El casamiento de Raquel
Ricardo Martínez García
El director neoyorquino Jonathan Demme ofrece en El Casamiento de Raquel una visión introspectiva de las relaciones humanas y familiares centradas en un personaje atribulado –Kym- interpretado de manera más que aceptable por Anne Hathaway, quien fuera nominada como mejor actriz en la pasada ceremonia del Oscar.
Demme es un director polifacético que maneja muy bien diferentes géneros, como cuando dirigió El Silencio de los Inocentes (91), que lanzó al estrellato de manera permanente tanto a Jodie Foster como a Anthony Hopkins, o cuando llevó a la pantalla grande el documental musical Stop Making Sense, concierto de los Talking Heads dado en 1984, o el drama social protagonizado por Tom Hanks, Philadelphia (93).
En El Casamiento de Raquel prevalece una visión intimista de algunos detalles domésticos relativos a los preparativos de una boda. La historia a veces se detiene demasiado en ciertos detalles, con gente conviviendo, riendo, cantando, bailando, celebrando. Tanto los preparativos como la celebración de la boda se transforman en verdaderas fiestas en las que si el espectador no logra sentirse como un invitado más que participa de ella, entonces se sentirá como el intruso al que no le interesa nada de lo que atestigua.
El contrapunto a esta alegría y felicidad lo da la personalidad de Kym (Hathaway), joven adicta en rehabilitación que sale del sanatorio exclusivamente para participar en la boda de su hermana Raquel. En el transcurso de los preparativos queda claro que Kym tiene una personalidad conflictiva, que su familia no está contenta con ella y que ella misma tiene serios asuntos que resolver consigo misma.
El estilo cinematográfico de la cinta la ubica muy cerca del movimiento llamado Dogma 95, movimiento impulsado por directores como Lars Von Trier y Thomas Vinterberg: escenarios naturales sin iluminación artificial, filmados con una cámara al hombro, lo cual le da un carácter nervioso a la narración, y una musicalización sin efectos especiales, son algunas de las características de dicho movimiento que se pueden apreciar en esta cinta.
En lo que sí se regodea Demme es en el carácter multicultural de la convivencia familiar y social –con escenas muy bohemias- y de la música que ambienta tanto los preparativos como la boda misma: del folk anglosajón pasa al reggae y luego a la batucada, pasando por Neil Young, en una especie de mosaico en donde se entiende muy bien gente de varias razas en paz y armonía, siendo como es una boda interracial.
Sin llegar al nivel de drama de Festen (98), o al de la cómica alegría de Casarse está en Griego (Joel Zwick, 02), El Casamiento de Raquel es una cinta muy humana, pero que sale fuera del modelo hollywoodense de acción y distracción, por lo que si usted espera una cinta de entretenimiento más que una que invita a la reflexión, entonces esta película no será buena elección.
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