Sunday, February 21, 2010

El libro de los secretos


Visiones apocalípticas

Ricardo Martínez García

A lo largo de la historia de la literatura universal de vez en cuando aparecen noticias o rumores de libros secretos, esotéricos o no aptos para todo el público, que contienen conocimientos considerados peligrosos por su poder evocativo, regulatorio o francamente subversivos, sean de carácter político, religioso o social.

Así, en El Nombre de la Rosa (Annaud, 86), por ejemplo, la trama gira en torno a un libro de Aristóteles –el titulado Poética- que ridiculiza el culto divino según cierta interpretación, la cual hace que los monjes benedictinos medievales que poseen una copia única la consideren prohibida, no solo para el gran público sino para sí mismos.

En la literatura es famoso Howard Phillips Lovecraft por sus cuentos de terror, sobre todo Los Mitos de Cthulu, en los que crea toda una bibliografía fantástica de ciertos libros secretos, exclusivos para iniciados en ritos satánicos y monstruosos.

En El libro de los secretos, de los hermanos Albert y Allen Hughes (The Book of Eli, 10), el mundo o al menos los Estados Unidos han sufrido la tercera guerra mundial, que ha dejado en ruinas casi todo. En medio de paisajes apocalípticos, que recuerdan a Mad Max (Miller, 79) y de algún modo a 9 (sí, la cinta animada de Shane Acker, 09), el caminante Eli (Denzel Washington, en un personaje cuyo nombre hebreo significa algo así como el sublime) se ha fijado como misión llegar al Oeste, específicamente a la isla de Alcatraz, antigua cárcel inexpugnable devenida en refugio de la cultura universal, para entregar un libro que sólo él posee.

Ese mismo libro es buscado por Carnegie (Gary Oldman), que supone que el libro le puede dar poder sobre los pocos habitantes del mundo sobrevivientes. Para encontrarlo manda a unos salvajes pero analfabetas secuaces a confiscar todos los libros que puedan. El desenlace de la cinta recuerda aquellas historias de algunos judíos recluidos en los campos de exterminio de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y quienes eran capaces de recordar de memoria la totalidad de los textos que ellos consideran sagrados, para no hablar de las doctas interpretaciones de las que eran capaces.

Por momentos la cinta muestra una fotografía excelente que hace recordar con fuerza a Gabriel Figueroa y el trabajo característico que hizo en asociación con Emilio El Indio Fernández. Solo por esas imágenes y su evocación vale la pena ver esta cinta.

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