El Dr. Jeckill and Mr. Ritchie
Ricardo Martínez García
Revolver es probablemente la cinta más sofisticada pero a la vez la más introspectiva y lenta que ha hecho hasta ahora Guy Ritchie, el famoso cineasta británico nacido en Hertfordshire hace cuarenta años y ahora ex esposo de Madonna.
Sin dejar de lado su temática favorita, el bajo mundo de la delincuencia británica (organizada y a veces desorganizada, como en las divertidas Snatch y Lock, Stock and Two Smoking Barrels)) ahora a Ritchie le entra la vena de la exploración del subconsciente, del estudio del ego como elemento enajenante del ser humano o como aquello que impide el natural desarrollo del yo, ocasionando que éste caiga en terribles excesos.
El nuevo enfoque de los personajes que propone Ritchie hace de Jake Green (un sobredirigido Jason Statham en el rol de un jugador experto en fraudes y ex prisionero) una nueva versión, bastante ligera por cierto, del clásico personaje creado por Robert Louis Stevenson, el Dr. Jeckill y Mister Hide: un atormentado individuo que lucha constantemente consigo mismo o con su ego a través de una especie de diálogo interno ezquizoide, lucha que si no fuera porque Ritchie la plantea con cierta fastidiosa seriedad y pesadez, sería más que risible.
El mismo problema de ego, pero desbocado totalmente, lo tiene el mafioso Dorothy Macha (un estupendo Ray Liotta) quien actúa como si fuera el amo y señor del universo, sólo por debajo de un tal señor Gold, mítico representante del intocable nivel superior en la escala delictiva. La simbología es patente, una vez entrados en cuestiones de análisis sicológico.
Macha es un individuo que atiende sus “negocios” en bata y calzoncillos, cuando no está totalmente desnudo. Es todo un personaje, el cual le da cierta tierna frescura a la cinta de Ritchie, la que por cierto llega a México (por muy poco tiempo en cartelera) con algo de retraso: su fecha de producción es del 2005.
El mundo de los personajes de Ritchie es un combo que tiene cabida para todos los clichés del género: además de Macha, está el italiano Zach (Vincent Pastore, el de Los Soprano) y su socio afroamericano Avi (el músico miembro de Outkast y actor Andre Benjamin), ambos mentores de Jake en la prisión sin que éste los viera nunca, así como unos mafiosos con pinta de rusos y de chinos.
Ritchie lo tiene claro: el ego, alimentado por los halagos excesivos y el afán de reconocimiento, daña seriamente la salud del simple yo, el cual se ve abrumado por esa “instalación foránea” (como probablemente lo llamaría Carlos Castaneda) que se hace pasar por nuestro verdadero yo.
La temática de la película nos permite especular sobre el origen inspirador de la cinta. Tal vez para cuando comenzó a escribir el guión, la presión de estar casado con la ahora cincuentona Madonna, diez años mayor que él y poseedora de una arrolladora personalidad, lo hizo concebir la historia de Revolver. Ahora que se han divorciado, nos hemos enterado de que la reina del pop ha afirmado que hay gente a su alrededor que está “discapacitada emocionalmente”, probablemente refiriéndose a su ex esposo. El cuadro entonces estaría completo: uno es incapaz de amar a la otra del ego superdesarrollado.
Fuera de toda especulación, la cinta deja mucho que desear. Si usted cree que Revolver es otra cinta más de culto a la Ritchie, no encontrará el ritmo vertiginoso, ni los diálogos pintorescos ácidos y vulgares, emitidos en un casi incomprensible slang propio del bajo mundo y tan comunes en sus trabajos iniciales, encontrará más bien el intento fallido de una cinta pretenciosa y densa cuya clave de interpretación se ofrece al final con los testimonios de especialistas sicólogos o siquiatras que dan su calificada definición de qué es el ego y qué nos hace a los seres humanos.
Uno de esos especialistas afirma que el mejor truco del ego es hacernos creer que el demonio sí existe, cuando dicha figura del mal en realidad solo es un disfraz del propio ego. Así, lo mejor de la cinta es que provoca ciertas reflexiones, pero no a través de ella sino de lo que dicen los citados especialistas.
Visto así, no es de extrañar que Revolver no dure más de dos o tres semanas en cartelera: un golpe leve al ego del propio Ritchie, si su intención era generar elogios, lo cual dudo. Se trata más bien de su forma de darle cauce a sus sentimientos más íntimos, referidos a él o a las personas que viven o vivían en su círculo personal.