Ricardo
Martínez García
En
el mundo actual, ya casi no hay cabida para la fe, la esperanza de
que lo irreversible cambie, de que lo inexorable no suceda. Al
parecer la cuestión sobre la fe sigue siendo una cuestión de
enfoque: o creemos que todo es cotidiano y causal, o creemos que
nuestras vidas son el resultado de una cadena de milagros que ni
siquiera podemos observar, dada nuestra visión cientificista y
nuestro escepticismo radical.
La
directora Patricia Riggen presenta, en esta cinta Milagros del Cielo
(16) un drama familiar que tiene un final feliz, pero que para
alcanzarlo la familia y sobre todo Christy y Anna deben atravesar.
La
familia Beam es una familia como tantas otras, que lucha por su
bienestar, trabaja, invierte, acude a los servicios religiosos. Pero
la situación de salud de una de sus hijas lo trastorna todo. Anna
(Kylie Rogers) es la hija mediana de Christy y Kevin Beam (Jennifer
Garner y Martin Henderson), quien presenta una rara enfermedad
intestinal. Christy, como cualquier madre, desespera ante los
síntomas que presenta su hija y que no desaparecen, lo que la lleva
a enfrentarse con médicos que a su juicio no hacen lo posible por su
hija. Es así como llega con el especialista pediatra Doctor Nurko
(Eugenio Derbez), quien confirma los diagnósticos de que Anna sufre
una enfermedad incurable, la cual solo puede tratarse en la medida de
lo posible, sobre todo evitando el dolor.
Anna,
al jugar con su hemana mayor Abbie (Brighton Sharbino), sufre un
aparatoso accidente, lo que añade drama a su ya de por sí terrible
situación.
Sin
la decidida voluntad de Christy, más la bondadosa intervención de
algunas personas, como la recepcionista del hospital, o de Angela, la
mesera del restaurante (Queen Latifah), o las atenciones a lo Patch
Adams de Nurko, no hubiera sido posible la atención que Anna
necesitaba en su momento.
Más
allá de esto, está la gozosa incomprensión ante un evento
positivo, la sobrevivencia de Anna no solo ante su accidente, sino la
reversión de lo que era considerada una enfermedad incurable. La fe
religiosa de Christy no parecía especialmente fuerte, su
congregación y sus feligreses se vuelven algo negativo, luego de que
algunas almas caritativas le sugieren como causa de los males de Anna
los pecados de sus padres o los de ella misma. A pesar de ello, es a
la fe y la oración a lo que acude Christy en el momento crucial en
la vida de Anna.
Anna
señala, al recordar los eventos luego de su caída, haber sentido
comunicarse con Dios aún sin palabras, y que éste le hizo saber que
debía regresar y que estaría bien. Fuera un exceso de medicamentos
para el dolor, o una auténtica y mística experiencia religiosa, el
caso es que la niña recupera la salud y la vitalidad.
El
guión de la cinta es una adaptación del libro que escribió la
verdadera Christy Beam, en su deseo de relatar su experiencia de vida
más feliz y trascendente.
Al
final el mensaje de la cinta es de lo más positivo: la vida está
llena de milagros cotidianos, y los ve quien quiere verlos. El
escepticismo es la incapacidad para cambiar de visión y poder
realizar una interpretación de los hechos de manera menos causal y
más milagrosa e inexplicable científicamente.
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