Friday, February 05, 2010

Invictus


La aparente dicotomía deporte-política no lo es tanto

Ricardo Martínez García

Hace algunos días estuvo en México el periodista británico John Carlin. Reportero y escritor, Carlin trabaja para el diario español El País pero ha estado de viaje en la promoción de su libro Playing the Enemy, que en castellano se llama El Factor Humano. El libro ha dado pie a un guión admirable, a cargo de Tony Peckham, para la nueva cinta de Clint Eastwood Invictus (09), protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon.

Nelson Mandela es sin duda uno de los grandes líderes del mundo actual, carismático pero sobre todo de gran inteligencia política. Luego de pasar casi treinta años en diferentes prisiones, Mandela salió para convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica, dando término al terrible apartheid al que habían sometido a su población los gobiernos sudafricanos del partido Afrikáans oficialmente desde 1948.

Con la llegada de Mandela al poder, el líder ve en el Mundial de Rugby de 1995, a celebrarse en su país, la oportunidad de reconciliación nacional que tanto se necesitaba en ese momento crítico de su historia. El recelo y la desconfianza que se vivía entre los ciudadanos blancos y negros estaba imposibilitando la vida armoniosa que anhelaba el llamado Madiba.

Eastwood nos presenta el retrato de un Mandela (con una actuación de Freeman que seguramente obtendrá, por méritos propios, al menos una nominación más al Oscar de este año) carismático, amable, dispuesto a perdonar a sus enemigos en aras de un fin mayor: la concordia y la armonía de los grandes grupos raciales sudafricanos: blancos y negros.

La armonía puede ser construida a partir de un símbolo deportivo en el cual se sientan identificados todos los sudafricanos, y resulta que el débil equipo de rugby sudafricano encarna a la perfección dicha bandera simbólica. El mérito de Mandela consiste precisamente en aprovechar la popularidad del equipo entre la población blanca y brindarle su apoyo, sin importar las diferencias raciales.

Franςois Pinaar (Matt Damon) es el capitán de ese equipo que necesitaba urgentemente que alguien creyera en ellos, y quién mejor que aquel que ha salido de treinta años de prisión dispuesto a perdonar. Ante la contundencia del ejemplo, a él no le queda más que dar lo mejor de sí mismo.

“Creo que lo más importante de una película es que te atrape, que pierdas toda la noción del tiempo y que te sumerjas en ella”, dijo Carlin en una entrevista para El Universal. Tal cosa ocurre durante tres cuartas partes de la cinta. El experimentado Eastwood cede en los últimos minutos a la tentación de mostrar en toda su contundencia la fuerza de la afición al rugby en Sudáfrica (y en casi todo el planeta, sobre todo si se considera que este país será sede del Mundial de Fútbol el próximo junio), regodéandose en escenas del juego, alargando la tensión sobre el anhelado resultado. Buena película sobre el hombre que abolió el apartheid, uno de los grandes cánceres de la humanidad.

A ver qué tal le va a México al inaugurar el Mundial justo contra esos formidables anfitriones.

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