Ricardo Martínez García
Rozando lo sublime con lo ridículo, el largometraje de Jaume Balagueró y Paco Plaza [REC] (06), se encuentra íntimamente emparentado con cintas como Exterminio (Danny Boyle, 02) y sus secuelas, Cuarentena (John y Drew Dowdle, 08), la cual es el remake gringo de REC, y algunas otras del género, pero aportando su granito de arena en cuanto a finales originales, o al menos inesperados.
La cinta muestra un tono dramático aceptable en la parte inicial, cuando se plantea el trabajo reporteril de la inexperta Ángela (Manuela Velasco) en una estación de bomberos, para su programa de televisión llamado “Mientras Usted Duerme” (“¿y entonces quién ve el programa?”, le pregunta uno de los entrevistados), al hacer guardia ahí y a la espera de algún siniestro que cubrir. Pareciera como si nos dispusiéramos a ver un documental medianamente interesante sobre el trabajo de estos héroes.
Pero en un momento a altas horas de la noche, el tan ansiado evento llega, pues hay que atender una contingencia en un edificio habitacional: una señora asusta a sus vecinos con terribles gritos, por lo que se llama a los bomberos y a la policía. A partir de ahí se dan situaciones extrañas en las que tanto policías como bomberos, vecinos y periodistas se ven involucrados en un problema de sanidad pública, al grado de que tienen que ser aislados totalmente en el edificio.
Los que quedan atrapados en el edificio desesperan ante la poca información que les llega, y poco a poco se darán cuenta de que entre ellos ha cundido una especie de epidemia que cada vez los ataca más inmisericordemente.
La acción es continua, no da pausas, por lo que sin transición apenas, de la estación de bomberos ya estamos dentro del edificio y vemos cómo un policía es atacado por una señora anciana, luego vemos cómo es abatida a balazos y poco después cómo su cadáver ya no está en el lugar donde había caído, todo en medio de los histéricos gritos de Ángela, quien parece creer que mientras más grita más suspenso y realismo le pone a la situación, pero el resultado es exactamente el contrario.
Filmada con la técnica de cámara móvil al hombro, al estilo de la más reciente Cloverfield (Matt Reeves, 08) persiguiendo el objetivo de dar “testimonio visual” de todo lo que ocurre (Pase lo que pase, nunca dejes de grabar), esta película del también realizador de Frágil, Darkness y Los Sin Nombre, no hace alarde de efectos visuales y en cambio apuesta más al trabajo interpretativo y a un correcto trabajo de maquillaje e iluminación.
El espectador no puede menos que esbozar una sonrisa de condescendencia: se nota el gran esfuerzo de producción detrás de la cinta, a la que pretenden darle realismo, y a ratos lo logran innegablemente, pero algunas de las actuaciones son algo desafortunadas, como la de la reportera, haciendo preguntas y comentaros cada vez más absurdos. El contraste está en los personajes de los bomberos y los policías, casi siempre en su papel, hasta que ellos mismos caen víctimas de la epidemia.
Al final de la cinta, los directores y guionistas nos recetan una buena vuelta de tuerca: luego de que los encerrados se enteran de que dicha epidemia comenzó con un perro enfermo, el ambiente cambia.
En una de las habitaciones que tiene aspecto de laboratorio clandestino, con una camilla equipada con correas para brazos y piernas, Ángela se las arregla para accionar una grabadora a pesar de que no hay luz en el piso, y escuchan la narración de lo que parece una bitácora médica (algo que recuerda uno de los cuentos de Lovecraft y Derleth en La Habitación Cerrada, (en la edición española de Alianza Editorial) titulado “El Superviviente”, que relata los extraños sucesos relacionados con los experimentos de un tal doctor Charriere).
Es así como el espectador se entera –que no la aterrorizada Ángela, pues no para de gritar- de que alguien realizó experimentos con la niña poseída y le extrajo una enzima, la cual se le salió de control.
Lo mejor de la cinta son esos últimos cinco minutos, lo que la coloca junto a la excelente El Orfanato, de Juan Antonio Bayona, pues ambas pueden ser consideradas como la muestra de una buena tradición de cintas de terror a la española.