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Sueño que sueño que sueño |
La Realidad de los sueños
Ricardo Martínez García
Son muchas las coincidencias. Christopher Nolan, director de
El Caballero de la Noche, presenta en
El Origen (
Inception, 10) protagonizada por Leonardo Di Caprio, la historia de unos extractores e inoculadores de ideas que se cuelan en los sueños de sus víctimas, por más inverosímil que esto suene, pero que recuerda muy de cerca a los libros de
Carlos Castaneda -especialmente
El Arte de Ensoñar- aunque sin el esoterismo y mística de los esfuerzos de un aprendiz de brujo que sigue el camino del guerrero y se vuelve un ensoñador y acechador tremendo, gracias a sus habilidades naturales, como lo muestra el propio Castaneda, aquel famoso antropólogo de la UCLA devenido en el aprendiz del brujo o nagual Don Juan Matus.
Di Caprio encabeza un reparto más que interesante: desde Michael Caine como el profesor universitario Miles que da clases en París y fue mentor de Dom Cobb (Di Caprio) en el aprendizaje del manejo de los sueños. Ahora Cobb es un extractor o ladrón de sueños y secretos de sus víctimas; Ellen Page como Ariadna, la más avezada estudiante de Miles y arquitecta de ambientes de los sueños (algo en lo que Cobb y su esposa Mal -Marion Cotillard- eran muy buenos: reconstruir en los sueños lugares de la realidad a su más mínimo detalle, y que es lo que hace
El Inquilino en
El Arte de Ensoñar de Castaneda); Joseph Gordon-Levitt, como Arthur, a cargo de la operatibilidad de las incursiones en el subconsciente de las víctimas del equipo de Cobb; Ken Watanabe como Saito y cliente de este mismo equipo al que le plantea una misión, y Cillian Murphy como Robert Fisher Jr., heredero de un imperio económico y principal víctima de Cobb.
No se trata de una película de ciencia ficción porque no centra el argumento en el uso de hipotéticos aparatos tecnológicos que permitieran la incursión de conciencias diferentes en el subconsciente de alguien (solo se ve un maletín de donde sacan algo para concectarse), sino que más bien se explora la idea de que si tal cosa fuera posible -ingresar al sueño de alguien- entonces sería posible ingresar al sueño de alguien que ya está soñando, e ir a un nivel más profundo de ese sueño y así hasta un tercer nivel. Si en los libros de Castaneda se habla del control de los sueños y de su utilización como canales hacia otros universos y suena plausible gracias a que esto es resultado de un incisivo aprendizaje, en la cinta de Nolan todo parece natural pero desconectado, justamente porque no se explica cómo sería posible tal cosa.
En
Hasta el fin del mundo (91) Wim Wenders presenta en un momento dado también un pequeño aparato grabador de los sueños, algo como un ipod y que se conecta directamente en la cabeza, que al reproducirlos genera adicción en la persona que los ha soñado, enajenándola de la realidad. De alguna manera El origen alude a la misma idea, aunque con un tono dramático diferente, que se centra en la relación de Cobb y su esposa.
Si Carlos Castaneda no permitió que sus obras fueran llevadas al cine, cuando estaba en este mundo, “para no ver a Anthony Quinn haciéndola de Don Juan”, ahora no ha podido evitar que algunas o muchas de las ideas de sus libros coincidan -o tal vez algo más que eso- con argumentos cinematográficos que ciertamente resultan interesantes, pero no hay nada como leer sobre el explorador azul con el que Castaneda se topa en el mundo de los seres inorgánicos en el citado libro
El Arte de Ensoñar, si se trata de irse al origen, o al menos a un origen. Y la afirmación es la misma: este mundo no es real.