Monday, March 09, 2009

Watchmen

El Fin Justifica los Medios (¿o los Miedos?)

Ricardo Martínez García

Entender el tremendamente retorcido argumento de la nueva cinta de Zack Snyder, Watchmen (09), que es más que una película de entretenimiento por sus implicaciones y por el público al que va dirigida, requiere que la miremos desde adentro de la historia misma, como cualquier espectador común, pero también hacerlo desde afuera, como un espectador crítico.

La estructura argumentativa en la que se desarrollan los llamativos personajes –que es la visión que se pretende crear en el espectador a partir de su identificación con ellos-, puede ser examinada a partir de la forma en que se va construyendo la historia particular de cada uno de estos súper héroes venidos a menos (y en esto hay cierta semejanza con los personajes de la cinta infantil Los Increíbles [04] de Brad Bird, en la cual son obligados al retiro, luego de operar “normalmente” en la sociedad, al no quedar claro si ayudan o destruyen más de lo que ayudan), todo dentro de un contexto que pretende apegarse a elementos históricos como la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, en la que el peligro de extinción completa está latente por ambos lados.

Cada personaje de Los Vigilantes es presentado, como en una especie de biografía comprimida, a partir de flashbacks y la narración del propio personaje, con sus trajes que rayan entre lo estrambótico y lo ridículamente ochenteno. La conmovedora historia y casi confesión de Rorschach (Jackie Earle Haley) es tal vez la más impactante y representa visualmente el motivo más probable por el que esta cinta tenga clasificación C, aunque claro, las formas insolentes que tiene El Comediante (Jeffrey Dean Morgan) para tratar con la gente, y especialmente con algunas mujeres, lo ubican como otro elemento para tal clasificación. A pesar de esta situación, es precisamente Rorschach el personaje que probablemente al final se ganará la empatía de los espectadores.

Las historias del Dr. Manhattan y de Ozymandias (Billy Cudrup y Matthew Goode) confluyen –por los caminos de la ciencia y el de la manipulación política- en la lucha por encontrar la forma de evitar el cataclismo nuclear que la rivalidad de las dos súper potencias pudiera detonar en la humanidad (y el grado de paranoia que esa posibilidad generó en algunos sectores de la población, gracias a las estrategias políticas de los líderes de las dos naciones), pero de un modo tan extravagante que pocos pudieron haber sospechado.

El poder de estos dos Watchmen es tan grande que, como buenos americanos, pueden hacer literalmente lo que se les da la gana: uno es como un dios, tocado accidentalmente por las enormes fuerzas internas de la naturaleza, y el otro es poseedor de “la más grande inteligencia” entre los hombres, además de disponer de una fortuna inmensa.

El lado humano de los Watchmen lo representan Silk Spectre II y Nite Owl (Malin Akerman y Patrick Wilson) quienes viven un tórrido romance (con escenas suficientemente explícitas para la C de los censores) luego de que la Silk rompe con Jon (Dr. Manhattan), el cual se deshumaniza cada vez más. Y son precisamente ellos los que intentan reconstruir al grupo de Vigilantes y volver a su misión de héroes de la ciudad.

La estructura argumentativa vista desde afuera nos permite observar algunas situaciones extrañas, tales como la descontextualización histórica en la que se ubican los hechos. Si bien en 1985 estaba vigente la Guerra Fría, no lo es que gobernara Richard Nixon, quien salió de la Casa Blanca en 1974 luego del escándalo del Watergate. Gobernaba en ese entonces el ex actor Ronald Reagan. Tal vez ubicar a Nixon como presidente en el 85 solo enfatiza el cinismo y la corrupción de los políticos encumbrados en las esferas del poder en los Estados Unidos. Pero no eran los únicos.

Tanto el Dr. Manhattan como El Comediante aparecen como soldados luchando en Vietnam, guerra que ellos increíblemente asumen que ganaron. Cada uno representa una postura paradigmática: El Comediante como el soldado cínico y violento, criminal de guerra que no parpadea para matar a una mujer vietnamita que le exige hacerse cargo del bebé que espera. Y el Dr. Manhattan como el súper hombre que asusta a los efectivos del Viet Cong con su sola espectral y gigantesca presencia, pero que con su indolencia e indiferencia no hace nada por evitar que su compañero cometa sus crímenes, limitándose a atestiguarlos.

El subconsciente del pueblo norteamericano pareciera proyectarse por derroteros fantásticos en estas historias de súper héroes, negándose a ver la realidad histórica tal como es. Es como si sublimaran su frustración histórica con la creación de personajes míticos (en este caso por la pluma de Alan Moore y Dave Gibbons) que representan sus deseos reprimidos o anhelados: un héroe que posee la visión del pasado y el futuro luego de alcanzar la habilidad de desatar fuerzas nucleares, otro que vive su vida heróico-trágica como una gran broma, y uno más cuya infancia llena de abusos no lo conducen a ser un asesino en serie sino a ser el más coherente de los súper héroes, y a acuñar una frase: “no se pueden perder los principios”; tal frase y su deseo de cumplirla hasta el final solo lo conducen a la aniquilación. Lo trágico es que dicha aniquilación tiene que venir de manos de quien debería ser su mejor amigo.

El mensaje final de la cinta pareciera ser entonces que la humanidad sólo sobrevivirá de la locura destructiva de aquellos que se sienten los amos del universo sólo si éstos mismos la engañan con artilugios y triquiñuelas que identifiquen al enemigo con entidades que no existen como tales (¿comunismo, terrorismo, narcos, choque de civilizaciones?).

Wartchmen es una película entretenida pero que no tiene como fin último entretener, como en el caso de Los Increíbles o Los Hombres X, (pues tiene un tufillo a propaganda política de la peor derecha, que supone al pueblo incapaz de tomar sus propias decisiones) sino ofrecer una visión adulta de la política social norteamericana en la cual el fin último justifica los medios, aún a costa de los verdaderos amigos. En todo caso, ¿quién vigilará a Los Vigilantes, quién les dio esa misión (hablando también de esos minuteman fronterizos cazadores de indocumentados)?

1 comment:

Anonymous said...

Tu crítica me parece implacable, tomaste cada elemento de la cinta y lo desmenuzaste, quitándole así el atractivo de un tema explotado desde hace no sé cuántos años: los súper héroes. Esos que cuando éramos niños encarnaban la imagen del bien y que ahora padecen una decadencia cada vez más grotesca. La verdad es que no he visto la película pero a través de tus palabras casi puedo imaginarla. Sobre todo porque la industria del cine norteamericano se ha dedicado a distorsionar la historia, utilizando la más primitiva de las defensas: la negación. Habrá que preguntarse por qué tanto esfuerzo en sobrecompensarse... Pero en fin, tu análisis me ahorra verla y no me queda más que dar gracias de que la cinta no sea "animada", se salvan los niños de este tipo de mensajes.