El amor por encima del deber
Ricardo Martínez García
La insatisfacción civil hacia las acciones bélicas que ha desarrollado el gobierno de los Estados Unidos de América tiene a veces un cauce de expresión mediatizada en la cinematografía actual. Tal es el caso de cintas como Traidor (Nachmanoff, 08), Leones por Corderos (Redford, 07), En el Valle de Elah (Haggis, 07) y algunas otras por el estilo, donde se muestra el juego político-burocrático-militar que está detrás de las acciones emprendidas en países como Afganistán e Irak, luego del 11 de septiembre del 2001.
Red de Mentiras (Ridley Scott, 2008) es una cinta en la que se sigue manifestando el sinsentido de una cruenta y lenta guerra en la que se vale realmente todo, con tal de hacer que aquel que ha sido catalogado como el enemigo asome la cabeza y pueda ser atrapado, en aras de la lucha contra el terrorismo.
La película comienza con una frase en la que queda claro que las acciones que se realizan en contra de alguien –casi siempre violentamente- tienen repercusiones, algo así como la ley del talión pero a nivel global: las masacres a las que han sido sometidos durante tantos y tantos años los pueblos “enemigos de la libertad” tal como la entienden los funcionarios del gobierno norteamericano, han comenzado a pasarle la factura a los mismos agresores en forma de explosiones y atentados terroristas. La cinta parece querer decir: “si siguen así, no se extrañen de que en el futuro se repitan más 11 de septiembres”.
Luchar genuinamente contra el terrorismo no es lo mismo que provocar terrorismo para combatir el terrorismo, y en eso es en lo que está involucrado el agente encubierto de la CIA Roger Ferris (el cada vez mejor actor Leonardo Di Caprio) y su poco fiable jefe Edward Hoffman (un Russell Crowe bastante contenido y discreto), todo en aras de conseguir la victoria sobre la amenaza real del terrorismo que amenaza a los buenos ciudadanos norteamericanos, aunque extrañamente los ataques casi siempre se producen en territorios extranjeros, salvo naturalmente aquellos del 11 de septiembre.
En la lucha mefistofélica y con sofisticaciones altamente tecnificadas caen, como siempre, víctimas “colaterales”, como el arquitecto árabe al que el buen agente Ferris, con la mano en la cintura y sin medir consecuencias, le construye una vida paralela desde la virtualidad de la red internet pero ya no como el honrado arquitecto que es, sino como un supuesto líder terrorista, todo con el sagaz objetivo de provocar la egolatría del verdadero jefe para que dé signos de vida y atraparlo.
Ferris se encuentra de pronto entre el cinismo de su jefe y la superior astucia del jefe de inteligencia jordano, el tan elegante como siniestro Hani (el inglés Mark Strong) y su despiste amoroso, elemento más que improbable en una trama de espías profesionales pero que tiene como objetivo darle cierto romanticismo a la cinta, sobre todo porque presupone que Ferris antepondrá sus sentimientos por la hermosa Aisha (la actriz iraní y ex estudiante de piano en el Conservatorio de Viena Golshifteh Farahani) por encima de su deber de patriota: tal es la red de situaciones inciertas que dan título a este entretenido filme del célebre director Ridley Scott.
Hay ciertas cosas en la trama de la cinta que difícilmente pueden ser creíbles, como el trabajo secreto de un agente de la CIA evidentemente caucásico operando casi sin problemas en peligrosos lugares de Oriente Medio, auxiliado tan solo por un teléfono satelital que lo mantiene en permanente contacto con su jefe, quien opera cómodamente desde su casa mientras atiende a sus hijos. Es más creíble en ese sentido el personaje de Don Cheadle en Traidor: un norteamericano musulmán negro estudioso del Corán, quien se encuentra en la disyuntiva de serle fiel a su país y/o a su religión. Ferris se da cuenta de sus errores operativos pero para entonces es demasiado tarde para el arquitecto-señuelo que “fabricó” y casi también para él mismo, a su vez convertido en señuelo por el jefe de la inteligencia jordano Hani, que busca en apariencia lo mismo que él: atrapar al jefe terrorista.
La cinta representa un intento más de crítica a las acciones bélicas del gobierno de Bush en Afganistán e Irak, si se le desea interpretar así, pero se distrae un poco con el planteamiento personal del modo en que resuelve Ferris su trabajo como espía y la emergencia de un nuevo amor. De otro modo, es una excelente opción o alternativa de cinta de acción con temas sobre política internacional y terrorismo.
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