Ricardo
Martínez García
Un
deseo, un ideal, una meta o un reto, tal vez todo eso o algo
completamente diferente es lo que motiva a una persona a perseguir
algo hasta que lo consigue, a pesar de los obstáculos que se le
presenten. Tal es la historia de Eddie Edwards, que nos presenta el
director británico Dexter Flechter en Volando Alto (2016) la
historia de un hombre con un sueño: competir en las olimpiadas, a
pesar de su falta de entrenamiento y preparación, pero con un
espíritu indomable.
El
lema de las Olimpiadas señala que “lo importante no es el triunfo,
sino la competencia”, es decir la experiencia misma de estar ahí,
compitiendo con los mejores del mundo, aunque sea en las olimpiadas
de invierno. Michael Eddie Edwards (Taron Egerton) tal vez no era el
británico mejor esquiador saltador del mundo, pero sí es uno de los
más tenaces, aguerridos, valientes deportistas y eso es lo que lo
vuelve un personaje famoso. Nacido en 1963 en Cheltenham, Inglaterra,
Eddie creció en una familia de clase trabajadora, su padre era
yesero, pero él aspiraba a algo más. Sin ser un atleta, y gracias a
su férrea voluntad, logró que el renuente Comité Olímpico de su
país lo aceptara, no sin antes ponerle algunas trabas, como único
participante en la prueba de salto en esquíes de las Olimpiadas de
Invierno de Calgary, en 1988. Con un gran apoyo de la prensa y la
antipatía de muchos competidores “serios”, Eddie apenas si logró
clasificarse para esas olimpiadas y ganar algunos patrocinadores.
Pero
tal vez el apoyo que logra por parte de su entrenador Bronson Peary
(Hugh Jackman) fue el decisivo, el que le dio el impulso a continuar
a pesar de las piedras que su padre, el comité olímpico, otros
competidores poco leales, le van poniendo en el camino.
La
fe de Eddie no está puesta en una instancia divina superior, sino en
el deseo y la férrea voluntad de trascender en el puro terreno
individual, en la tenacidad y perseverancia a prueba de casi todo. Y
esto es lo que se le reconoció a Michael, quien en esas Olimpiadas
de Calgary escuchó corear su nombre luego de que el presidente del
COI aludiera a su vuelo, como de águila. Es conmovedor cómo los
logros de Eddie logran al fin cambiar incluso la actitud de su padre,
tal vez el más renuente a dejar a Eddie realizar su sueño de
competir en las olimpiadas.
Taron
Egerton logra una destacada actuación como Eddie, luego de su debut
en la película Kingsman, sobre todo porque al interpretar a Eddie
tuvo que subir de peso y colocarse unas gafas para la miopía (además
de “el águila” Eddie también fue apodado como “Mr. Magoo”).
Egerton logra mostrar las diferentes facetas personales de Eddie de
manera convincente, desde su tencacidad, su ingenuidad y su valentía
rayando en la temeridad. Por su parte Jackman hace un uso adecuado de
su impacto escénico, mostrando que no solo hace bien el papel de
Wolverine, sino también otros papeles, como el de este antiguo
atleta, saltador en esquíes, gruñón y bebedor, pero que logra ver
algo en Eddie y decide ayudarlo a entrenar.
Cabe
señalar que luego de la incursión de Eddie en esas Olimpiadas de
1988, las reglas para calificar a la competencia fueron modificadas,
exigiendo mayor competitividad a los candidatos, lo que hace
prácticamente imposible volver a ver a otro Eddie ingresando a tales
pruebas.