Friday, December 31, 2010

Megamente


La Dicotomía del Bien y el Mal

Ricardo Martínez García

Desde el principio su destino fue ser el malvado, el perdedor, el solitario, el señalado. No tuvo manera de torcer el rumbo de su vida, a pesar de sus esfuerzos; incluso su aspecto físico era un elemento más que lo determinaba para el camino del mal, para ser el antagonista de todo lo que se puede considerar como bueno. Tales son las premisas vitales y existenciales del villano de origen extraterrestre Megamente, en la cinta de animación de Tom McGrath, las cuales son un signo más de las extraviadas (a veces)  sendas morales en las que los valores pueden ser trastocados, no solo para el mal, como normalmente sucede, sino incluso para hacer el bien, inesperadamente.

El principal enemigo de Megamente es Metroman, especie de súperman guapo, simpático, héroe que llega a estar harto de su compulsión por lo bueno y de su popularidad. Aparentemente Megamente se deshace de él, pero al hacerlo también desaparece su principal motivación hacia la acción (pues el bien y el mal son como las dos mitades del cosmos, como el ying y el yang). Artificialmente Megamente decide crear un nuevo súper héroe –antítesis de Metroman- que sea su antagonista, pero el resultado es un villano peor que él mismo. Mientras todo esto ocurre, y para aderezar adecuadamente el dilema ético de visión infantil, Megamente se enamora de la reportera Roxanne Ritchi, tomando un aspecto físico para cortejarla más atractivo que su auténtica figura.

Ser héroe o villano, romper o no con los determinismos naturales y sociales, tal es la cuestión, pero en una cinta para niños tal vez estas sutiles diferencias morales, y sus necesarias consecuencias, escapan a la comprensión de un público así, en el peor de los casos.

Con voces en su versión original de Will Ferrel, Brad Pitt y Tina Fey, McGrath construye una historia cuyo drama es hasta cierto punto ambiguo, al jugar constantemente con las apariencias, con las transformaciones dialécticas de los personajes principales. Mucho más clara en sus pistas morales es Mi villano favorito, de Chris Renaud y Pierre Coffin, en la que el villano protagonista se humaniza en grados insospechados aún para él mismo.

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