Terror a la española 2
Ricardo Martínez García
En el año 2006 Jaume Balagueró y Paco Plaza realizaron una cinta que rozaba lo sublime y a la vez lo ridículo, con buenas caracterizaciones y un maquillaje correcto, tal era Rec, aunque la historia no fuera muy original. Ahora sin olvidarse del maquillaje correcto y buenos y sencillos efectos, ambos cineastas españoles sí se olvidan del aspecto sublime y se acercan peligrosamente al ridículo completo en Rec 2.
Si bien aquella primera cinta estaba más definida por su parentesco terrorífico-catastrófico con cintas como Exterminio (Boyle, 02) y otras, planteada en un ambiente claustrofóbico donde los protagonistas se las tenían que ver con un supuesto brote de algún tipo de feroz epidemia en un aislado edificio habitacional, y cuyo desenlace consistió en una atinada vuelta de tuerca al proponer que no era una epidemia sino la consecuencia de una enzima obtenida de la sangre de una niña, supuestamente poseída por algún demonio y que se había salido de control (?), otra cosa es arrancar en esta nueva cinta de esa misma premisa para desarrollar una trama con resultados inverosímiles y absurdos.
El resultado es una cinta gore voluntaria o involuntariamente cómica a ratos, con ligeras y probables referencias, se me ocurre, a Santo en la Venganza de la Momia de René Cardona (71) a El Exorcista de William Friedkin (73) y al Nosferatu de Werner Herzog (79). Más allá de esas probables referencias y los vaivenes de calidad que eso representaría, la cinta de Balagueró y Plaza –en la que abundan las muy españolas expresiones lingüísticas como hijo de puta, joder, mierda, etcétera- propone algo imposible y científicamente absurdo: encontrar la forma de sintetizar un espíritu maligno a partir de una sustancia material con el fin de fabricar un antídoto, como si el mal fuera algo tangible como la influenza o como un virus o algo parecido y que pudiera propagarse a través de una mordida. Es como pretender obtener la esencia del amor a partir de una muestra de sangre humana. El mal no es físico sino metafísico, lo mismo que el bien, el amor, el odio, etcétera. El bien y el mal son cuestiones de moralidad y espiritualidad, no de química o física.
Los personajes en la cinta están apenas esbozados, pero todo ocurre tan vertiginosamente que es difícil definirlos. Todos comparten la histeria, la desesperación, la angustia, una vez que se dan cuenta de que no tienen salida, de que se han metido en una trampa mortal y horrorosa. Esas sensaciones son amplificadas gracias a la técnica de filmación de cámara al hombro (igual que su antecesora), que refleja un punto de vista sumamente subjetivo.
En esta nueva cinta reaparece Ángela (Manuela Velasco) la periodista de aquel show de televisión llamado “Mientras usted duerme” en el mismo papel pero con un protagonismo algo más trascendente que aquel de la cinta anterior, ahora sin gritos histéricos ni locuras exageradas, pero que la aproximan al papel realizado por Linda Blair, que tan famosa la hiciera en la mencionada cinta de William Friedkin, aunque esta vez va un poco más allá.
Si usted vio la cinta anterior, tal vez tenga curiosidad de ver esta secuela que, a mi gusto, no es mejor que la primera.
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