Ricardo Martínez García
La historia periodística que ha sido
tomada como base para el argumento de la película Obediencia
Perfecta (14) del
director Luis Urquiza, comenzó con algunos reportajes publicados en
el diario La Jornada
en abril de 1997. Salvador Guerrero Chiprés publicó un reportaje en
cuatro partes, en donde señalaba los abusos sexuales a niños de
entre 12 y 17 años por parte del fundador de los Legionarios de
Cristo, el sacerdote michoacano Marcial Maciel, a quien también se
señaló como adicto a la morfina.
Lejos de pretender ser una cinta de
denuncia, el cauto eufemismo de llamar en ella a la orden religiosa
“Los Cruzados de Cristo”, y a su fundador como el sacerdote
“Angel de la Cruz”, no logra ocultar las verdaderas identidades
tanto de la orden como del defenestrado Marcial Maciel, quien en sus
últimos años recibió la orden de Benedicto XVI, en 2006, de no
ejercer más su ministerio sacerdotal, y a retirarse a la vida de
oración y penitencia.
Juan Manuel Bernal interpreta de manera
soberbia al sacerdote Ángel de la Cruz, superior de los Cruzados,
seductor y manipulador consumado, al cual vemos en plena acción al
convertir al niño seminarista (interpretado por Sebastián Aguirre)
en su discípulo personal y amante.
La cinta de Urquiza muestra el dominio
manipulador del padre De la Cruz, que hacía creer a los niños
abusados sexualmente que lo que hacían con él era una muestra de
devoción y amor hacia su persona y hacia la voluntad de Dios, que
era una ayuda importante para su salud. La complacencia, casi
complicidad, de los altos jerarcas de la Iglesia, hacia el estilo de
vida de De la Cruz, muestra el cinismo del que sí sabe lo que
ocurre, pero que no le conviene hacer algo por detenerlo.
La perfidia e hipocresía del sacerdote
De la Cruz alcanza un grado superlativo, al repetir regularmente el
proceso de seducción en otros nuevos e inocentes niños que ingresan
a su orden. “No somos ángeles, cuiden a sus niñas”, etcétera,
dijeron altos jerarcas al ser cuestionados por el caso de pederastia
de Marcial Maciel. Es una manera cínica de dar un buen consejo.
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