Tuesday, November 11, 2008

Quantum of Solace


Todos queremos ser Bond
Ricardo Martínez García
¿Quién no quisiera ser James Bond? Es un tipo varonil, rudo, frío, sumamente eficaz en su trabajo, el cual requiere de conducir desde Aston Martins hasta desvencijadas camionetas, viajar por todo el mundo y todo lo que hace un espía al servicio de su Majestad, conquistar y hacerles el amor a hermosas mujeres desde el primer día y ser casi indestructible sin llegar a convertirse en un súper héroe de los de la Marvel, más cercano a Rambo o al robot aquel de Terminator
.
Bond además es un hombre que como cualquiera, tiene deseos de venganza, de dirigir su ira hacia aquellos que causaron la muerte de su amada (porque de manera increíble en la cinta anterior, Casino Royale, James aparentemente se enamoró de verdad de la guapísima Vesper (Eva Green).

Daniel Craig da vida formidablemente a este Bond, más resentido y cruel que nunca, del cual hasta su jefa M (Judi Dench) en algún momento desconfía, suponiendo que el agente británico pudiera haberse pasado a las filas del enemigo (que no es uno sino muchos y de diversa índole), cuando en realidad Bond representa la quintaesencia de la fidelidad a la Corona y a su “deber” de patriota.

La fidelidad y el patriotismo de Bond no son tan evidentes como pudiera suponerse: no lo vemos en ningún momento envolverse en la bandera británica ni nada por el estilo. Al contrario, lo vemos metiéndose en medio de mafiosas y corruptas transacciones en las que las “nacionalidades” no significan gran cosa, que evidencian el carácter antihumano y agiotista que impulsa a algunas grandes corporaciones o conglomerados, los cuales hipócritamente dicen estar a favor de la conservación del medio ambiente, mientras que bajo la mesa se hacen de los recursos naturales de países enteros.

Dominic Greeene (Mathieu Amalric, el estupendo actor de La Escafandra y la Mariposa), encabeza una organización que pone su poder económico al servicio de un depuesto y corrupto líder boliviano, el general Medrano (Joaquín Cosío) en busca de apropiarse de los recursos hidráulicos de ese país, recursos que son ahora el nuevo oro deseado por los avorazados de siempre y que dará riqueza a estas organizaciones: quien controle su abasto, tendrá o mantendrá el poder.

En dichas transacciones están involucrados empresarios de las grandes potencias, agentes encubiertos de la CIA, del M16 y vaya a saberse de cuántas organizaciones secretas más. La misión de Bond así, es por partida doble: una, de carácter privado, la búsqueda del asesino de Vesper, que se mezcla inexorablemente con su deber como agente secreto, encontrar al villano señor White, que a su vez lo conduce a Greene y su aristocrático mundo empresarial corrupto.

El joven director suizo Marc Foster logra darle a la cinta un ritmo vertiginoso bien distribuido, en los que no importa saber la razón de tantas persecuciones, caídas y malabares, sino el deleite visual y la tensión emocional que tales acciones producen en el espectador. La película por eso es muy buena dentro del género de acción, pero también aprovecha la historia -casi de modo subrepticio- para mostrar con cierta profundidad una postura y preocupación de carácter ecológica y geopolítica: pronto los territorios con agua (y ya no tanto los que tienen petróleo) serán los más codiciados, los que provoquen las disputas o guerras entre las grandes potencias. Es una visión del futuro próximo de la cual ya hemos oído hablar –la inminente escasez mundial de agua- pero tal vez no lo suficientemente y de la que es muy fácil olvidarse.

La cinta es un producto para todo tipo de espectadores: hay romance, aventura, intriga, violencia, paisajes espectaculares, belleza femenina, en suma los ingredientes necesarios (bien manejados) para crear una atmósfera fílmica ligeramente ominosa, con sus pequeños momentos divertidos y que en conjunto garantiza un buen rato para cada espectador.
La historia de Casino Royale tiene un toque ligeramente inclinado hacia la relación romántica de Bond y Vesper, mientras que en Quantum of Solace el ambiente que predomina es de ira contenida, de revancha o deseo de hacer justicia por propia mano. La bella Camille (Olga Kurylenko, no tan sensual pero más actriz que como aparece en la cinta Max Payne), compañera de aventuras en turno del 007 y más chica Bond que la casi desapercibida señorita Fields (Gemma Arterton), logra arreglar cuentas con su antiguo ofensor, el general Medrano, pero ¿Bond lo logra con los suyos?

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