Monday, December 11, 2006

Las peregrinaciones


Todos a la fiesta Guadalupana
Ricardo Martínez García

Para Karla, en su cumpleaños
En vísperas del día doce de diciembre, las carreteras del país son recorridas por miles de peregrinos para visitar el santuario más importante de América Latina: la Basílica de Guadalupe.
Los participantes en la carrera de relevos que desde hace más de treinta años se organiza en Axochiapan, Morelos, fueron citados desde muy temprano el domingo para alistarse en el santuario de Jesús. La temperatura en este municipio colindante con Puebla no le hace honor a la previsión de los frentes fríos sobre gran parte del territorio nacional.

Mucho después de la hora prevista hacen su aparición en el atrio del templo los corredores, todos perfectamente uniformados con pants azul oscuro. Ordenadamente y en procesión se enfilan hacia la pequeña capilla guadalupana ubicada en la entrada de esta cabecera de municipio. La capillita es donación don Fausto Meneses, quien participó varios años en la carrera como paramédico junto con su esposa, enfermera. En esta ocasión lo hace sólo su hijo, el doctor Alberto Meneses.

Axochiapan celebra actualmente 460 años de su fundación. Un misionero, Fray Juan de Alameda, lo nombró San Pablo de Axochiapan. La etimología del nombre significa aproximadamente “nenúfares sobre agua”, por las flores acuáticas que tiene la laguna, escasa de aguas este año debido a la falta de lluvias. En la capillita se hace la oración de despedida a la Virgen y los corredores, cincuenta y siete en total, se dividen en tres equipos femeniles y tres varoniles, que se irán turnando a lo largo de casi 250 kilómetros de marcha hasta la ciudad de México.
Cuestión de fe
Es posible encontrar en todos lados la imagen de la Virgen de Guadalupe: en el parabrisas de los autobuses, en las camisetas y en los cuadros que cargan en la espalda los peregrinos o en las mantas que cubren las camionetas de redilas o autobuses que se ven en el camino.

La noche anterior a la salida, los participantes de la carrera cargan los estandartes y cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe y salen en procesión de la casa de la mayordoma , doña Reyna Barreno, quien las ha resguardado durante todo un año. Se dirigen al templo de Jesús, donde escucharán una misa especial (y breve). Los precede un grupo de chinelos que bailan al ritmo de la banda y la tambora. El recorrido por la calle es anunciado con el lanzamiento de cohetes que explotan con gran estruendo, generando a gran altura un círculo expansivo de chispas de colores. El estallido de esos cohetes es tan fuerte que resultan aterrorizantes; producen una sensación peculiar de peligro, que a su vez recuerda los accidentes sufridos por explosiones accidentales. Esa es la razón por la que en el templo hay un letrero que sugiere no usar fuegos artificiales.

Durante la misa celebrada por el padre Miguel a manera de bendición de la carrera, los exhorta a dar testimonio de su fe, a saludar a los otros grupos de corredores de Axochiapan –en total hay cuatro grupos, mas uno de ciclistas- donde sea que se los encuentren, y a no tirar basura a lo largo del camino. Sabe muy bien por qué lo dice.

“Cómo no voy a ir a verla, si me cuidó a mi gordo de un accidente mortal” dice don Cándido, participante desde la primera carrera y hasta la fecha y uno de los coordinadores. Todavía recuerda con emoción, mientras me invita a cenar unas picaditas, la manera en que se encomendó a la Virgen morena cuando vio que su pequeño hijo iba a ser aplastado por una llanta suelta de un camión. Su reacción no pudo ser más rápida metiendo el brazo, y aún así su hijo sufrió fractura de tibia y peroné. Agradece a la Guadalupana que sólo fue eso y una costosa operación quirírgica de muchas horas.

“Dejamos todo, trabajo y familia, y nos vamos a verla”, comenta don Antonio Cueto. “Voy a la Basílica a dar gracias por mi hijo, pues cuando nació venía mal y le pedí a la Virgencita que le diera salud”. Algunos testimonios parecen pasar por alto la función mediadora que tiene la Virgen María de Guadalupe, de acuerdo con la catequesis católica, pues es a ella a quien se le piden los favores y no a Dios a través de ella.

En el camino
El grupo de corredores está formado en su mayoría por adolescentes, entre hombres y mujeres. Por sus actitudes se sabe que son alegres o desmadrosos, absortos, evasivos, tímidos, hay algunos que son novios; están también los dispersos y los atletas, o los que tienen mínima condición física. La carrera, no obstante, a todos les pasará la factura.

Avanzamos a buen ritmo, aunque las paradas son frecuentes. Al principio todo resulta divertido. Las chicas son las primeras en correr entre risa y risa, pero pronto el esfuerzo y el sudor anuncian una jornada dura, que conforme transcurre el día se va haciendo larga, eterna. Una chica delgada requiere de alcohol en la frente y manos porque se mareó, aún así no deja de sonreír. En su primer turno un joven robusto y alto recibe algunas curaciones en la rodilla raspada que se le hincha, luego de una caída. Quedan los dos fuera de la jugada por un rato.

El contraste entre los que tienen en turno correr y los que esperan a que les toque, es que éstos viajan en dos autobuses. El que transporta a los hombres es de modelo reciente y cuenta con aire acondicionado, tele y reproductor de dvd´s. Los chicos se dan vuelo y piden ver un par de películas, además de la final del fútbol. Algunas chicas aficionadas también aprovechan las paradas para ver e informarse del partido. La gran mayoría desde el principio estaba con el Guadalajara.

Antes del mediodía recorremos el libramiento de Cuautla y el calor comienza a hacerse presente. La diferencia entre una peregrinación y una excursión entre otras es el motivo que las originan. Pero hay de peregrinaciones a peregrinaciones. Las Cruzadas fueron efectivamente una peregrinación pero que perseguía el objetivo de reconquistar Tierra Santa, entonces en poder de los musulmanes, y no sólo visitar esos lugares venerados por igual por judíos, cristianos y musulmanes. Para estos últimos es incluso una obligación peregrinar aunque sea una vez en la vida a La Meca. Otro tipo de peregrinación se realiza como canal para la expiación de alguna falta grave o no, lo que es motivo suficiente para correr descalzo grandes distancias destrozando así los pies, como atestiguamos en Ozumba, o como antaño, para avanzar desde Peralvillo sobre las rodillas.

La gran mayoría de estos jóvenes corredores participan en la peregrinación por conocer la Basílica de Guadalupe y de paso la gran ciudad, porque los invitaron y porque saben que se sufre un rato pero se distraen y viajan.

Llegamos a Amecameca cerca de las cuatro de la tarde; el cielo ahí es nítido y el sol cae pleno, pero el viento es frío e invita a abrigarse. Luego de siete horas en camino se da un par para descansar y comer. A lo largo de la carretera hemos visto muchos peregrinos a pie, en carreras de relevos y en bicicletas. Es el momento ideal para visitar la iglesia y para probar la cecina y la pancita del lugar.

El descanso reconforta, y todos se declaran listos para continuar. A la altura del Bosque de los Árboles de Navidad el tránsito es lento debido a la venta de los arbolitos y la gran cantidad de puestos de adornos navideños. Lugares como El Conejo Loco rebosan de gente que quiere consumir los productos típicos: mixiotes, conejo adobado, café de olla. Hay también miel y amaranto. La noche nos cae encima, y el frío también. A la intemperie, si no se corre o por lo menos se camina, el frío entumece el cuerpo muy pronto.

Poco antes de las ocho llegamos a Chalco cuya carretera que conduce al entronque con la autopista muestra que el embotellamiento no es cosa exclusiva de la capital. Ante esta situación se avanza sin correr hasta la caseta.

En tierra de chilangos
La manda del Grupo de Relevos de Axochiapan es de tres años como mínimo, pero para otros que no peregrinan la manda es diferente: ofrecer café y alimentos gratis a los peregrinos que van por la carretera. Pasando apenas la caseta de cobro de la México-Puebla una familia calienta y sirve café en una enorme olla a todos los que lo apetezcan, también ofrecen mandarinas y son pocos los que dicen gracias.

Desde ese punto continúa la carrera. Nuevamente el tránsito se alenta y no hay indicios para pensar que se deba exclusivamente a las peregrinaciones que entran al DF, ya que esto es normal siempre en domingo. Una hora después llegamos a la avenida Zaragoza, la entrada a la tierra de los chilangos. Hay cualquier cantidad de gente acampando, durmiendo o caminando con sus mochilas a la espalda.

“Pinches chilangos son culeros, pero ahorita se están viendo chidos” exclama el chofer del autobús en tono de broma, al ver en las esquinas los múltiples puestos de sándwiches, café y pan que regalan desinteresadamente las buenas personas a los que van en camino y nosotros no somos la excepción, pues recibimos varias dotaciones. “Por lo menos una vez al año, gastan su buen billete” le contesta alguien. Me gusta pensar que seguramente ignoran mi origen y trato de imaginar las razones de nuestra mala fama, mientras como vorazmente un sándwich y una enorme concha.

A la altura de Guelatao, una imagen muy bien pintada de la Guadalupana en una pared da prueba de la devoción y la calidad de algún grafitero. Aquí el frío es mucho más intenso que en Amecameca y obliga a sacar los abrigos más gruesos.

El Boulevar Aeropuerto está convertido en un auténtico río vehicular, cuya corriente fluye muy lentamente o de plano se estanca. La razón de esta densidad contaminante no es, nuevamente, el peregrinar de muchos vehículos procedentes de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Morelos o Oaxaca, que efectivamente confluyen en esta arteria, sino las labores que se realizan a mitad de vía, provocando un nefasto cuello de botella. Entre mentadas de madre y cerrones logramos pasar luego de casi otra hora.

Peregrinación o Calvario
Para muchos capitalinos la llegada de los fieles guadalupanos representa una molestia, precisamente por los embotellamientos que se producen, pero lo toleran porque ocurre “sólo una vez al año”. No así los vecinos de las colonias circundantes a la Basílica, que a veces para llegar a sus casas tienen que mostrarle a los policías que cierran sus calles alguna credencial donde aparezca su domicilio.

En Río Consulado, el atrio de una iglesia usado como zona de descanso por muchas personas cubiertas con cobijas presentaba un aspecto como de albergue de damnificados de algún huracán. Tal vez estarían mejor en el interior del templo, pero sus puertas estaban perfectamente cerradas.

Minutos antes de la medianoche llegamos al enorme estacionamiento en que estaba convertida la avenida Ferrocarril Hidalgo. Los dos autobuses y las tres camionetas en que veníamos lograron encontrar un hueco para estacionarse, pero desdichadamente tardaron más en acomodarse que algunas patrullas en llegar a correlos. Los policías esgrimieron el argumento de que, por quejas vecinales, no iban a permitir estacionarse a nadie ahí, cuando evidentemente había cientos de vehículos ya estacionados. “Son doce mil pesos de multa si les quitamos las placas a sus autobuses, mejor vayan a la zona industrial, a unas calles hacia Eduardo Molina” nos advirtió un oficial. Algunos peregrinos recordaron que hace un año le “pagaron” a los policías quinientos pesos para que los dejaran estacionarse. “Nosotros venimos en son de paz, a ver a la Virgen y nos encontramos a estos policías que abusan, en esto termina nuestro peregrinar, en un calvario” comentaron. Finalmente nos movimos y encontramos lugar en la calle de Pelícano.

A la una de la mañana, a contracorriente de los peregrinos, no me dio miedo caminar de regreso a casa. Agradezco profundamente la ayuda de Comunicación Social de la Basílica y a los Coordinadores del Grupo de Relevos de Axochiapan toda su generosa ayuda, especialmente a don Raúl y don Cándido.

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