La Unidad del Bien y el Mal
Ricardo Martínez García
Desde los tiempos primigenios en los que prevalecían los pensamientos míticos para explicar qué es el mundo, se ha generado una idea reiterada que explica que el mundo es el resultado de una lucha constante entre el bien y el mal, de que es una lucha de contrarios en una unidad.
A Dan Brown, el famoso escritor de best sellers, le gusta mucho usar en varios de sus libros antiguos símbolos de estas ideas o nociones sobre qué es el mundo, nociones que a lo largo de la historia se han ido refinando o sofisticando demasiado, combinándolas con los aspectos más progresistas de la ciencia actual. No por nada su personaje más conocido, Robert Langdon, es un profesor de Harvard especializado en simbología.
Una de las primeras religiones de las que se tiene memoria es la que formó Zoroastro, también llamado Zaratustra, la cual fue reformada durante la dinastía Sasánida, propone la idea de que el mundo es resultado de dos entes divinos enfrentados: Ahura Mazda (dios del bien) y Angra Mainyu (deidad del mal) y que a pesar de ser gemelos son contrarios entre sí. Esta noción del bien y del mal enfrentándose permeó de manera muy clara en el cristianismo y en la formación teológica de la Iglesia Católica Romana.
Y es ahí donde Brown contextualiza algunas de sus novelas, que mezclan arte, historia, intriga, secretos y algo con sabor a cuentos de detectives. Así lo hizo con El Código Da Vinci, y así lo hace ahora con Ángeles y Demonios, ambas películas dirigidas por Ron Howard.
En esta nueva cinta la trama gira en torno al deseo de venganza de una secta u organización secreta perseguida por la Iglesia que decide destruir a su enemiga a partir de la utilización de un descubrimiento científico: la antimateria, la cual roban y pretenden usar para hacer volar por los aires a todo El Vaticano.
Si en el Código Da Vinci se manejó la idea de que Jesús se había casado con María Magdalena y que su descendencia llegaba hasta nuestros días, con tremendas implicaciones para la religión católica, el asunto en Ángeles y Demonios supone la existencia de una asociación clandestina que se creía extinta, formada por eminentes hombres de ciencia, los mencionados Iluminati, como Galileo, que busca una revancha histórica y doctrinal ante la que consideran represora Iglesia.
El problema es que en su sofisticación los iluminati de Brown han decidido –para hacer más emocionante la historia- eliminar primero a cuatro favoritos para suceder al recién fallecido Papa, y luego dejar que explote todo. Las autoridades del Vaticano mandan a un emisario para pedir ayuda a Langdon (Tom Hanks) y luego de volar directamente a Roma éste se ve haciendo equipo con una doctora codescubridora de la antimateria, la doctora Vittoria Vetra (Ayelet Zurer).
En un entramado más del guión en el transcurso de la cinta se descubre que el Papa ha sido asesinado, víctima de un deplorable asesinato.
La cinta cuenta con buen ritmo, genera cierto grado de tensión, e incluso de curiosidad, pero lo que más puede llegar a sorprender es el modo en el que maneja la credibilidad o la capacidad de reflexión del espectador.
El personaje clave de esta película no es Langdon sino el Camarlengo (el excelente Ewan McGregor), quien de héroe pasa rápidamente a traidor. Es a él a quien realmente le queda el título de Ángel y Demonio pues parece que esos son los adjetivos que se le pueden aplicar a su persona, dependiendo del enfoque y el momento en el que se le quiera examinar.
Si a usted le gustó El Código Da Vinci, no se puede perder esta nueva cinta. Si le gustaron más los libros, mejor léalos de nuevo.
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