Los chicos se divierten
Ricardo Martínez García
Si de lo que se trataba era de pasársela lo mejor posible con amigos actores pero a la vez con el pretexto de trabajar, Ben Stiller lo logra con creces. No sólo por la sátira que hace de películas como Pelotón (Oliver Stone, 86), o Mi Nombre es Sam (Jessie Nelson, 01), y del oscuro deseo de todo actor por obtener la estatuilla de la Academia, sino por la burla que, junto con sus amigos, hace del mundo oculto hollywoodense: representantes de artistas increíblemente mimados y ricos, productores autoritarios que hacen y deshacen a su antojo todo lo que quieran, o actores que no pueden vivir sin sus adicciones, las cuales disfrazan hasta extremos ridículos.
¿Hasta qué punto llega la parodia? Escenas como la que muestra al actor Tudd Speedman (Stiler) pintarrajeado y con harapos, pero feliz de representar a un retrasado mental cada noche ante unos “llenos” en un teatro improvisado en el cual unos espectadores vietnamitas le aplauden y se emocionan hasta las lágrimas, lo cual él goza hasta no desear regresar a su país. ¿Será acaso una sutil representación sobre el cine basura que se elabora en Hollywood pero que se consume en países tercermundistas, en donde se “goza” con tales cintas?
¿Hasta qué límite se pueden manejar o manipular los sentimientos de los espectadores, cuando la cinta dirigida por el comediante Stiller nos muestra que todo gag, todo drama es resultado del premeditado esfuerzo de guionistas por exprimir tales sentimientos? No es que ese hecho sea algo que se muestre por primera vez, pero se agradece la reflexión inherente en cada parodia.
Lo que sí muestra Una Película de Guerra (Tropic Thunder, 08) es la capacidad de convocatoria de Stiller: en el reparto lo mismo aparecen como coestelares Jack Black, Robert Downey Jr. (como el personaje que encarna la conciencia negra de Tudd Speedman –representación a su vez de los actores héroes de la acción como Stallone o Schwarzenegger-, quien le da consejos medio en broma sobre qué papeles le conviene realizar si quiere ganar el premio de la Academia), Matthew McConaughey, Nick Nolte y hasta un desatado Tom Cruise en el papel del obeso productor judío Less Grossman y sus excentricidades manifestadas en un baile con el que se autoparodia hasta hartarse.
La crítica o sátira que plantea Stiller no es realmente muy profunda, pues se refiere sobre todo a la manera en que se elaboran las películas, a los tejes y manejes de la producción de una cinta, sus efectos visuales y de sonido, pero deja de lado totalmente el aspecto teórico del cine como medio de comunicación, aunque a decir verdad ésa no es nunca su intención, sino sólo la de divertirse.
No se puede dejar de notar que toda cinta posee explícita o implícitamente un carácter propagandístico e ideológico, y esto es particularmente importante en las cintas de género bélico. En ese sentido, Stiller no aporta nada diferente de lo visto y propuesto por Oliver Stone, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg.
El resultado al final no es novedoso, pero es interesante ver cómo trabajan la parodia lúdicamente estrellas como Cruise o McConaughey. Ben Stiller es un buen guionista pero no como Adam Sandler y su No te Metas con Zohan, en el que sí es posible encontrar crítica y sátira política.
Tampoco es novedoso que una película comience con falsos trailers (como ejemplo reciente los que se hicieron para el proyecto de Tarantino y Rodríguez llamado Grindhouse) los cuales anuncian la undécima parte de tal o cual cinta de acción o de comedia escatológica. El mensaje final podría ser: en Hollywood todo se vale, pero sobre todo que nos burlemos de nosotros mismos. Eso sí, no aspires a que esta película alcance algún premio importante de la crítica.
Para disfrutar de Una Película de Guerra lo único que hace falta es acudir a la sala con muy buen humor y sin otra pretensión que divertirse y contar con las imprescindibles palomitas.
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