Saturday, February 28, 2009

Slumdog Millionaire


¡Y el Oscar es para… La India!


Ricardo Martínez García


La expansión colonial del Imperio Británico, históricamente, alcanzó su auge a mediados del siglo XIX. Por ese entonces, la joya de la corona, en términos de explotación económica, era esa inmensa zona asiática conocida como La India (sin menospreciar naturalmente las posesiones en Norteamérica, África y Oceanía) lugar que posteriormente sirvió para que algunos escritores, influidos por la teoría de Charles Darwin –mal comprendida- de la evolución de las especies, ejemplificaran lo que consideraban la superioridad de la raza blanca británica, tal como se dice fue el caso del primer Nóbel de Literatura británico.


Rudyard Kipling, que nació en Bombay aunque sus padres eran británicos, publicó en 1901 una novela de aventuras que tiene como protagonista a un niño de origen británico pero que se cría y crece dentro de la vorágine de culturas que es la India de principios del siglo XX. Mezcla heterogénea de religiones, de castas, de militarismo y colonialismo; el ambiente en el que se desenvuelve con gran soltura Kim (un rapaz casi tan moreno como los autóctonos, muy inteligente y audaz) es la ocasión perfecta para Kipling de hacer un vívido retrato de un fascinante país como es la India.


Algunos cineastas recientemente han abordado el mundo hindú desde perspectivas diferentes en cintas como Salaam Bombay (88), y The Namesake (07) ambas de Mira Nair, y ahora lo ha hecho la cinta ganadora al Oscar como Mejor Película.


Y es específicamente Mumbai (llamada anteriormente Bombay), donde Danny Boyle, cineasta británico que se hiciera famoso por su cinta debut Trainspotting, ubica Slumdog Millionaire, la cual nos hace un retrato contemporáneo de esa emblemática y compleja ciudad, ubicada en el segundo país más poblado del mundo.

Dicho retrato se construye poco a poco en torno a un joven de los barrios más pobres de la ciudad, un slumdog (término con el que se conoce a los desheredados que no tienen educación, a los huérfanos que sobreviven en la calle realizando pequeños latrocinios o comerciando con lo que pueden) que por azares del destino y ya en plena juventud, de pronto se encuentra con la posibilidad (improbable, pero no imposible) de ganar 20 millones de rupias, gracias a un show de televisión en el que le hacen preguntas que él puede responder porque su vida de una u otra manera ha estado marcada por los temas planteados. Claro que llegar a esa posibilidad lo hace ser torturado por la policía, ante la sospecha del conductor del programa televisivo de que ha hecho trampa.


La cinta recrea en retrospectiva la vida del personaje principal, el chico a punto de ser millonario, Jamal (el actor británico Dev Patel, nacido en 1990). En la primera etapa de la cinta los niños protagonistas, Jamal y su hermano mayor Saleem, se quedan huérfanos gracias a la intolerancia religiosa (ambos son musulmanes, religión que en la India es minoría) y en la que se muestra la enorme miseria, material y humana, en la que tienen que sobrevivir estos hermanos.


La relación que se establece entre Saleem y Jamal, como la de todos los hermanos, muestra conflicto, envidias, siguiendo el modelo del fuerte contra el talentoso. Al final de la cinta Saleem tendrá el suficiente espíritu fraternal para sacrificarse por su hermano.


Slumdog Millionaire muestra el ansia de esperanza, que canaliza muy bien el popular programa de televisión llamado ¿Quién Quiere ser Millonario?, de todo un pueblo hundido en la pobreza y que tiene que luchar día a día ante un mundo en constante cambio y perteneciente a los grandes potentados, mafiosos dueños de la tierra y los bienes inmuebles.


La pobreza de este pueblo es realmente impresionante, aunque Danny Boyle nos la muestra con cierta simpatía y desde la perspectiva del niño Jamal. La India se independizó de la Gran Bretaña en 1947, luego de muchas luchas y una etapa final liderada por Mahatma Gandhi. Pero esto no significa nada para los hindúes de estos días, sumidos en la miseria más terrible, tal como el Jamal ya joven resume con su comentario sobre que “algo escuchó sobre Gandhi”. Para él no significa nada en absoluto que la India consiguiera su independencia. Su vida ha sido un constante sobrevivir, como muestra la cinta.


Al final, la cinta muestra que el amor al final parece prevalecer sobre cualquier otra circunstancia. Jamal y Latika al final consiguen estar juntos, para gusto y satisfacción de la audiencia hindú y del mundo.


Slumdog Millionaire bien podría ser una cinta salida de Bolliwood, como se conoce a la segunda industria cinematográfica del mundo y cuya sede es precisamente Mumbai, salvo que el director es británico y la producción norteamericana y británica.

Los actores Dev Patel, nacido en Inglaterra pero de claros orígenes hindúes y Freida Pinto, ella sí originaria de Mumbai, no han trabajado realmente en la industria cinematográfica de esa ciudad. Ahora, Pinto trabajará con Woody Allen en su próxima cinta, compartiendo cartel con Antonio Banderas. Pero la cinta de Boyle parece un homenaje a esas cintas que han hecho soñar a millones de hindúes, por eso el Oscar es para ¡la India!

Sunday, February 15, 2009

Rolling Stones Shine a Ligth

Más sabe el diablo por rockero que por diablo

Ricardo Martínez García

El pacto que tenía el diablo con los Rolling Stones, un trato al estilo Dorian Grey, no lo cumplió totalmente el antagonista de Dios: dejó que estos sexagenarios pero grandiosos músicos británicos conservaran unos cuerpos magros y una infinita y explosiva energía juvenil, casi de adolescentes, sobre todo en el caso de Mick 

Jagger. Pero en cambio dejó que se acumularan en sus rostros, unos sobre otros, los surcos de las experiencias de la vida y el transcurso de cuarenta y cinco años.

Al menos eso es parte de lo que se puede ver en la cinta de Martin Scorsese Rolling Stones Shine a Light (08), documental que recrea un concierto que dieron en el Beacon Theather en Nueva York en el 2006, como parte de su gira Bigger Bang.

En el cine todo es premeditación como arte creativo: preparación, planeación y arreglo. Pero con un grupo como los Stones, Scorsese tuvo que esperar casi hasta el inicio del concierto para saber la lista de las canciones que ofrecería el grupo, que aplazaba su entrega al máximo pues dicha elección está más ligada a la improvisación de las emociones y deseos presentes de Mick que a un plan previamente definido. La proyección posible era tarea del director.

Los Stones resultan francamente geniales en escena: son tan buenos en lo que hacen que todo les sale natural, son una luz que brilla intensamente. El espectador es testigo de una música aparentemente sencilla pero sublime, alegre, poderosa, contagiosa. Mick Jagger canta y baila con una vitalidad verdaderamente excesiva. Sólo él es capaz de adueñarse completamente del escenario con tanto estilo y personalidad.

Creadores de una ya vasta iconografía del pop mundial, desde la famosa lengua roja hasta pasar por todos los afiches imaginables, mas cierta actitud contestataria ante el mundo y la generación de un gigantesco catálogo musical, la banda formada en Londres en 1963 se ha vuelto con el tiempo una especie de Rey Midas musical: una plumilla para guitarra usada por Richards, los instrumentos que tocan, los conciertos, los discos, las películas, etcétera, se vuelven objeto de culto inmediato, multiplicando su valor inmensamente.

Tal es el caso de Shine a Light que, como película que se vuelve objeto mercantil, lo que hace es “democratizar” un show de la banda al permitir acceder, por el precio de una entrada al cine, a un concierto de los Rolling, ciertamente grabado pero que resulta un buen producto sustituto de la experiencia misma de haber estado ahí –físicamente- en el concierto.

Scorsese se encarga de mostrarnos los mejores ángulos, acercamientos, vistas panorámicas y todo lo que se puede hacer con los grandes recursos cinematográficos en manos de este director tan competente y versado que permite una experiencia más rica que la de un espectador en la sala de conciertos que permanece en su lugar.

Los Rolling Stones pueden considerarse ante todo sobrevivientes de sí mismos, o al menos eso puede interpretarse de los breves fragmentos de viejas entrevistas incluidas en el documental.

En sus primeros años ni ellos pensaban que pasarían más allá de los dos o tres años como banda, pero el éxito los catapultó hasta donde están actualmente. Algunas escenas

muestran a unos músicos a ratos perdidos en el viaje, como en el caso de Charlie Watts, quien con su actual apariencia de respetable gerente de banco no se parece en nada al joven baterista que aparece con la mirada constantemente perdida y sin hilar demasiado bien una frase coherente en esas antiguas entrevistas. Otras escenas nos presentan de algunos miembros una mal disfrazada soberbia y autocomplacencia (por ejemplo cuando Jagger llega en helicóptero a una reunión con importantes personajes) que seguramente les hizo pasar malos ratos con la prensa, la policía y con gente del espectáculo. Pero ya por entonces eran los Rolling Stones, quienes alguna vez se autoproclamaron la banda de rock and roll más grande del mundo.

El grupo ha estado así formado por unos tipos con muchísima suerte: ni las drogas, las mujeres, las ambiciones o las muertes de ex compañeros (como Brian Jones) pudieron socavar su unión, cosa que por ejemplo no ocurrió con los Beatles, la única banda que realmente les hace sombra. El viejo y astuto pirata Richards señala con humildad que es posible que haya mejores guitarristas que él y Ron Wood, pero que juntos son mejores que diez de ellos. En realidad se queda corto: ellos son una aplastante máquina que produce música gloriosa a través de sus guitarras.

La cinta de Scorsese, quien ha filmado también en el terreno musical las excelentes cintas The Last Waltz que gira en torno a un show del extinto grupo The Band en 1976, y No Direction Home: Bob Dylan del 2005, nos atrapa inexorablemente ante el magno espectáculo mostrado, que por cierto tuvo como presentador en esa ocasión al ex presidente norteamericano Bill Clinton.

Los miembros de los Stones han dicho que Scorsese es el mejor cineasta que existe y que por eso decidieron que fuera él quien hiciera esta cinta. El director de filmes como Taxi Driver, Bandas de Nueva York, La Última Tentación de Cristo o Los Infiltrados, para no ser menos a su vez dijo que ellos son la mejor banda de rock que existe. En su momento también se arrojaron flores mutuamente otros directores y grupos, como Jonathan Demme y los Talking Heads, director y protagonistas de Stop Making Sense (84), y seguramente muchos melómanos han considerado a The Wall, la película con música de Pink Floyd y dirigida por Alan Parker en 1982, como la mejor en su género, por citar dos ejemplos.

Pero la verdad es que esta obra de Scorsese muestra a los Rolling Stones como dueños de la sustancia primigenia y esencial del rock, haciendo música que se empareja con gente como Jack White, interpretando melodías que abrevan del clásico blues en compañía de alguien tan dotado como Buddy Guy y gozando la música que luce mucho con la bella y talentosa Christina Aguilera y su extraordinario rango de voz. Para los melómanos es imprescindible verla, sean fans o no de los Stones.

Tuesday, February 10, 2009

Coraline y La Puerta Secreta


A los que Saben
Ricardo Martínez García
Neil Gaiman es el autor del libro convertido en best seller Coraline and the Secret Door y también del libro Stardust (llevado a la pantalla en 2007), con una trama sobre brujas, piratas, batallas, traiciones y el mítico enfrentamiento entre el bien y el mal, oposición que en cierto modo se repite en el argumento central de la cinta de animación Coraline y la Puerta Secreta (09), de recién estreno.

La falta de aprecio por la normalidad y naturalidad de ciertas circunstancias en la vida, como cuando uno depende de sus padres, con frecuencia nos hacen desear que las cosas fueran diferentes, mejores y hasta perfectas, sin darnos cuenta de que esa perfección no existe, y de que pensar en ella es una ficción a veces perversa, ficción que pasa desapercibida para los niños, sobre todo los imaginativos y demandantes de atención.

Y no solo no existe esa perfección sino que si se presenta una situación así, de perfección, a pesar de la suspicacia que esto generara, la atracción que sentimos por aquello que nos complace (tener unos padres totalmente dedicados a nosotros) es más grande que cualquier cosa, sin reparar en cómo es posible tal cosa y menos aún en las consecuencias.

Tal es lo que a grandes rasgos le ocurre a Coraline Jones –con voz de Dakota Fanning en inglés y de Ximena Sariñana en español-, protagonista de la inquietante cinta infantil del también director de El Extraño Mundo de Jack (93), Henry Selick.

Filmada con la técnica conocida como Stop Motion y en tercera dimensión, la animación es tan buena que es posible ver la acción de los amortiguadores del Beetle de la madre de Coraline, y el que esté en tercera dimensión le da una profundidad de campo visual extraordinario: el espectador siente que verdaderamente se asoma a un mundo semirreal y en cierto modo alarmante (los niños son los primeros en notarlo).

Coraline es inteligente, sensible, es una chica con quien casi todos los espectadores nos identificamos de inmediato pero, como nosotros, no está preparada de ningún modo para enfrentarse a una bruja, salvo por su inocente sentido de lo correcto y el amor por sus padres imperfectos. Está en esa edad en que ya no es una niña pero tampoco está dentro completamente de la adolescencia. Sus padres son escritores especializados en plantas y jardines y no tienen tiempo ni para ayudarla a desempacar sus cosas, pues acaban de mudarse. Coraline sale a pasear sola por el bosque circundante, como una caperucita, sin darse cuenta de que es seguida por el niño raro Wybie y su gato, y ahí comienzan sus aventuras. Luego explora la casa que habita, tan solo para descubrir la pequeña puerta que conduce a un universo paralelo, cual Alicia en el País de las Maravillas, pero en este caso Alicia en el país de los Padres Perfectos.

La cinta está plagada de signos, señales y referencias a prácticas de brujerías y naturalmente a cintas de terror, tal como el círculo de piedra en el claro de bosque que señala la boca de un pozo, como si fuera una escena de El Aro (y en el que va a colocarse directamente Coraline de manera distraída), el gato negro vigilante, la elaboración de muñecos tipo vudú de apariencia inocente con figuras precisas de personas, entradas secretas a mundos de doble cara pero que no pueden ocultar su antinaturaleza: todos ahí tienen ojos sin vida, ojos ¡de botones negros!, y principalmente la existencia de la bruja malvada (con la voz de Teri Hatcher en inglés) que se alimenta de la vida de los niños y que es capaz de crear con sus artes (no se explica cómo) un mundo propio a imagen y semejanza del real.

Coraline se da cuenta de que cuando traspasa la puerta secreta, lo único que tiene que hacer para regresar a su mundo es dormir y al despertar ya está de regreso. Pero eso deja de funcionar cuando se percata de la trampa tendida por la bruja. Duerme y despierta en su misma perfecta casa. Sale huyendo al campo y de pronto todo desaparece, todo comienza a ser un espacio en blanco que bien puede ser la nada. El gato, ahora parlante, se convierte en su único aliado contra la bruja.
La inclusión de personajes como las ancianas señoritas Spink y Forcible, actrices y acróbatas británicas siempre en competencia, y del señor Bobinski y sus ratones brincadores, que en la vida “real” ya están decrépitos y tienen una vida excéntricamente retirada, en el mundo perfecto de la bruja sus maravillosos espectáculos le dan un sabor especial como de circo a la cinta, algo que recuerda a algunas escenas en Charlie y La Fábrica de Chocolate (Burton, 05).

Coraline y la Puerta Secreta puede ser interpretada como el intento de imaginación muy elaborado de una niña para paliar la falta de atención de sus padres, quienes la consideran una carga, al menos en su ideario infantil. O puede ser interpretada como una cinta de terror con momentos verdaderamente espeluznantes a nivel de intuición infantil. Algunos niños hasta querían salirse de la sala de exhibición.

Al final de esta muy entretenida y ciertamente siniestrona cinta viene una dedicatoria bastante singular: “Para los que saben”.

Dicha dedicatoria no es propiamente para los niños, que en su inocencia e ingenuidad no cuestionan ni juzgan nada, a menos que supongamos que esa forma de ser es la verdadera sabiduría. Muchos niños, en su lógica infantil, saben que para que todo regrese a la normalidad, es necesario que Coraline venza a la bruja y libere a los fantasmas de los niños atrapados. Pero no saben cómo ni por qué. ¿Quién sí sabrá?

La respuesta tal vez nos llevaría a consultar a gente como Aleister Crowley, Arthur Machen –miembros destacados de la Hermetic Order of the Golden Down-, al historiador de la brujería Frank Donovan o a Carlos Castaneda, el famoso antropólogo de la UCLA devenido hombre de conocimiento. Por eso es que esta cinta muy probablemente no está dedicada realmente a los niños, sino a los que saben.