuarenta del producto israelí, de acuerdo con la información ofrecida por el ingeniero mexicano.

“Tiene que ser, el material está galvanizado por dentro y por fuera y no se oxida, los postes son angulares y no tubulares, lo cual aumenta la fuerza de resistencia. Además los plásticos utilizados, que logran mayor difusión de la luz y menor radiación ultravioleta, y una correcta ventilación, irrigación y fertilización, permiten el mayor crecimiento de las plantas del tomate, o de lo que se plante, conservando sus mejores características”, explica el ingeniero Mendoza.

La tecnología agrícola avanzada no se limita al uso de invernaderos, sino al uso de diferentes variedades de tomate, no sólo de la variedad más común en México, como la Roma, sino de nuevas variedades como la Vanesa, la Laura y la Gabriela. Nadie pudo explicar la razón de esos nombres.

Existen otras variedades generadas con grandes técnicas agrícolas provenientes de Holanda o de otros países europeos y son las mejores para usarse en invernadero, aunque son probablemente muy caras para el productor nacional, tales variedades son la Trust, la Match, la Switch, y la Blitz. Aunque claro, si se adquieren semillas de esas variedades, el precio baja a mayores adquisiciones

Otra cuestión esencial la representa el tipo de tierra y los fertilizantes que se utilicen en el cultivo del tomate. Mischaeli habló de realizar análisis de suelo y a partir de los resultados determinar qué tipo de fertilizantes utilizar. Según dijo, la ceniza volcánica es uno de los mejores fertilizantes naturales.

Las plagas del tomate son un problema, explicó el ingeniero Mendoza, pues la utilización excesiva de pesticidas puede afectar la composición bioquímica del producto, lo que se aprecia en el sabor, el color y el tamaño.

En Santa Martha Chichihualtepec lo que más les interesa a los productores es que puedan recuperar lo invertido a mediano plazo (y si se puede a corto, pues muchos de ellos se han endeudado enormemente con préstamos bancarios), ya luego verán la posibilidad de cambiar de variedad cultivada. “No importa por ahora que usemos el Roma, si recuperamos lo suficientemente rápido lo invertido, ya luego Dios dirá” señala convencido don Vicente, uno de los líderes productores. “A ver cómo nos va con estas “casas verdes” para nuestros tomates rojos” dice finalmente.

">Vínculohttp://www.telman-greenhouse.com/English/Default.aspx?Section=11

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