Variedades de una teoría conspiratoria
Ricardo Martínez García
La película El Asesinato del Presidente, del cineasta británico Gabriel Range (Death of a President, 06) es un ejercicio de política ficción -a manera de documental- en el que se plantea el asesinato del presidente George W. Bush y la manera en que las instancias judiciales, como el FBI, reaccionan ante el hecho.
La cinta deja en claro que hay ciertos sectores de la población norteamericana -a los que nadie pela, salvo el equivalente gringo policiaco de los granalocos de por acá, pero sólo para golpearlos- que sí muestran conciencia política y se manifiestan cada vez con mayor virulencia, con consignas como “yo odio a Bush” o “¿a cuántos niños mataste hoy, George?”, contra la política exterior de Bush (la invasión a Irak y los constantes bombardeos a Afganistán) y contra el tremendo acotamiento de los derechos civiles que representan las llamadas “actas patrióticas” expedidas a iniciativa de Bush.
Esas manifestaciones naturalmente no tienen ninguna trascendencia mediática ni política y menos socialmente. Una funcionaria cercana a Bush explica el sentir del presidente ante las protestas, contando lo que Bush le dijo de la manera más tranquila: “Respeto que manifiesten sus opiniones, sólo pediría que lo hicieran de manera pacífica”. Pero dichas manifestaciones, pacíficas casi todas, hasta ahora no han logrado cambiar el rumbo de las decisiones presidenciales.
En la película George W. Bush -a quien extrañamente algunos de sus funcionarios admiran y elogian por su “fe” y su “sentido del humor”- es víctima de un atentado que lo priva de la vida en Chicago a donde va el presidente presuntamente en octubre del 2007 (y en circunstancias muy parecidas a las del atentado que quitó la vida a Robert F. Kennedy en Los Angeles, luego de ganar las elecciones primarias del partido demócrata para ser candidato a la presidencia en 1968), donde se enfrenta a una enorme manifestación más en su contra.
La estructura de la cinta al principio resulta interesante, pero luego de los testimonios por parte del jefe de seguridad del presidente, de los agentes designados a la investigación y de algunos periodistas de la fuente presidencial y que dan como resultado la descripción de la muerte del presidente, el ritmo de la cinta decae profundamente, al punto de arrancar bostezos en algunos concurrentes.
La película se centra entonces en el trabajo de investigación y búsqueda de los responsables del asesinato, el cual es mostrado como tendencioso y realizado para justificar una hipótesis preconcebida, llena de prejuicios, con el manejo de las evidencias y no al revés: a partir de las evidencias formular la hipótesis.
El resultado de la “investigación” es la captura inmediata, juicio y condena a muerte de un ciudadano norteamericano de origen sirio -y musulmán para acabarla de amolar- llamado Jamal Abu Zikri. La pregunta es ¿así habrá sido como dieron con el palestino Sirhan Sirhan, encontrado culpable de asesinar a Robert F. Kennedy, o con Mario Aburto, el supuesto asesino de Colosio?
Las evidencias encontradas son datos para alimentar cualquier cantidad de teorías conspiratorias, sobre todo porque los de Kennedy (y ni hablar de su hermano John) y Colosio son casos reales, no ejercicios hipotéticos.
En el terreno político, la cinta simplemente plantea el nombramiento como nuevo presidente del hasta entonces vicepresidente Dick Cheney, como manda y ordena la constitución gringa, manteniendo las cosas como antes, pero ahora con un nuevo “responsable”.
Con esa salida tan oficial, la cinta pierde la oportunidad de explorar otras consecuencias. ¿Qué pasaría si realmente el actual presidente de los Estados Unidos George W. Bush fuera reemplazado, en circunstancias excepcionales, por un doble un poco más estrábico y menos pesado, si fuera posible, que el original? Nada, no pasaría nada, no nos daríamos cuenta (o tal vez no nos hemos dado cuenta de tal reemplazo), pero al menos eso daría pie a algunas divertidas conjeturas.
Lo que sí es cierto es que la cinta ganó el Premio Internacional de la Crítica en el Festival de Cine de Toronto del 2006 y que fue criticada por algunos medios políticos por haber utilizado la imagen del aún presidente George W. Bush; también algunas cadenas se negaron a exhibir la cinta por considerarla “ofensiva”. Al parecer la productora Newmarket Films había anunciado que lanzaría la cinta el 20 de enero del 2009, fecha en que el presidente número 44 inicia su periodo (Obama o McCain), pero tal vez se lo pensó mejor y se estrenó mucho antes de esa fecha. ¿Habrá sido víctima de un complot?
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