Ondas peligrosas
Ricardo Martínez García
La transmisión (The Signal, 07) es una cinta dirigida por tres directores, Jacob Gentry, David Bruckner y Dan Bush, en la que desde diferentes enfoques se muestra lo peligroso que es para el género humano estar expuesto constantemente a las transmisiones de esa “caja idiota” o “ventana al mundo” que es la televisión.
Esta película es un ejercicio casi psciosocial que muestra los efectos perniciosos, exagerados y estrambóticos, de acuerdo con el estilo personal de los directores, de una sociedad acostumbrada a vivir y convivir con la pantalla televisiva durante gran parte del día. La premisa de la cinta supone a la mayoría de las personas completamente bajo la inlfuencia –no influenza- del efecto hipnótico y canceroso sobre las mentes de los telespectadores, que los lleva a enloquecer y a volverse asesinos brutales.
Ben y Mya (los desconocidos Justin Welborn y Anessa Ramsey) son unos amantes que se tienen que separar pues ella debe regresar con su esposo Lewis (A. J. Bowen), ella no se puede comunicar por teléfono a su casa, la televisión de Ben muestra extrañas distorsiones, en la calle alguien trata de acercarse a ella y al llegar a su departamento otras actúan de forma extraña, pero sobre todo, en todos lados las televisiones muestran las mismas imágenes distorsionadas cuyo efecto en los espectadores son espeluznantes.
La cinta está dividida en tres partes, tal vez una correspondiente a cada uno de los directores, cada una con diferentes resultados. La primera parte plantea muy bien la trama, con una visión apocalíptica, oscura, de las consecuencias nefastas de esa “señal” transmitida por la televisión. Esa señal hace de los humanos paranoicos criminales violentos. Hasta ahí va todo bien, el recuerdo de cintas como Soy Leyenda (Francis Lawrence, 07), Resident Evil: Extinction (Russel Mulcahy, 07), o Daybreakers (Michael Spierig, 07), está presente en la cinta. Pero la segunta parte, o Transmisión 2, sale de la lógica anterior y convierte la cinta en una caricatura gore, sangrienta, y con pretensiones de comedia siniestra, lográndolo a ratos a costa de no tomarse en serio más. La tercera parte vuelve a retomar el hilo de la primera y juega aún más con el elemento psicológico. Las alucinaciones inducidas por estas ondas hertizianas que sufren los personajes los hacen confundir qué aspectos son reales o cuáles no.
Lo que es realmente absurdo es que los personajes se machaquen unos a otros y a la escena siguiente están como si nada, o la comicidad voluntaria que hace referencia a otras cintas, como la escena donde una cabeza cercenada vuelve a la vida con el simple procedimiento de conectar unas terminales eléctricas a las sienes, como si fuera el androide de la película Alien (Ridley Scott, 79).
La extrema violencia de Lewis, el esposo de Mya, que lo hace acreedor con justicia del título de “monstruo celoso”, es lo que hace que esta cinta gore-cómica-apocalíptica no sea apta para niños ni adolescentes. Si usted gusta de las cintas tipo B llenas de sangre y con cierto grado de ilógica en los detalles no se la pierda.
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