La gran pachanga rockanrolera
Ricardo Martínez García
¿Quién no ha organizado una fiesta a la que de pronto se suman invitados o gorrones en tal cantidad y a tal grado que la fiesta se desborda de manera inimaginable, con los consiguientes problemas con los vecinos, la música y el estrépito extremos, situaciones totalmente inesperadas y la mayor parte de las veces divertidas y memorables? Tal es el caso de Bienvenidos a Woodstock, del aclamado director taiwanés Ang Lee.
La gran pachanga rockanrolera que presenta Lee no es la del concierto de Woodstock, ni las vicisitudes de los grupos de rock en el escenario sino aquella que inicia desde la planeación del festival, con organizadores buena vibra omnipotentes económicamente, cuyo dinero resuelve cualquier problema u obstáculo que se presenta.
Todo comienza con una triste y poco concurrida reunión de la “cámara de comercio” de un pequeño pueblo llamado White Lake, presidida por el pujante joven judío Elliot Tiber (Demetri Martin), quien previamente había llegado a ese lugar a tratar de ayudar a sus padres en el pago del embargo sobre su derruido motel, pretendidamente llamado “centro vacacional”.
En esa pobre reunión se ofrecen dos propuestas, una de las cuales florece cuando el Festival de Música y Artes de Woodstock que se llevaría a cabo en el poblado de ese nombre se cancela pues los permisos para realizar el famoso concierto son negados por sus habitantes. Entonces Eliot mediante un par de llamadas entra en contacto con los organizadores del concierto, y a partir de ahí los acontecimientos avasallan no solo a Elliot, sino a toda su localidad y gran parte de ese territorio en el estado de Nueva York.
Como una bola de nieve humana, Elliot ve cómo todos los espacios públicos son invadidos, y también ve cómo su propia vida entra en una etapa de descubrimientos muy propios de la época: la animadversión contra la guerra en Vietnam y el eslogan de amor y paz, el uso indiscriminado del LSD y del hachís, el sexo abierto y homosexual, la sicodelia en pleno, y hasta el redescubrimiento de su propia familia, como la avaricia sin límite de su madre.
Ang Lee se aleja de monstruos verdes y secretos morbosos más o menos bien guardados, y ofrece en Bienvenidos a Woodstock (Taking Woodstock, 09) una visión colorida y tremendista –no podía ser de otro modo- de la organización, de los preparativos al vapor y de lo que ocurrió no dentro del Festival propiamente, porque en esta cinta no hay una sola presentación de algún grupo participante como The Band o The Who, si acaso de unos grupos locales para los propios habitantes, sino de lo que ocurre alrededor de, a partir de la visión de Elliot y sus circunstancias personales, de su lucha por sacar adelante a sus padres, y de su lucha por encontrarse a sí mismo. Y al encontrarse a sí mismo da origen, a través de sus pequeñas pero decisivas gestiones, a uno de los festivales más memorables no sólo de esa época sino de la historia total del rock.
No es como el documental filmado por Michael Wadleigh y editado por Martin Scorsese en 1970, que hasta se ha considerado “culturalmente significativo” por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que sí muestra la labor musical de grupos como Ten Years After, Jefferson Airplane o Santana, para mencionar algunos; la cinta de Lee tiene un interés dramático y no documental, muestra el despertar gozoso en muchos sentidos de esa generación de jóvenes norteamericanos de cara a la actitud bélica de su gobierno, el movimiento feminista, el pacifista y el mundo del alucine sicodélicas, así como el descubrimiento y desparpajo de la sexualidad en la masa humana que un evento de esa magnitud propició y generó en ellos mismos.
Resultan entrañables las actuaciones de Liev Schreiber (que aparece en X Men Los Orígenes como Dientes de Sable, el medio hermano de Wolverine) como un ex sargento que estuvo en Vietnam y que ha decidido ser como realmente es, haciéndose llamar Vilma, y la de Demetri Martin al interpretar a Eliot, personaje que seguramente no imaginó la vorágine que su vida experimentaría en esos días de mediados de agosto de 1969.
El hablar lento mientras se alucina, la buena vibra y otros tópicos típicos de la sicodelia sesentera han llegado a ser lugares tan comunes en la cultura actual que resulta gracioso verlos en su ambiente de origen y tan natural. Bienvenidos a Woodstock es una película divertida y entretenida que mitifica y desmitifica aún más tales elementos culturales, si cabe una expresión tan contradictoria.