El Caótico Futuro
Ricardo Martínez García
Mathieu Kassovitz, el director francés de Los Ríos de Color Púrpura y Amèlie, dos de sus más conocidas cintas, realiza en Misión Babilonia (Babylon A. D., 08) un trabajo parecido en temática al que realizó Alfonso Cuarón en Niños del Hombre: a partir de una fábula futurista que mezcla ciencia ficción con elementos religiosos se plantea la existencia de una joven muy especial y aparentemente imprescindible para ciertos grupos que anhelan alcanzar cotos específicos de poder dentro de la sociedad globalizada.
El recio actor Vin Diesel protagoniza esta cinta de acción, que se ve engalanada por la presencia de la bella actriz hongkonesa Michelle Yeho, que con un gran trabajo complementa a Diesel y a la novel actriz Mélanie Thierry.
Toorop (Diesel) es un mercenario norteamericano calificado de terrorista por sus compatriotas, que es reclutado por Gorsky (un apenas reconocible Gérard Depardieu), mafioso ruso o algo parecido, para escoltar a Aurora (Thierry) y a la Hermana Rebeca (Yeho) desde un monasterio en Mongolia hasta la ciudad de Nueva York. El propósito de esto no queda claro sino hasta el final de la cinta –aunque ambiguamente-, algo característico en Kassovitz, tal como se ve en Los Ríos de Color Púrpura.
La cinta es una mezcla de géneros: acción, con violentos combates, persecuciones y explosiones; ciencia ficción, en la que se especula sobre lo que se puede hacer con la clonación y el diseño de ingeniería genética y sus posibilidades. En lo que falla es en el argumento dramático que no se ve hacia dónde va: ¿es Aurora un símbolo de los excesos científicos en el campo de la ingeniería genética, o es un ser humano sobrenatural, algo como la Virgen María del futuro, o es las dos cosas a la vez, por contradictorio que parezca?
Aparentemente hasta el propio director de la cinta la definió como un puro caos de violencia y destrucción, (se supone que hay una entrevista de Kassovitz en amctv.com pero no he podido corroborarlo) alegando que fueron los estudios cinematográficos quienes le impidieron dar mayor coherencia a su trabajo. Puede ser.
Lo que sí se puede afirmar es que la cinta a ratos es bastante violenta, casi como de videojuego, y está armada para resultar entretenida.
Es de notar que Diesel actúa cada vez más consistentemente, y que su inclusión en la cinta de Steven Spielberg Salvando al Soldado Ryan no fue casual. No es de extrañar que protagonice cintas que se alejan cada vez más del mero género de acción, como lo es Misión Babilonia.
Tuesday, September 30, 2008
Misión Babilonia
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Thursday, September 18, 2008
Mamma Mia!
¡El disfrute completo de la vida!
Ricardo Martínez García
Se trata de una cinta dirigida por la debutante cineasta Phyllida Lloyd (responsable de la dirección teatral de la obra desde hace más de diez años y puesta en escena tanto en Londres como en Broadway) que genera de inmediato en el espectador una sensación de comunidad en el sentido de asamblea para el culto de algo, como la ecclesia litúrgica que en este caso celebra el amor, la amistad y la memoria.
Uno de los grandes aciertos en este trabajo fílmico es que plantea un especial contacto con la naturaleza y con aquellas personas que son importantes para nuestra vida, en este caso de Donna, la protagonista (la siempre bella y magnífica Meryl Streep), una ex cantante que administra junto con su hija una villa u hotel, ubicado en medio de islas paradisíacas -Skiathos y Skopelos- con aguas azul cobalto en algún lugar de la costa griega del mar Egeo, las cuales a su vez nos hablan por completo del espíritu dionisiaco de la aceptación integral y entusiasta de la vida en todas sus expresiones, espíritu único del pueblo griego.
Tanto la madre como la hija cuentan con un par de amigas de toda la vida con las cuales están plenamente identificadas, y verlas reunidas nuevamente por el casamiento de Sophie (Amanda Seyfried), la hija de Donna, es un verdadero deleite. Las amigas de la novia, por cierto, desaparecen ante la presencia de las de su madre, que son la vitalidad en persona y opacarían a cualquiera.
Las conocidas canciones de Abba, interpretadas en la voz de Meryl Streep, Pierce Brosnan y de los otros miembros del elenco (Colin Firth, Stellan Skarsgard, Julie Walters y Christine Baranski), retoman nuevo y profundo significado, ilustrando la alegría por el amor vivido, la nostalgia por los amores pasados, los reencuentros y las complicaciones de una duda existencial: ¿quién es el padre de la hija de Donna? Tal es el pretexto del hilo conductor de la trama de esta divertida cinta.
En musicales llevados al cine como Grease, (Randal Kleiser, 78), Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 01) o incluso en obras de teatro como Hoy no me puedo levantar (Nacho Cano) encontramos ecos de las grandes tragedias o comedias griegas, como el coro que constantemente anima, reclama, exige, como si en efecto fuera la conciencia colectiva que le pide a los individuos actuar.
Además las coreografías y el dramatismo puesto en cada pieza musical, como en la que Donna le canta a Sam (Brosnan) The Winner takes it all, alcanza niveles interpretativos sorprendentes que realmente son conmovedores.
Definitivamente es una cinta para melómanos, pero que puede muy bien tolerar –y hasta disfrutar- alguien no muy afecto a los musicales, como quien escribe esto. Recomendable para una tarde romántica indudablemente.
Ricardo Martínez García
En muy pocas películas musicales se puede apreciar el valor de una buena interpretación –lírica y actoral- de algunas de las canciones más populares y exitosas de los últimos tiempos. Tal es el caso de la cinta Mamma Mia! y las canciones que hicieron archifamoso al grupo sueco Abba.
Se trata de una cinta dirigida por la debutante cineasta Phyllida Lloyd (responsable de la dirección teatral de la obra desde hace más de diez años y puesta en escena tanto en Londres como en Broadway) que genera de inmediato en el espectador una sensación de comunidad en el sentido de asamblea para el culto de algo, como la ecclesia litúrgica que en este caso celebra el amor, la amistad y la memoria.
Uno de los grandes aciertos en este trabajo fílmico es que plantea un especial contacto con la naturaleza y con aquellas personas que son importantes para nuestra vida, en este caso de Donna, la protagonista (la siempre bella y magnífica Meryl Streep), una ex cantante que administra junto con su hija una villa u hotel, ubicado en medio de islas paradisíacas -Skiathos y Skopelos- con aguas azul cobalto en algún lugar de la costa griega del mar Egeo, las cuales a su vez nos hablan por completo del espíritu dionisiaco de la aceptación integral y entusiasta de la vida en todas sus expresiones, espíritu único del pueblo griego.
Tanto la madre como la hija cuentan con un par de amigas de toda la vida con las cuales están plenamente identificadas, y verlas reunidas nuevamente por el casamiento de Sophie (Amanda Seyfried), la hija de Donna, es un verdadero deleite. Las amigas de la novia, por cierto, desaparecen ante la presencia de las de su madre, que son la vitalidad en persona y opacarían a cualquiera.
Las conocidas canciones de Abba, interpretadas en la voz de Meryl Streep, Pierce Brosnan y de los otros miembros del elenco (Colin Firth, Stellan Skarsgard, Julie Walters y Christine Baranski), retoman nuevo y profundo significado, ilustrando la alegría por el amor vivido, la nostalgia por los amores pasados, los reencuentros y las complicaciones de una duda existencial: ¿quién es el padre de la hija de Donna? Tal es el pretexto del hilo conductor de la trama de esta divertida cinta.
En musicales llevados al cine como Grease, (Randal Kleiser, 78), Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 01) o incluso en obras de teatro como Hoy no me puedo levantar (Nacho Cano) encontramos ecos de las grandes tragedias o comedias griegas, como el coro que constantemente anima, reclama, exige, como si en efecto fuera la conciencia colectiva que le pide a los individuos actuar.
Además las coreografías y el dramatismo puesto en cada pieza musical, como en la que Donna le canta a Sam (Brosnan) The Winner takes it all, alcanza niveles interpretativos sorprendentes que realmente son conmovedores.
Definitivamente es una cinta para melómanos, pero que puede muy bien tolerar –y hasta disfrutar- alguien no muy afecto a los musicales, como quien escribe esto. Recomendable para una tarde romántica indudablemente.
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Una Película de Guerra
Los chicos se divierten
Ricardo Martínez García
Si de lo que se trataba era de pasársela lo mejor posible con amigos actores pero a la vez con el pretexto de trabajar, Ben Stiller lo logra con creces. No sólo por la sátira que hace de películas como Pelotón (Oliver Stone, 86), o Mi Nombre es Sam (Jessie Nelson, 01), y del oscuro deseo de todo actor por obtener la estatuilla de la Academia, sino por la burla que, junto con sus amigos, hace del mundo oculto hollywoodense: representantes de artistas increíblemente mimados y ricos, productores autoritarios que hacen y deshacen a su antojo todo lo que quieran, o actores que no pueden vivir sin sus adicciones, las cuales disfrazan hasta extremos ridículos.
¿Hasta qué punto llega la parodia? Escenas como la que muestra al actor Tudd Speedman (Stiler) pintarrajeado y con harapos, pero feliz de representar a un retrasado mental cada noche ante unos “llenos” en un teatro improvisado en el cual unos espectadores vietnamitas le aplauden y se emocionan hasta las lágrimas, lo cual él goza hasta no desear regresar a su país. ¿Será acaso una sutil representación sobre el cine basura que se elabora en Hollywood pero que se consume en países tercermundistas, en donde se “goza” con tales cintas?
¿Hasta qué límite se pueden manejar o manipular los sentimientos de los espectadores, cuando la cinta dirigida por el comediante Stiller nos muestra que todo gag, todo drama es resultado del premeditado esfuerzo de guionistas por exprimir tales sentimientos? No es que ese hecho sea algo que se muestre por primera vez, pero se agradece la reflexión inherente en cada parodia.
Lo que sí muestra Una Película de Guerra (Tropic Thunder, 08) es la capacidad de convocatoria de Stiller: en el reparto lo mismo aparecen como coestelares Jack Black, Robert Downey Jr. (como el personaje que encarna la conciencia negra de Tudd Speedman –representación a su vez de los actores héroes de la acción como Stallone o Schwarzenegger-, quien le da consejos medio en broma sobre qué papeles le conviene realizar si quiere ganar el premio de la Academia), Matthew McConaughey, Nick Nolte y hasta un desatado Tom Cruise en el papel del obeso productor judío Less Grossman y sus excentricidades manifestadas en un baile con el que se autoparodia hasta hartarse.
La crítica o sátira que plantea Stiller no es realmente muy profunda, pues se refiere sobre todo a la manera en que se elaboran las películas, a los tejes y manejes de la producción de una cinta, sus efectos visuales y de sonido, pero deja de lado totalmente el aspecto teórico del cine como medio de comunicación, aunque a decir verdad ésa no es nunca su intención, sino sólo la de divertirse.
No se puede dejar de notar que toda cinta posee explícita o implícitamente un carácter propagandístico e ideológico, y esto es particularmente importante en las cintas de género bélico. En ese sentido, Stiller no aporta nada diferente de lo visto y propuesto por Oliver Stone, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg.
El resultado al final no es novedoso, pero es interesante ver cómo trabajan la parodia lúdicamente estrellas como Cruise o McConaughey. Ben Stiller es un buen guionista pero no como Adam Sandler y su No te Metas con Zohan, en el que sí es posible encontrar crítica y sátira política.
Tampoco es novedoso que una película comience con falsos trailers (como ejemplo reciente los que se hicieron para el proyecto de Tarantino y Rodríguez llamado Grindhouse) los cuales anuncian la undécima parte de tal o cual cinta de acción o de comedia escatológica. El mensaje final podría ser: en Hollywood todo se vale, pero sobre todo que nos burlemos de nosotros mismos. Eso sí, no aspires a que esta película alcance algún premio importante de la crítica.
Para disfrutar de Una Película de Guerra lo único que hace falta es acudir a la sala con muy buen humor y sin otra pretensión que divertirse y contar con las imprescindibles palomitas.
Ricardo Martínez García
Si de lo que se trataba era de pasársela lo mejor posible con amigos actores pero a la vez con el pretexto de trabajar, Ben Stiller lo logra con creces. No sólo por la sátira que hace de películas como Pelotón (Oliver Stone, 86), o Mi Nombre es Sam (Jessie Nelson, 01), y del oscuro deseo de todo actor por obtener la estatuilla de la Academia, sino por la burla que, junto con sus amigos, hace del mundo oculto hollywoodense: representantes de artistas increíblemente mimados y ricos, productores autoritarios que hacen y deshacen a su antojo todo lo que quieran, o actores que no pueden vivir sin sus adicciones, las cuales disfrazan hasta extremos ridículos.
¿Hasta qué punto llega la parodia? Escenas como la que muestra al actor Tudd Speedman (Stiler) pintarrajeado y con harapos, pero feliz de representar a un retrasado mental cada noche ante unos “llenos” en un teatro improvisado en el cual unos espectadores vietnamitas le aplauden y se emocionan hasta las lágrimas, lo cual él goza hasta no desear regresar a su país. ¿Será acaso una sutil representación sobre el cine basura que se elabora en Hollywood pero que se consume en países tercermundistas, en donde se “goza” con tales cintas?
¿Hasta qué límite se pueden manejar o manipular los sentimientos de los espectadores, cuando la cinta dirigida por el comediante Stiller nos muestra que todo gag, todo drama es resultado del premeditado esfuerzo de guionistas por exprimir tales sentimientos? No es que ese hecho sea algo que se muestre por primera vez, pero se agradece la reflexión inherente en cada parodia.
Lo que sí muestra Una Película de Guerra (Tropic Thunder, 08) es la capacidad de convocatoria de Stiller: en el reparto lo mismo aparecen como coestelares Jack Black, Robert Downey Jr. (como el personaje que encarna la conciencia negra de Tudd Speedman –representación a su vez de los actores héroes de la acción como Stallone o Schwarzenegger-, quien le da consejos medio en broma sobre qué papeles le conviene realizar si quiere ganar el premio de la Academia), Matthew McConaughey, Nick Nolte y hasta un desatado Tom Cruise en el papel del obeso productor judío Less Grossman y sus excentricidades manifestadas en un baile con el que se autoparodia hasta hartarse.
La crítica o sátira que plantea Stiller no es realmente muy profunda, pues se refiere sobre todo a la manera en que se elaboran las películas, a los tejes y manejes de la producción de una cinta, sus efectos visuales y de sonido, pero deja de lado totalmente el aspecto teórico del cine como medio de comunicación, aunque a decir verdad ésa no es nunca su intención, sino sólo la de divertirse.
No se puede dejar de notar que toda cinta posee explícita o implícitamente un carácter propagandístico e ideológico, y esto es particularmente importante en las cintas de género bélico. En ese sentido, Stiller no aporta nada diferente de lo visto y propuesto por Oliver Stone, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg.
El resultado al final no es novedoso, pero es interesante ver cómo trabajan la parodia lúdicamente estrellas como Cruise o McConaughey. Ben Stiller es un buen guionista pero no como Adam Sandler y su No te Metas con Zohan, en el que sí es posible encontrar crítica y sátira política.
Tampoco es novedoso que una película comience con falsos trailers (como ejemplo reciente los que se hicieron para el proyecto de Tarantino y Rodríguez llamado Grindhouse) los cuales anuncian la undécima parte de tal o cual cinta de acción o de comedia escatológica. El mensaje final podría ser: en Hollywood todo se vale, pero sobre todo que nos burlemos de nosotros mismos. Eso sí, no aspires a que esta película alcance algún premio importante de la crítica.
Para disfrutar de Una Película de Guerra lo único que hace falta es acudir a la sala con muy buen humor y sin otra pretensión que divertirse y contar con las imprescindibles palomitas.
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Wednesday, September 03, 2008
El Robo del Siglo
Buen Trabajo
Con tal historial, Statham es un actor peculiar que tiene el tono “adecuado”: maneja el caló de la calle de manera natural, es un bribón listo, capaz de vender una bagatela como si fuera parte de las joyas de la corona. Así, resultó ideal para el papel del ladrón líder de una banda en la cinta del director británico Roger Donaldson El Robo del Siglo (The Bank Job, 08).
Basada en hechos reales, la cinta trata de unos ladrones que nunca habían jugado en las grandes ligas del crimen organizado, y la oportunidad se les presenta cuando la ya no tan joven ex modelo y rufianesca Martine Love (Saffron Burrows), vieja conocida del barrio, es detenida por tráfico de drogas y obligada a operar para el MI-5 (agencia de seguridad interna británica) un robo a las cajas de seguridad de un banco (ubicado, tal vez como guiño del director, en la mítica Baker Street, la misma en la que Arthur Conan Doyle ubica la vivienda de Sherlock Holmes), con el fin de recuperar unas fotos comprometedoras de una integrante de la realeza.
La banda, liderada por Terry Leather (Statham) y la chica en cuestión Love, no sabe en la que se mete: el robo es exitoso y masivo (para Love sólo tiene interés cierta caja de seguridad), pero el problema es que salen afectados por igual miembros de la realeza, del parlamento y algunos cabecillas del mundo de la mafia, aquellos que controlan prostíbulos y drogas y están coludidos con cualquier cantidad de agentes policíacos corruptos.
Los grandes aciertos del trabajo de Donaldson, por una parte, son los ingeniosos y picantes diálogos combinados con la parsimonia de las escenas de la consumación del robo (poco que ver con la espectacularidad de Heat [Michael Mann, 95] o The Italian Job [F. Gary Gray, 03] en la que también participa Statham), y por otra, el desencadenamiento de vertiginosas escenas junto con la previsión y reacciones de Terry ante las inesperadas consecuencias y el buen manejo o control de daños.
Además de la dramatización propiamente dicha del asalto, que va subiendo cada vez más de intensidad y mantiene al público al filo de la butaca, está también, de manera paralela, la lucha personal de Terry, excelentemente manejada por el director, pues al final de todo logra quedar como el buen ladrón al optar –una vez superados todos los obstáculos y quedarse con el botín del robo- por una vida familiar, por encima de la aventura romántica con la bella Love.
Pocas películas sobre ladrones hacen sentir bien al espectador al final, y ésta es una de ellas, por lo que no debe perdérsela si gusta de los filmes de estilo británico del que Guy Ritchie dio buenas muestras en aquellas cintas del 98 y 2000.
Ricardo Martínez García
El actor Jason Statham alguna vez fue miembro durante una década del equipo olímpico de clavados de la Gran Bretaña que acudió a las Olimpiadas de Seúl en 1988; ha sido modelo para la línea de ropa French Conection e hizo comerciales para los pantalones Levi´s y luego se convirtió en un pícaro y pequeño timador muy al estilo de los personajes que llegaría a interpretar en las películas de Guy Ritchie Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Snatch, Cerdos y Diamantes. Esa fue la razón por la que el aún esposo de Madonna lo hizo parte del elenco de tales películas: su vida se parecía demasiado a esos personajes.
Con tal historial, Statham es un actor peculiar que tiene el tono “adecuado”: maneja el caló de la calle de manera natural, es un bribón listo, capaz de vender una bagatela como si fuera parte de las joyas de la corona. Así, resultó ideal para el papel del ladrón líder de una banda en la cinta del director británico Roger Donaldson El Robo del Siglo (The Bank Job, 08).
Basada en hechos reales, la cinta trata de unos ladrones que nunca habían jugado en las grandes ligas del crimen organizado, y la oportunidad se les presenta cuando la ya no tan joven ex modelo y rufianesca Martine Love (Saffron Burrows), vieja conocida del barrio, es detenida por tráfico de drogas y obligada a operar para el MI-5 (agencia de seguridad interna británica) un robo a las cajas de seguridad de un banco (ubicado, tal vez como guiño del director, en la mítica Baker Street, la misma en la que Arthur Conan Doyle ubica la vivienda de Sherlock Holmes), con el fin de recuperar unas fotos comprometedoras de una integrante de la realeza.
La banda, liderada por Terry Leather (Statham) y la chica en cuestión Love, no sabe en la que se mete: el robo es exitoso y masivo (para Love sólo tiene interés cierta caja de seguridad), pero el problema es que salen afectados por igual miembros de la realeza, del parlamento y algunos cabecillas del mundo de la mafia, aquellos que controlan prostíbulos y drogas y están coludidos con cualquier cantidad de agentes policíacos corruptos.
Los grandes aciertos del trabajo de Donaldson, por una parte, son los ingeniosos y picantes diálogos combinados con la parsimonia de las escenas de la consumación del robo (poco que ver con la espectacularidad de Heat [Michael Mann, 95] o The Italian Job [F. Gary Gray, 03] en la que también participa Statham), y por otra, el desencadenamiento de vertiginosas escenas junto con la previsión y reacciones de Terry ante las inesperadas consecuencias y el buen manejo o control de daños.
Además de la dramatización propiamente dicha del asalto, que va subiendo cada vez más de intensidad y mantiene al público al filo de la butaca, está también, de manera paralela, la lucha personal de Terry, excelentemente manejada por el director, pues al final de todo logra quedar como el buen ladrón al optar –una vez superados todos los obstáculos y quedarse con el botín del robo- por una vida familiar, por encima de la aventura romántica con la bella Love.
Pocas películas sobre ladrones hacen sentir bien al espectador al final, y ésta es una de ellas, por lo que no debe perdérsela si gusta de los filmes de estilo británico del que Guy Ritchie dio buenas muestras en aquellas cintas del 98 y 2000.
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