Monday, October 05, 2009

Identidad Sustituta


Vidas Reemplazadas

Ricardo Martínez García

En un mundo en el que los seres humanos han decidido quedarse en casa y mandar a trabajar a su sustituto robot humanoide, que tiene mucho mejor aspecto físico que el que jamás tendría el humano original pues es algo así como su avatar, la vida y la sociedad dejan de ser lo que han sido para formar una sociedad en apariencia perfecta pero que está esencialmente aislada. Tal es la premisa de esta cinta de ficción, Identidad Sustituta, que es una adaptación de la novela gráfica de Robert Venditti y está dirigida por el director Jonathan Mostow, responsable también de Terminator 3.

La vida que viven estos robots sustitutos le ahorra a los verdaderos humanos –todos ellos enclaustrados en sus casas, con aspectos desaliñados- el dolor, el sufrimiento, las imperfecciones, las incapacidades, pero también los sentimientos, el placer, el goce, el disfrute de esa vida que les han vendido como si fuera el estado ideal del ser humano. Todo parece perfecto, hasta que se descubre un asesinato, el cual será investigado por el agente del FBI Harvey Greer (Bruce Willis, excelente), o mejor dicho por su sustituto.

La trama gira en torno a la deshumanización paulatina que ciertos avances tecnológicos producen en la sociedad. La compañía VSI (Virtual Self Industries) es la encargada del diseño, fabricación y venta de estos sustitutos o Surrogates que ahorran infinidad de trabajos y defectos a los humanos. Su creador, Canter (James Cromwell) reniega de su creación –los surrogates- luego de que alguien asesina al sustituto de su hijo, asesinando también al original a través de un arma especial.

Las semejanzas con cintas como Yo Robot son evidentes aunque en el filme de Mostow los sustitutos son robots comandados a distancia por sus dueños, de quienes son fabricados a su imagen y semejanza, cosa que en la cinta de Alex Proyas ni siquiera se plantea, pues los robots se saben robots, o al menos algunos cuentan con algo parecido a la conciencia.

La semejanza va más al estilo de la clásica de ciencia ficción Blade Runner (Scott, 82), cinta en la que los robots tienen formas y figuras muy humanizadas, perfectas e ideales (basta recordar a los personajes de Sean Young o Rutger Hauer), que cuentan con una identidad propia aunque artificial y algunos ni siquiera se saben robots. En Identidad Sustituta, los robots no tienen conciencia propia pues es la mente del dueño la que los dirige. Y ahí está el problema, pues al disponer de esos hermosos cuerpos súper fuertes y capacidades enormes, casi ningún ser humano quiere volver a andar por la vida con su propio cuerpo que envejece y se debilita con el tiempo. Esto lo entiende el agente Greer, que al ver destruido su sustituto no le queda de otra más que volver a usar su viejo y auténtico cuerpo. Y realiza un acto completamente arbitrario y totalitario.

El equipo realizador de esta cinta, Mostow, Michael Ferris y John Brancatto, que trabajó anteriormente en Terminator 3, ofrece así una reflexión crítica al enajenamiento tecnológico que pudiera alcanzar a vivir la humanidad si realmente las máquinas llegaran a hacer todo por ella.

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