Violencia comprensible
Ricardo Martínez García
“No hay que olvidar que somos animales, y más cuando dañan a nuestros hijos”. Estas palabras las dijo el filósofo francés George Steiner a Juan Cruz en una reciente entrevista en la revista El País Semanal. Y es totalmente cierto, así lo muestran los hechos en la realidad y también la nueva cinta de Pierre Morel Búsqueda Implacable (Taken, 08).
Cualquier padre de familia que haya vivido el terrible trauma de ver a alguno de sus hijos secuestrados, e incluso el gran público mexicano (pues es un tema del que en estos momentos ciertos sectores de la población de nuestro país se encuentran hipersensibilizados luego de los muy mediáticos casos de los adolescentes Fernando Martí –ya fallecido- y Silvia Vargas) se sentirá completamente identificado de inmediato con el ex agente del servicio secreto norteamericano Bryan (Liam Neeson).
El problema es que no todos los padres de familia pueden hacerle frente a los secuestradores como lo hace el magníficamente entrenado Bryan, a quien le raptan a su hija Kim de diecisiete años, en París, a donde llega desde Los Angeles con la intención aparente de seguir a U2 en alguna gira europea.
Kim es una buena y consentidísima chica que vive con su madre (Framke Janssen) y su padrastro, quien a diferencia de Bryan es un hombre muy acaudalado. Kim desea ir a París con una amiga, para lo cual necesita el permiso de Bryan. Éste lo piensa, pone sus lógicas trabas pero finalmente cede ante la presión de su madre, quien le pide que la deje ir o si no “la perderá”.
Kim es secuestrada por una banda albanesa comerciante de mujeres, a quienes no les interesa el origen ni la condición social de sus víctimas. Aquellas que no son vírgenes son destinadas a la prostitución en masa. Pero a las que son vírgenes les deparan un destino mucho más exclusivo.
Una vez que Bryan se ha dado cuenta de la grave situación de su hija, de inmediato se traslada a Francia y comienza a investigar el paradero de su hija. Hábil, meticuloso, violento, pero sobre todo inteligente, mientras más descubre Bryan sobre las redes de operaciones criminales y su contubernio con las autoridades, más sangre deja en su camino.
A Bryan no le importa nada, más que encontrar a su hija y ponerla a salvo. El ex agente, así solo sea como personaje de ficción, se convierte de esa manera en la encarnación del deseo de venganza hacia aquellos que hacen sufrir a víctimas inocentes.
La escena donde tortura y electrocuta a un tal Marko difícilmente generaría alguna protesta en los sectores progresistas por los derechos humanos del secuestrador (el horno no está para bollos). El instinto paternal es superior a cualquier consideración humana hacia el delincuente y victimario. Ahora sí que como diría el tristemente célebre Arturo Montiel: los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas.
Para salvar a su hija, Bryan se enfrenta a subestructuras sociales en las que participan tanto criminales como autoridades y en las que todos sacan buenos beneficios. Y tal sistema trabaja en última instancia para acopiar apetitosas vírgenes que son pagadas a precio de oro por hombres indignantemente ricos, como el supuesto jeque al que le entregan finalmente ese precioso artículo que es Kim.
Los eventos ocurren en París, pero bien pueden ocurrir en cualquier otra parte del mundo, incluyendo por supuesto nuestro país. Y no, no es ficción, como dice un atolondrado aficionado al cine en un anuncio de la CNDH en la tele.
La cinta Crimen sin Perdón (Trade, 07) del cineasta alemán Marco Kreuzpaintner, cuenta con una trama bastante parecida: algunas jovencitas habitantes de zonas pobres, tienen el infortunio de caer en manos de bandas internacionales que los venden y esclavizan con fines sexuales pervertidos. Una de esas niñas es rescatada por su hermano (él mismo, de manera paradójica, un delincuente de pequeña monta, pero es que hay niveles: no es lo mismo atracar turistas que raptar niñas, o concertar con policías tarifas para traficar con seres humanos que ganar un sueldo como funcionario y no hacer nada), que hace lo imposible por seguirle la pista hasta los Estados Unidos, ayudado por un comprensivo y honesto policía (que los hay), que a su vez perdió a una hija en un secuestro. Ambos se enfrentan a esa subestructura social del mal en la que hay delincuentes simplemente hijos de la chingada, como dice Jairo Calixto Albarrán, y hay políticos hipócritas que hablan de “estridencias” cuando se les pide trabajar o irse.
Búsqueda Implacable está escrita por Luc Besson y Robert Mark Kamen, y dirigida por Pierre Morel, el mismo de Banlieu 13 (Adrenalina Total, 04). La actuación de Liam Neeson está más cerca de Batman Inicia que de La Lista de Schindler, pero siempre es un gusto ver trabajar a un actor de su talla.
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