Monday, January 22, 2007

Un día en el tianguis de la San Fe

Ricardo Martínez García
Villa de Ayala es una avenida ancha. Hay tres carriles para cada sentido de la circulación y un amplio camellón. A la altura de la Secundaria Técnica número 30 el camellón alberga una cancha de básquetbol y una minicapilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, construida con la esperanza de convertirla en antídoto contra la basura que muchos vecinos tiran en ese lugar. Su éxito es relativo.

La temporada de fin de año representa, para los tianguistas de la San Felipe de Jesús que se instalan a lo largo de esta avenida, una de las mejores épocas del año. Reactivan el flujo de mercancías, con la consiguiente derrama económica.

Poco antes de las seis de la mañana, el ruido que producen las estructuras metálicas de los puestos al ser armados despiertan a los vecinos de las dos grandes avenidas de la San Fe, Villa de Ayala y León de los Aldamas. Todavía está oscuro y hace un frío del demonio pero eso no detiene a los tianguistas, verdadero ejército de la ley de la oferta y la demanda que, sin importar el origen lícito o ilícito de sus mercancías, se preparan para una jornada dominical que terminará pasadas las seis de la tarde.

En poco más de dos horas Villa de Ayala queda completamente ocupada por los mercaderes, abarcando unas 28 calles, desde Gran Canal hasta la calle de Zacatecas, prácticamente toda la zona sur de la colonia, más las calles aledañas de la 25 de Julio que también son invadidas cada semana, en lo que constituye uno de los mayores mercados sobre ruedas en todo el país (algunos afirman que de Latinoamérica, o que está a la altura del de Calcuta).

La oferta y la demanda
En sus orígenes el tianguis de la San Fe era sólo el pequeño mercado de los fierros, pero 40 años después se ha convertido en un monstruo urbano que lo mismo muestra el ancestral hábito del comercio de nuestros antiguos tenochcas que la vorágine y ansia de consumo que se experimenta con las ofertas de temporada los grandes almacenes. Con frecuencia se escucha un comentario entre las personas que luchan por recorrer los atestados pasillos: “¿Pos no que no hay dinero? Cuál crisis, si esto está hasta la madre de gente!”

Es posible encontrar en este megatianguis refacciones para auto nuevas, usadas o de plano de desecho, lo mismo se puede decir de las computadoras, ropa de toda índole, discos y dvd´s; libros, comida (pancita, barbacoa, garnachas, pescados y mariscos, frutas), mascotas, zapatos de vestir y deportivos, y todo tipo de chácharas que hacen que un tianguis sea digno de ser visitado.

La calidad de la mercancía va de lo recogido en la calle o lo inservible, pasando por lo usado y hasta lo nuevo y de moda. Aquí se mezclan comerciantes de rancio abolengo (gente que tiene toda la vida dedicándose al comercio y que cuenta con puestos en la Lagunilla y Tepito) que comercia con aparatos electrónicos y muebles, con los improvisados que desean vender parte de sus bienes, como libros o discos. Están también los que compran de “Robert” (lentes, relojes, tenis, celulares) a precio muy barato, y los que comercian con cosas legales pero a precios ilegales por sus excesos.

La mercancía proviene de lotes de saldos, lotes robados a transportistas (jabones, autopartes, ropa), lotes intercambiados, de donaciones para algún desastre que no llegaron.

Un problema vehicular
Los vecinos de la colonia, acostumbrados a este trajín dominical, soportan estoicamente la invasión ambulante. Lo único que pueden hacer –los que viven en las calles que quedan transitables- es colocar botes o cubetas frente a sus entradas, con el fin de que no los deje encerrados algún vehículo que se estacione ahí. “Es un problema –dice don Miguel, vecino en León de los Aldamas- a veces vienen autos en sentido contrario que quitan las cubetas y se estacionan en mi entrada. Tengo que estar pendiente para no dejarlos”.

Durante la jornada una o dos patrullas hacen su rondín, para luego desaparecer durante todo el día. “Hace mucho había unos policías que dirigían el tránsito en el cruce de Villa de Ayala y León de los Aldamas –señala don Julio, otro vecino- pero eso duró poco. Lo normal es que el tránsito discurra a su propio albedrío”. Los “microbios” o “peserdos” que van hacia la Villa y vienen de la Díaz Ordaz o la R1 hacen base sobre León del los Aldamas antes de cruzar Villa de Ayala. Los autos que quedan detrás tienen que esperar a veces una hora o más para poder pasar, pues esa avenida –mas ancha aún que Villa de Ayala- se reduce a un solo carril por los autos estacionados a sus orillas y por los puestos instalados muy cerca del arroyo vehicular.

Las vías de salida son dos o tres y generalmente son de tránsito muy lento. Afortunadamente casi no hay accidentes, pero en caso de haber uno grave, quién sabe cómo le irá al posible accidentado.

Algunos comerciantes de la Lagunilla se refieren al tianguis de la San Fe como el de la Línea de Fuego haciendo alusión a la proximidad que tiene con el estado de México, lo que permite rápidamente salir del DF a los que son comerciantes ilegales. “Este tianguis tiene casi mi edad, y que yo recuerde, no he visto un solo operativo de las autoridades en busca de mercancía robada” me comenta Leticia, comerciante de muebles.

Los tianguistas no son los únicos que obtienen beneficios. Varios cuidacoches reparten calles donde los autos visitantes necesariamente se tienen que estacionar. Además, cada tianguista coopera para pagar la limpieza a los que barren la basura.



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