El fracaso de la justicia
Ricardo Martínez García
En la vida uno puede encontrarse en cualquier lugar a personas abusadoras, violentas, gandallas, que van coleccionando víctimas hasta que alguien les pone el alto. Puede tratarse desde simples broncudos racistas de taberna, oportunistas que se apropian del trabajo de los otros, hasta mafiosos narcotraficantes que amenazan y asesinan sin ningún remordimiento.
La cinta Centinelas (Outlaw, 08) del británico Nick Love, muestra a un grupo de personas que de una u otra manera han sido víctimas de abusos y violencia, formando una banda de vengadores para tratar de hacer algo en contra de abusadores, pedófilos y mafiosos.
Sean Bean, actor nacido en Sheffield conocido por su trabajo en El Señor de los Anillos (en donde da vida a Boromir) y en Ronin (como un supuesto soldado de élite) entre otras, tiene el protagónico en esta cinta como el sargento Danny Bryant, quien acaba de regresar de algún cuerpo de paracaidistas asignado en Irak o Afganistán, asqueado y cansado de lo que ha visto en el frente, por lo que decide dadas las circunstancias –su esposa lo ha dejado para estar con otro- formar un pequeño grupo de reacción ante las agresiones de que han sido objeto.
Bryant es el encargado de “entrenar” a los miembros de la banda cuyo objetivo es “hacer algo” en contra de los malos. Tal intención no se realiza inmediatamente: sufren una tunda al enfrentarse a unos buscones en un bar; luego dejan caer dinero robado a unos mafiosos, hasta que en un tercer intento comienzan a levantar gente (muy al estilo del narco en México) seleccionada por sus antecedentes delictivos para torturarla y asesinarla.
Los miembros de la banda –en la cual hay un abogado al que le asesinan a su esposa embarazada por no retirarse de un caso, un joven con feas cicatrices en la cara hechas con algún arma filosa y un jefe de seguridad de un hotel que gusta de fisgonear a los huéspedes- comienzan a ser conocidos como unos modernos Robin Hoods pues el público que los ve en televisión huyendo luego de un asalto, no sabe que dejan caer el dinero por mera incompetencia, y comienzan a idealizarlos.
Las absurdas pero tétricas situaciones en las que se involucran, como golpear a unas personas atadas y encapuchadas genera dudas en algunos ellos, pues son en el fondo personas decentes, y tienen sus resquemores para aplicar la justicia por propia mano.
La cinta así planteada parece ser un conducto para canalizar y reflejar el sentimiento social generalizado de que la justicia en la Gran Bretaña ha alcanzado niveles insostenibles de corrupción (pues no solo en México se padece del mismo mal), y de que en los más sensibles e indefensos de la población campea la paranoia o el miedo a la violencia, al grado de provocarle pesadillas a un ejecutivo de ventas que es el primero en unirse a la banda de “centinelas” y a la postre el único sobreviviente.
La banda de vigilantes vengadores llega a su fin cuando los verdaderos mafiosos se las arreglan para tenderles una trampa, enviándolos a una emboscada con policías que los quieren ver eliminados, policías que presumiblemente colaboran con el jefe mafioso.
El mensaje de la cinta, filmada con un estilo de cámara nerviosa, con mucho movimiento y cambios bruscos de planos, los cuales pueden llegar a exasperar, parece ser que los ciudadanos o se resignan a vivir con la corrupción y a ser víctimas impotentes, o toman la justicia por su cuenta pero arriesgándose a echarse encima tanto a policías como a delincuentes. Es naturalmente una película pesimista, de tintes fascistoides, con un tipo de violencia muy realista (con escenas de salvajes golpizas, asesinatos y huesos fracturados a palos) y con un final triste y previsible.
A ratos la cinta parece una extraña mezcla entre Tarde de Perros, de Sydney Lumet y protagonizada por Al Pacino (por la cómica ineptitud de los miembros de la banda) y Taxi Driver de Martin Scorsese, con gran actuación de Robert de Niro (porque el líder de la banda es un ex soldado de regreso a la patria, asqueado, confundido y paranoico con ganas de hacer algo “trascendente”), y con algunos significativos detalles en la trama que recuerdan aquella famosa cinta de Charles Bronson El Vengador Anónimo (Death Wish, Michael Winner, 74), en la que el protagonista tomaba la justicia en sus propias manos luego del asesinato y violación de su esposa e hija.
¿A eso nos estaremos encaminando en los lugares en donde la corrupción y la violencia, los asaltos, secuestros y levantones, y su consiguiente impunidad hacen patente el fracaso de la justicia, a convertirnos en vengadores anónimos o centinelas? Tal vez ya haya algunos así, pero la policía no los dará a conocer.
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