El Típico Autosabotaje Policíaco
Ricardo Martínez García
Pocas cosas golpean a la sociedad de modo tan artero y cobarde como el abuso del poder. Y no necesariamente del evidente poder de un gobierno, sino el abuso amparado por una pistola y una placa que portan orangutanes que creen ser “policías” y usan para golpear, robar, torturar y escamotear el trabajo de otros policías honrados, que los hay aunque sea difícil de creer, pero que tienen que cargar por igual con el desprestigio generado por los corruptos.
Código de Familia (Pride and Glory) es una cinta que pertenece a una tradición de filmes policíacos que va más allá del mero espectáculo fílmico y que, por su carga temática crítica, pueden interpretarse como de “denuncia” de la sociedad a través del cine.
Claro está que dichas cintas no llegan verdaderamente a tener repercusión en alguna instancia jurídica sino solo en la opinión pública de los espectadores. Hay películas que tratan sobre actos criminales y sus juicios, pero difícilmente una película conduce a entablar demandas penales derivadas de su contenido.
Código de Familia es una cinta que narra la historia de la casi mítica lucha entre policías buenos y malos, aunque no tan maniqueamente, de ahí el conflicto ético policíaco y familiar en el que se ven envueltos los protagonistas, tal como en su momento mostraron películas como Los Infiltrados (Scorsese), Asuntos Internos (Figgis), Los Ángeles al Desnudo (Hanson) y otras muchas que mezclan ficción con evidentes elementos de negra realidad.
En esas cintas, algunos miembros de los cuerpos policíacos de las grandes urbes se encargan de sembrar evidencias, eliminarlas o modificarlas según sea la necesidad, trátese del robo a una tienda o de un magnicidio. Las contradictorias explicaciones que se suelen dar generan la natural suspicacia y desconfianza de la ciudadanía, que atestigua calladamente los tejemanejes de su “heroica” policía. (No pregunten por los casos Colosio, Ruiz Massieu, Enrique Salinas, etcétera, y los cientos de casos en los que han muerto policías enfrentando al narco, pretendidamente en el cumplimiento de su deber).
Con frecuencia esos cuerpos policíacos alcanzan el control del mundo criminal. Para justificar sus acciones, los agentes cuentan historias completamente tergiversadas, en las que agentes corruptos y sumamente ambiciosos suelen ser los protagonistas.
Gavin O`Connor, director de Código de Familia, pone el énfasis en la importancia de la familia y su idea de honor y honestidad como eje central de la vida de los policías, buenos y malos que son los personajes centrales de su filme.
El oficial retirado Francis Tierney (Jon Voight) es el patriarca de una familia de policías conformada por sus hijos, el comandante Franny (Noah Emmerich), el detective Ray (Edward Norton) y su yerno, el sargento Jimmy Egan (Colin Farrell). La cinta nos muestra momentos íntimos familiares, ambientadas en vísperas de la noche de navidad, de gran importancia para una familia de origen irlandés asentada en Nueva York.
La paz familiar, no obstante, resulta una ficción cuando las dos vertientes familiares se enfrentan al tratar de resolver un caso. La ejecución de unos agentes de narcóticos y su posterior investigación enfrentará inevitablemente a Ray con su cuñado Jimmy, con resultados funestos para ambos.
Ray y su hermano Franny representan el lado orgulloso y glorioso del espíritu policíaco, mientras que Jimmy juega el papel del policía que cayó en la tentación del dinero fácil y en las acciones brutales que cubre con una aparente impunidad. A eso le apuesta el personaje de Farell, sin saber que tendrá un final que hace recordar el caso de San Juan Ixtayopan por sus resultados.
Edward Norton –quien hace gala a ratos de un castellano champurreado que probablemente aprendió hablando con su ex Salma Hayek- muestra un sólido trabajo interpretativo ya característico en él: contenido, emotivo o profundo cuando se requiere. Colin Farrell, por su parte, está que ni mandado a hacer como el violentísimo policía irlandés capaz de todo con tal de borrar cualquier indicio de su corrupción. Emmerich puede pasar de la ternura máxima que muestra con su esposa enferma a convertirse en el más enérgico, broncudo y gritón comandante. Todos ellos están muy bien apoyados en la experiencia y el trabajo de Jon Voight, primer actor y padre de Angelina Jolie.
La cinta vale por el enfoque familiar e intimista que impera en ella, por las situaciones conflictivas que propone y por la gran actuación de sus protagonistas. El argumento por su parte aporta la idea de que con frecuencia la policía padece de autosabotaje merced a sus agentes corruptos.
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