Desgana al doble
Tras cierto tiempo de inactividad por maternidad o por lo que fuera, Julia Roberts regresa a la pantalla grande con la insípida cinta Duplicidad, del director Tony Gilroy, alguna vez candidato al Oscar y guionista de las tres cintas de la serie Bourne, de Michael Clayton y El Abogado del Diablo, por mencionar algunas.
La Roberts, ganadora del Oscar por su trabajo en Erin Brockovich (00) se ve desencanchada, a pesar de estar bien apoyada por Clive Owen, y tal vez eso se deba más al argumento, escrito por el propio Gilroy, que a la probada capacidad actoral de estas dos estrellas. Extraña que el argumento quede a deber, considerando el trabajo que ha realizado Gilroy en ese terreno.
Dos altos ejecutivos de empresas productoras de cosméticos planean el robo de la fórmula de un producto que “cambiará el rumbo del mercado”, y para ello se entremezclan en un confuso trabajo de espionaje que más que tener atento al espectador lo sumen en profundos momentos de sopor.
La película muestra lo que no es ningún misterio: el trabajo honrado de las personas verdaderamente inventivas puede caer en manos de empresarios vivales que de pronto se adjudican el mérito y los beneficios de un descubrimiento.
En la necesidad de ser ingeniosa, meta de la que queda lejos debido a una excesiva pretensión de sofisticación, la cinta muestra también cómo al mejor cazador se le va la liebre (a menos que pensemos que habrá una segunda parte –poco probable- en la que se verá que Claire Stenwick (Roberts) y Ray Koval (Owen) finalmente se salieron con la suya).
Ni el romance ni el trabajo de intriga realizado por los dos espías contienen momentos que se pudieran destacar. Un juego de aparentes traiciones entre estos dos ex de la CIA y M16 da como resultado que ninguno puede confiar demasiado en el otro, en lo que tal vez representa el mejor momento de la cinta, por lo cómicamente absurdo de las situaciones planteadas. Pero como el juego psicológico es excesivo, el espectador de pronto tampoco sabe qué pensar sobre los resultados obtenidos. Lo que sí parece claro es que una relación que experimenta tantos giros no tiene buen augurio de llegar lejos, a menos que se asuman y compartan los fracasos.
Anticipándose a toda maniobra de espionaje por parte de sus empleados, el empresario Howerd Tully (Tom Wilkinson) se adelanta no solo a dichos saboteadores, sino a su principal enemigo, el soberbio Dick Garsil (Paul Giamatti), para revelarse como el verdadero cerebro detrás de las operaciones subversivo-comerciales en esos grandes conglomerados de cosméticos.
Tully y Garsil abren la cinta en una escena que los muestra en un aeropuerto, junto a su equipo de colaboradores, a un lado de sus respectivos aviones, enzarzándose en una absurda pelea como si fueran niños. Tal escena no se comprende si suponemos que Tully es el que se sale con la suya, o a menos que se conjeture que se pelean porque ambos fueron burlados por la pareja Stenwick-Koval, lo que la cinta al finalizar no muestra.
El resultado final de la película es muy poca acción, casi no hay generación de expectativas sobre lo que ocurrirá, el ritmo es semilento. Es un trhiller fallido. Ni la aparición de esas dos estrellas del cine hollywoodense logra levantar el carácter de esta cinta que es sólo apta para aquellos que realmente sean fans de la Roberts o para aquellas que gustan de ver atractivos galanes como Owen.
1 comment:
Gracias por resumir la cinta de manera tan concreta. La verdad es que cuando la vi, casi me duermo del aburrimiento por lo lento de la trama, así que no entendí mucho, hasta ahora que tú lo explicas. Es lo peor que he visto en los últimos meses.
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