Ricardo Martínez García
Una de las ventajas de la creación literaria es que el escritor, en su elaboración o composición, puede incluir en la trama sucesos históricos auténticos combinados con elementos de su propia imaginación, o con otros elementos históricos no reconocidos oficialmente. El resultado de estas combinaciones es a veces sumamente atractivo (e inquietante).
Jesús Cristo, el Hijo del Hombre, es con toda probabilidad el personaje más importante de la historia, tanto religiosa como social en occidente. Su vida y acciones, conocidas sobre todo por los textos evangélicos del Nuevo Testamento, han inspirado desde hace veinte siglos toda una concepción de la vida y la muerte que devino religión, marcada por los que se han considerado los más altos valores éticos y sociales. Es lo que se ha llamado Cristianismo.
La veracidad de lo narrado en los cuatro Evangelios ha sido aceptada por los creyentes, luego de que los miembros de los diferentes concilios históricos no tuvieron duda de su autenticidad ni de su carácter sagrado.
La Iglesia Católica comenzó a consolidar su postura e influencia dentro del Imperio Romano, a finales del siglo IV, gracias al reconocimiento que el emperador Teodosio hizo del cristianismo como religión oficial. Desde entonces, dicha iglesia sustenta el dogma que afirma la divinidad de Jesús, su nacimiento y vida marcada por los milagros, así como su resurrección luego de tres días de muerto.
Estos fundamentales dogmas –proposiciones aceptadas como verdaderas en función de la fe- casi nunca han sido puestos en duda, salvo por algunas herejías como el arrianismo, a principios del mismo siglo IV, la cual niega la divinidad de Jesús, al que sólo reconoce como un hombre sabio, o algunos otros que niegan la concepción virginal de María, la madre de Jesús.
Jesús, personaje literario
El escritor libanés Kahlil Gibrán Kahlil, uno de los grandes representantes de la literatura árabe de principios del siglo XX, escribió una hermosa novela de ficción en la que da voz a personajes que vivieron en tiempos de Jesús y ofrecen su testimonio sobre él y los prodigios que vieron. El título es Jesús Hijo del Hombre.
Otros autores en cambio aluden directa o indirectamente en sus obras a la vida de Jesús y construyen tramas que no están de acuerdo con algunos aspectos del dogma cristiano.
Ejemplo bien conocido es el del escritor griego Nikos Kazantzakis y su novela de 1955 La última tentación. En ella Kazantzakis –autor de la también célebre Alexis Zorba, ambas novelas llevadas a la pantalla grande- describe a un Jesús mucho más humano que divino, quien es víctima de pequeñas y grandes dudas y tentaciones, la última de ellas, justo en el momento en que se encuentra crucificado, consiste en convertir a María la Magdalena en su mujer.
Caso aparte es el de la novela Rey Jesús de Robert Graves, que está contextualizada históricamente de una manera muy precisa y compleja.
Jesucristo según Graves
Prolífico autor de una obra poética de más de 20 títulos, así como de prosa –obras de ficción y de no ficción con más de 60 libros- Robert Graves es conocido principalmente por sus obras claudianas: Yo, Claudio y Claudio el dios, así como por sus textos Mitos Romanos y Mitos Hebreos, pero además como un gran escritor de novelas históricas, como El vellocino de oro y Las islas de la imprudencia.
Publicada en 1946, Rey Jesús es una novela que al principio resulta hasta cierto punto complicada. Graves se esfuerza por sintetizar las diferentes vertientes de la historia judía, que estaba íntimamente ligada a la de griegos, romanos, egipcios, etc., y sólo un gran conocedor de ella, como él, lo puede hacer tan limpiamente.
Graves hace que la narración de la historia de Jesús corra a cargo del personaje Agabo el Decapolitano, quien supuestamente comienza a escribir en el “año noveno del emperador Domiciano”, es decir en el año 90 de nuestra era. Se trata de la misma época en la que se supone empezaron a compilarse los evangelios que conforman el Nuevo Testamento.
Una de las principales diferencias entre la novela y los evangelios oficiales es que Jesús habría nacido de María no por concepción divina, sino por el matrimonio secreto de su madre con uno de los hijos del rey Herodes, de nombre Antípater. Dicho matrimonio se habría producido a instancias del sumo sacerdote del templo de Jerusalén en ese entonces, Simón, quien era gran conocedor de la historia y genealogía judía. Veía este personaje en esta unión el cumplimiento cabal y legítimo de los requisitos anunciados para que Jesús fuera realmente el rey de los judíos.
El nacimiento de Jesús, del mismo modo, sería uno de los grandes prodigios esperados por Simón, quien recuerda la afirmación egipcia acerca de que la vida de una nación es de ocho mil años. Él considera que en la época en que le propone a Antípater contraer nupcias con María, faltarían dos años para llegar justo a la mitad de esos ocho mil años, cuatro mil desde el nacimiento de Adán. Y como explica, cada fin de milenio traía un gran acontecimiento.
José se casaría con María sólo después de que ésta estuviera embarazada y luego de la muerte de Antípater.
El Jesús que nos muestra Graves es pelirrojo, de mente muy aguda, sumamente gentil y gran capacidad de aprendizaje, y como el Jesús de Kazantzakis, muy humano, que llora y sufre. Uno de los pasajes más deliciosos es cuando Jesús adolescente debate con un par de doctores en el Templo sobre temas complicados, dando una muestra enorme de su sabiduría y conocimiento.
Para Graves no sólo era importante contextualizar perfectamente sus novelas con gran exactitud histórica, sino que buscaba la manera de llevar a cabo una reflexión de los valores morales que imperaban (e imperan hasta ahora) en el mundo moderno del siglo XX, siglo testigo de las dos más grandes guerras que la humanidad haya vivido.
Graves nació en 1895, en pleno centro del imperio británico: Londres, específicamente en la localidad de Wimbledon, famosa por el torneo de tenis. Participó como fusilero en la primera guerra Mundial, luego de la cual pudo constatar que el grueso de la población no tenía ni idea de los horrores dela guerra que él sí había vivido.
Su experiencia traumática en la guerra chocó con la doctrina inglesa “Dios, el Rey y la Nación”, por lo que comenzó a escribir con la idea de examinar los valores morales de una sociedad consumista e industrial, con el fin de mostrar un mejor modo de afrontarlos.
Graves murió en 1985, luego de vivir cuarenta años en Deía, Mallorca, España, en donde se realiza un evento titulado Tertulia@Deía y en el cual se reúnen artistas e intelectuales españoles y británicos para departir juntos algunos días a fines de octubre, en el lugar en el que Graves vivió y trabajó.
Se trata, pues, de un autor que más que escritor, es un filósofo, al que hay que leer para aprender sobre las raíces de nuestra cultura occidental.
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