Wednesday, July 09, 2008

La Escafandra y la Mariposa


El lenguaje y la conciencia

Ricardo Martínez García

¿Qué sería de nosotros si tuviéramos que prescindir, por accidente o enfermedad, de la movilidad corporal y de la habilidad de comunicación vocal y gesticular de manera total, o casi? Seguramente sería una situación desesperada darnos cuenta que estamos encerrados en nuestro cuerpo, conscientes pero sin poder comunicar de manera inmediata lo que se quiere decir.

Tal es la situación que plantea la cinta del cineasta norteamericano Julian Schnabel La Escafandra y la Mariposa (The diving bell and the butterfly, 07), basada en el libro autobiográfico de Jean-Dominique Bauby –interpretado magistralmente por Mathieu Amalric- el cual narra la vida del editor de la revista francesa Elle, quien mientras desarrolla una vida profesional exitosa, sufre de pronto de una parálisis casi total, en la que sólo su ojo izquierdo mantiene la movilidad.

La terapeuta especializada en comunicación a cargo de Bauby, que está al tanto de la normalidad de los procesos mentales de su paciente, decide emprender la ardua labor de comunicarse con él, proceso que consiste en que ella deletrea las letras más comunes en la lengua francesa y Bauby indica, mediante el parpadeo, qué letra seleccionó para construir las palabras que desea dar a conocer.
A veces el proceso es demasiado lento, o demasiado rápido según las circunstancias y necesidades, necesidades que ni siquiera se plantean en el lenguaje común y cotidiano.

El método comunicativo funciona porque Bauby, al no sufrir daño mental, maneja de manera normal los códigos lingüísticos y culturales, aunque su enorme –pero no insalvable problema- es la eficiente utilización de su único párpado móvil, el cual termina usando con pausas de tiempo parecidos al código morse o a un lenguaje binario. Para afirmar algo parpadea una vez y para negarlo dos.

Mediante este sencillo pero arduo sistema de comunicación, Bauby no solo logra comunicarse con su familia y doctores, sino que emprende la titánica labor de dictar un libro, el cual fue publicado en 1997, poco después de la muerte del editor, y del cual toma nombre la cinta de Schnabel.

La situación planteada en la película –producción franco americana- no es insólita: Bauby no es el primer paciente en el mundo que sufre de parálisis casi total, ni es el único enfermo consciente y de buena salud mental, lo que sí es insólito (al menos para los estándares mexicanos) es la atención médica que se le da en ese hospital francés de primer nivel.

Jean-Dominique a pesar de la parálisis, o a causa de ella, lleva a su imaginación a niveles que probablemente no hubiera alcanzado de gozar con el funcionamiento de su aparato motriz. Así, a pesar de la escafandra, modo en que él llama a su inmovilidad que lo tiene completamente atrapado y es como una pesada losa de la cual no se desprenderá más, Bauby logra crear y recrear el mundo de su imaginario personal, al cual metafóricamente se refiere como la mariposa. Y la vía de esa “mariposa” es el activo párpado izquierdo subiendo y bajando innumerables veces.

Por otro lado su conciencia, que se proyecta sobre sí misma, le permite revaluar su relación con su padre (Max Von Sidow, siempre excelente), con la madre de sus hijos, Celine (la siempre bella y gran actriz Emmanuelle Seigner, esposa de Roman Polansky) y en general con los diversos y ricos aspectos que conformaban su vida normal.

Julian Schnabel (51), también director de las celebradas cintas Basquiat (96) y Antes de que anochezca (Befote night fall, 00), aquella que catapultó al estrellato a Javier Bardem por su estupendo trabajo como el poeta cubano Reinaldo Arenas, logra una estupenda interiorización visual del mundo de Bauby, que produce simpatía y compasión hacia su persona, aunque sin caer en falsos sentimentalismos.

Lo que llama la atención es que, a pesar de que es Celine –la madre de sus hijos con la que Bauby no quiso casarse- la que está al tanto de él, Jean-Dominique anhela la visita de su amante, quien no lo ha visitado ni una vez. ¡Así somos algunos hombres, sinceros y honestos hasta el final!

A diferencia de las cintas Mi pie izquierdo (Jim Scheridan, 89) y de Despertares (Penny Marshal, 90), en donde el drama humano involucra diferentes tipos de incapacidades físicas y mentales, todo lo insólitas que se quieran como son los casos de los que se ocupa el famoso neurólogo Oliver Sacks, en La Escafandra encontramos un verdadero mundo interior expuesto a cuentagotas mediante un metalenguaje, a través del único canal del alma que le queda a Bauby: su ojo izquierdo.

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