Friday, December 01, 2006

Carlos Castaneda


Un Hombre de Conocimiento

Ricardo Martínez García

Carlos Castaneda es el autor de libros que contienen la insólita mezcla de sentido común y magia, junto con una casi imposible pero a la vez natural combinación de sensatez y misterio, así como elementos de una auténtica filosofía.

Los libros versan sobre un aprendiz de brujo que sin darse cuenta apenas se vuelve él mismo un maestro, y están plagados de anécdotas divertidas las más de las veces, terroríficas otras, pero siempre de amena lectura que nos conducen por senderos que resultan increíbles para nuestro cotidiano vivir.

Con las obras de Castaneda, el lector se ve impulsado a llevar a cabo, para su comprensión, reiteradas revisiones si no es que relecturas completas, dada la complejidad de las ideas expuestas y sus implicaciones. Don Juan Matus, su maestro brujo, le dice que las historias de brujería “no se pueden contar como si fueran cuentos. Tienes que repasarlas, y luego, pensarlas y volverlas a pensar, revivirlas, por así decirlo”.

La reacción más previsible ante las extraordinarias situaciones que cuenta Castaneda es la incredulidad, pues de otro modo nuestra manera de entender y conocer el mundo, sufre un giro total. He ahí lo cautivador pero a la vez lo inquietante de su obra.

Que sea cierto todo lo que narra, sin embargo, puede ser medido por el deseo del lector de convertirse en cómplice del autor: uno quiere creerle porque sus mundos, en interacción y no en oposición aparente con el nuestro habitual, nunca resultan aburridos, por el contrario, es enfrentarse a lo desconocido y a lo que no se puede conocer pero que está ahí.

La percepción, primera clave de la brujería.

Castaneda escribe, a través de lo que asegura son sus experiencias personales vividas con su maestro yaqui que la realidad es mucho más de lo que normalmente percibimos y conocemos, que lo que llamamos “nuestro mundo” es un conjunto múltiple de campos de energía, accesibles sólo a los iniciados llamados guerreros, a través del desarrollo de la percepción, los cuales son entrenados para tal fin por un grupo de “brujos” liderados por un nagual para percibir y actuar en ellos.

Pero la ampliación de la percepción es sólo el primer paso hacia la meta final del “hombre de conocimiento”: la conciencia total, la libertad total.

La tarea más importantes en el aprendizaje de lo que en un principio se maneja como brujería, pero que Don Juan después llama “el camino del guerrero”, es desarrollar o ampliar la percepción del “mundo”; en el caso del propio Carlos, Don Juan implementa dicho desarrollo de dos modos: a través del uso de “plantas de poder”, toloache, peyote y hongos, y la aplicación punto por punto del camino del guerrero.

El primer libro de Castaneda Las enseñanzas de Don Juan se popularizó en los Estados Unidos durante el auge de la cultura hippie, con la característica sicodelia e ideas de amor y paz y unión a la naturaleza. No es de extrañar que muchos hippies vieran en Las enseñanzas de Don Juan y Una realidad aparte, su segundo libro, una manera de experimentar con drogas y alucinógenos.

Cuando Carlos sabía suficiente sobre plantas de poder y sobre lo que sustenta la idea de la ampliación de la percepción, se dio cuenta de que en muchos casos no es necesario su uso; le pregunta entonces a Don Juan por qué le administró tal cantidad de ellas. Su maestro le contesta que en su caso particular fueron necesarias: él estaba muy tieso, muy fijo en su forma única de percibir el mundo, y tuvo que ser ayudado a remover dicha percepción.

“Tenía el punto de encaje casi soldado y él (Don Juan) sabía que sólo con alucinógenos lo podía remover. Pero no hizo lo mismo con otros (aprendices), no les dio ni café. Los alucinógenos valían para mí, pero yo lo tomé como un índice total”, comentó Castaneda en una entrevista que concedió a Arturo García en 1996.

Don Juan le explica a Carlos que el ser humano, a la vista de aquellos que pueden percibir la energía de modo directo, como él, aparece como un objeto ovoide y luminoso; que dentro de ese “huevo o capullo” se encuentra el punto de encaje, centro de la percepción. De lo que se trata es de aprender a mover dicho punto de encaje para percibir otras bandas de la realidad.

El problema está en que los humanos se encuentran tan acostumbrados a una posición del punto de encaje (la que da como resultado la percepción que conocemos, y que puede considerarse social en términos de que es compartida por la gran mayoría, posición con la que todos construimos y mantenemos nuestra “realidad” u orden social) que les cuesta trabajo siquiera imaginar cómo sería percibir de otro modo.

El silencio interno, la clave principal

Las plantas de poder sólo son una manera artificial de mover el punto de encaje, el verdadero secreto está en seguir las reglas de conducta que propone la “senda del guerrero” y que consisten en eliminar la importancia personal, con lo que uno logra saberse del mismo valor que cualquier otra criatura, no ser más pero tampoco menos que nadie; en aprender a utilizar a la muerte como consejera, pues la muerte elimina las dudas siempre que las tenemos, o como dice Don Juan, “no tenemos tiempo” qué perder cuando sabemos que el nuestro es limitado, entonces se acaba cualquier duda, no hay de otra mas que la acción.

Romper las rutinas, actuar por actuar, sin esperar nada a cambio, ponerse en contacto y tratar con pinches tiranos –una de las partes más hilarantes de El segundo anillo de poder- son acciones que le dan sobriedad y mesura al guerrero, que tienen como fin la tarea mayor: alcanzar el estado de “silencio interior”, la llave al mundo de los brujos.

El silencio interior sólo es posible si se cuenta con la suficiente energía. Tanto el objetivo de la eliminación de la importancia personal y de todas las estrategias de conducta que propone el “camino del guerrero” tienen como fin la acumulación de la energía a nuestro alcance. Es a esto a lo que Don Juan llama la “impecabilidad”.

“La brujería es el uso especializado de la energía...es la habilidad de usar otros campos de energía que no son necesarios para percibir el mundo que conocemos. La brujería es un estado de conciencia, es la habilidad de percibir lo que la percepción común no puede captar. Lo que estás haciendo es aprender a ahorrar energía”, le dice Don Juan a Carlos en El conocimiento silencioso.

La percepción sólo puede acrecentarse si hay ahorro de energía, energía que el ser humano desperdicia normalmente de la manera más absurda: la desperdicia sintiendo lástima por sí mismo, sintiéndose víctima de los demás, o sintiendo que no hay nadie más importante que él, o la gasta hablando de los demás, dejando que le afecte la opinión que otros tengan de él, o si tiene deseos de dominio o de poder.

Incluso hay brujos que a pesar de haber alcanzado dicho estado de silencio interno, no pudieron sustraerse a sus deseos de poder o de dominio, y se quedaron atrapados en mundos misteriosos, como el de los seres inorgánicos, en la esperanza de obtener grandes conocimientos, que sí los tenían, pero al precio de quedarse en esos mundos, tal como se lee en El arte de ensoñar.

Lo importante es lo que se hace con lo que se conoce.

Cuando un hombre de conocimiento como Don Juan elige a sus discípulos, éstos son puestos en la disyuntiva de aceptar lo que les ofrece el mundo de los brujos o continuar con su vida normal. Aceptar la oferta del mundo de los brujos es aceptar la maravilla de la libertad, del gusto por lo desconocido, es aceptar que no somos más que pequeñas motas de polvo con conciencia, extraviadas en la inmensidad del infinito. Pero el hombre está demasiado ocupado en su vida cotidiana y no hace caso al espíritu.

El nagual –término con el que se conoce al líder de un grupo de guerreros- tiene que usar una serie de estrategias para que el hombre comprenda que lo llama el espíritu, quien “se vio en la necesidad de usar el ardid. Y la treta se transformó en la esencia del camino de los brujos”.

“La raza humana entera no quiere saber nada. Oyen solamente lo que quieren oír”, dice Don Juan en El lado activo del infinito, para explicar que aunque se le indique a alguien cómo puede recuperar la salud, simplemente no lo hace por estar tan amarrado a sus creencias.

Uno puede oír la verdad más grande del mundo, o leerla, pero si no se hace nada con lo que se escucha, o con lo que se lee, sencillamente no cambia nada. Se pueden leer las grandes enseñanzas de los santos cristianos o budistas, o las que sea, pero si no se actúa, sencillamente no pasa nada por más que el espíritu toque al hombre. “La gran tragedia –le dijo Castaneda a Patricia Vega en una entrevista de 1996- es que no queremos cambiar. Don Juan me decía que no podíamos ayudar a nadie, porque si lo haces se enojan, te insultan, te queman, te matan”.

De antropólogo a hombre de conocimiento

La identidad de Carlos Castaneda interesa menos, con todo y su enorme halo misterioso, "que los enigmas que propone su obra", dijo alguna vez Octavio Paz.

El propio Castaneda es quien ofrece datos sobre su vida en algunas de sus obras, sobre todo las primeras y las últimas. Se ha especulado que era de nacionalidad argentina, peruana o brasileña, o que tal vez era mexicoamericano. Lo cierto es que él menciona que vivió en Sudamérica con su abuelo paterno, pocas veces visitado por su padre, que hizo estudios de escultura y de antropología, en Italia y Los Ángeles, que su tesis de doctorado en esta disciplina –que Octavio Paz calificó como el triunfo de la magia sobre la antropología - constituye su primer libro, y que cada uno de ellos fue escrito más como una tarea más de brujería que como un trabajo académico.

En El lado activo del infinito se encuentran detalles de la infancia de Carlos, como cuando su abuelo le enseñó a jugar billar y se volvió tan bueno que un apostador lo incita a competir contra otros profesionales, pagándole con pasteles y golosinas; además narra cómo fue que Carlos se afana por encontrar a Don Juan, luego de ese primer contacto en la estación de autobuses de Arizona.

Carlos era un hombre insatisfecho; no se encontraba cómodo consigo mismo ni nada lo llenaba en su vida hasta que, al estar recolectando información para su tesis sobre el uso de plantas alucinógenas que usan los indios del norte de México, en lo que él llamaba “investigación de campo”, se encontró con Don Juan, al que inicialmente tomó por un indio ignorante. La mirada que éste le lanzó –una mirada de nagual- lo cautivó por completo.

Ese fue el modo en que se topó con la senda del guerrero, que es “un camino con corazón” es decir, un camino que vale la pena de ser seguido porque es el único que conduce a la libertad.

El esoterismo del lado izquierdo

Don Juan lleva a cabo sus enseñanzas, hasta cierto grado, del mismo modo como lo hacían los brujos de la antigüedad: en dos niveles de conciencia: el nivel normal, que corresponde a lo que llama “el lado derecho”, y el nivel de conciencia acrecentado, correspondiente al “lado izquierdo”.

Carlos invirtió mucho tiempo para entender lo que aprendió con don Juan. A partir del quinto libro, El segundo anillo de poder, comienza el registro del trabajo realizado para recordar lo que aprendió en sus estados de “conciencia acrecentada”, estado al que él accedía mediante un certero golpe que le propinaba en la espalda don Juan. Las enseñanzas en ambos lados de la conciencia tienen como fin alcanzar la maestría del estar consciente de ser, enseñar el arte del acecho y la maestría del intento. Todo lo que aprende Carlos sobre los seres inorgánicos, o sobre los brujos de la antigüedad o sobre el inquilino se lleva a cabo en estados de conciencia acrecentada, es decir en el lado izquierdo. Incluso se llevan a veces a cabo en su “ensueño”.

Castaneda escucha por primera vez, en Viaje a Ixtlán, en voz de su benefactor, don Genaro, poderoso e impecable hombre de conocimiento miembro del grupo del nagual Juan Matus, las historias sobre el “soñador soñado” y sobre el viaje interminable “hacia Ixtlán”, que marca de manera poética la entrada definitiva del propio don Genaro al mundo de los brujos. En Relatos de poder, Carlos oye del mismo don Genaro las historias del “doble”, cosa que lo cautiva enormemente, tal como las obras de este antropólogo hombre de conocimiento han cautivado a generaciones de lectores en todo el mundo.

La huella de un brujo

Si podemos considerar la influencia cultural de las obras de Castaneda por su éxito de ventas, tan sólo en Estados Unidos se habían vendido más de 8 millones de libros hasta 1991, con más de 257 reimpresiones de sus obras. A la fecha, nadie sabe a ciencia cierta cuántos libros ha vendido.

Las Enseñanzas de Don Juan, como se ha mencionado, es un informe de sus actividades “de campo”, (o un libro fruto de una tarea de brujería), con el que se tituló como antropólogo en la UCLA, universidad que imprimió originalmente ese texto, y que luego reimprimiría la gigantesca editorial Simon and Schuster. El Fondo de Cultura Económica publicó en México dicha obra. Jaime García Terrés, en aquel entonces director de la editorial y posteriormente amigo de Castaneda, realizó un trato excelente: por mil dólares, consiguió los derechos del libro y lo publicó en castellano, con portada de Leonora Carrington y prólogo de Octavio Paz.

Fue tal el furor causado por Las enseñanzas que en 1973 la revista Time emprendió –sin éxito- una exhaustiva investigación en México, donde sus reporteros buscaron por varios estados de la república pruebas de la existencia de Don Juan. En el número publicado el 5 de marzo de ese año, Time entrevista a Castaneda y publicó las únicas fotos conocidas de él: un close-up de sus ojos y la imagen de cuerpo entero de alguien que, apoyado en un escritorio de la biblioteca de UCLA, lee un libro y se cubre el rostro con un sombrero de paja.

Amigo de José Agustín, Vicente y Alba Rojo. Héctor Manjarréz y Fernando Benítez, a quienes ve en sus visitas a la ciudad de México, muchos creen que el nombre Carlos Castaneda es un seudónimo, pero ¿eso es importante, para un hombre que desea “borrar su historia personal”, que desea “perder la forma humana”? Juan Tovar, traductor de sus primeras cuatro obras, lo describía así: “de estatura menos que mediana, complexión robusta, color moreno, cabello crespo y fisonomía mestiza”.

La editorial Diana (El Don del Aguila, El Fuego Interno y El Conocimiento Silencioso) ha agotado en México cerca de 250 mil ejemplares, y el FCE tiene ventas y reediciones anuales de hasta 20 mil libros de Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, que colocan a Castaneda, en cuanto a ventas, a la altura de autores como Octavio Paz o Carlos Fuentes.

Se dice que Castaneda rechazó la oferta que American Express le hizo de un millón de dólares para que anunciara su tarjeta de crédito en un comercial de apenas 15 segundos, y que tampoco permitió que sus obras se llevaran al cine, "para no ver a Antohny Quinn haciéndola de Don Juan".

Bibliografía
Las Enseñanzas de Don Juan (1974)
Una Realidad Aparte (1974)
Viaje a Ixtlán (1975)
Relatos de Poder (1976)
El Segundo Anillo de Poder (1979)
El Don del Águila (1981, traducción de José Agustín)
El Fuego Interno (1985)
El Conocimiento Silencioso (1988)
El Arte de Ensoñar (1993)
La Rueda del Tiempo (2002)
El Lado Activo del Infinito (2003)

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