Friday, November 27, 2009

Génova


Sencillez y elegancia

Ricardo Martínez García

El cineasta británico Michael Winterbottom entrega un trabajo preciosista con su cinta Génova, un drama que enfatiza la importancia del bienestar familiar, de los valores como el amor filial y fraternal, la amistad y el compañerismo, a través de un guión bastante sencillo y filmada en bellas locaciones de la extraordinaria ciudad italiana del título, con sus construcciones, iglesias y paisajes costeros, además musicalizada exquisitamente con piezas de Satie y de Chopin entre otros. El resultado es bastante agradable y sin pretensiones.

Un desafortunado accidente automovilístico deja a Joe (Colin Firth) viudo prematuramente. Sus hijas Mary y Kelly sobreviven al accidente pero con secuelas traumáticas que no logran identificar sino con el paso del tiempo.

Con el fin de olvidar o de recuperarse del terrible golpe emocional, Joe decide llevar a sus hijas a Génova, donde a través de su amiga Barbara (Katherine Keener) ingresa a una universidad a dar clases.

El peso dramático lo aporta en primera instancia Mary (Perla Haney-Jardine), quien por ser la más pequeña de la familia sufre de modo más directo la pérdida de su madre, además de culparse por su muerte.

La reconstrucción de esta familia, traumatizada por una pérdida de tal magnitud, es muy lenta y complicada, sobre todo cuando cada uno debe ocuparse de sus propios deberes. El hecho de que Kelly (Willa Holland) está en plena pubertad le hace ver su suerte a Joe, que tiene que lidiar con ciertos aspectos de su rebeldía.

El balance que logra Winterbottom entre la cotidianidad herida de la familia y los preciosos lugares en que filma su cinta, el sabor cosmopolita que se percibe en la convivencia general es algo que sobresale en esta cinta exhibida en la presente Muestra Internacional de Cine en la Cineteca. Se trata de una película de primer nivel pero a la vez sin pretensiones, no deje de verla.

Thursday, November 26, 2009

Luna Nueva


La invisible luna

Ricardo Martínez García

La saga de Crepúsculo, Luna Nueva, basada en las obras de Stephenie Meyer y adaptadas para el cine por Melissa Rosenberg, cinta que al parecer ha sido muy esperada por algunos adolescentes despistados, hace gala de un drama “romántico” en el peor de sus sentidos.

Si el verdadero romanticismo surgió como un movimiento artístico caracterizado por oponerse al racionalismo y a la ilustración e inclinándose preferentemente por los sentimientos, aquí encontramos el soso dilema color de rosa de una ya no tan adolescente chica que se debate inútilmente entre el amor que siente por el buen vampiro Edward Cullen y la atracción que comienza a sentir por Jacob Black, el semisalvaje hombre lobo que también la pretende.

La cinta se convierte así en los lentos desvaríos de Bella (la casi inexpresiva Kristen Stewart) que se encuentra en medio del ascéptico mundo de Edward (Robert Pattinson) y los Cullen –vampiros muy fashion que tripulan autos de lujo y viven en una súper moderna casa- y el primitivo mundo al que pertenece Jacob Black, conformado por unos rupestres y salvajes hombres lobo enemigos de los vampiros.

Lo que no se entiende es cómo un vampiro puede tener tan nobles sentimientos que hasta es capaz de sacrificarse sin sentido por el bien de quien dice que ama pero se separa de ella, mintiéndole sobre esos sentimientos. Aquí se contradice, además de los sentimientos de los amantes, el espíritu de los vampiros que se supone son despiadados y sin sentimientos por esos humanos, que son simplemente su alimento.

La breve pero significativa referencia a Shakespeare y su Romeo y Julieta (en alguna escena Bella al parecer estuvo leyendo esa obra) le queda demasiado grande al argumento de la cinta, pues no hay en ella ningún drama universal que involucre a dos familias enemistadas hasta la muerte del tamaño del que plantea el genial autor inglés. Porque entre vampiros y hombres lobo hay pactos o alianzas mínimas que garantizan su “convivencia”.

Si en Le Cirque du Freak he comentado que hay una visión de los vampiros edulcorada y light, en Luna Nueva esta tendencia se exacerba, con unos vampiros muy aburguesados, pertenecientes a una clase rica y al parecer muy bien educada, aunque algunos de ellos todavía reaccionen como el Conde Drácula al ver a Jonathan Harker afeitarse y sangrar de una pequeña herida en la barbilla, en la clásica obra de Bram Stoker.

Por cierto, de acuerdo con Stoker en el libro citado, los nombres vrolok y vikoslak (la primera en lengua eslovaca y la segunda en la lengua serbia) “significan igualmente algo así como hombre lobo o vampiro”. Detalles interesantes como los acuerdos o alianzas entre los vampiros representados por los Cullen y los hombres lobo a los que pertenece Jacob se pierden irremediablemente por la intención de la directora de privilegiar la visión romántica de la cinta centrándose en los debates internos de Bella.

La cinta se regodea en lo que siente Bella, en su depresión, en su lucha por olvidar a Edward, en sus esfuerzos por pertenecer a su mundo. Pero no hay drama, no hay tragedia, salvo que gracias a Bella las alianzas entre los vampiros y los hombres lobo están a punto de desaparecer.

La aportación de Dakota Fanning es irrelevante, juega el rol de una especie de mensajera con poderes para influir en la persona que lo desee de manera negativa. Pero su aparición está descontextualizada. Tal vez los lectores de las novelas de Meyer sí tengan claro su papel.

El rescate final de Edward por parte de Bella se resuelve de manera casi ridícula, aunque representa irónicamente lo más interesante y movido de la película.

Luna Nueva queda muy lejos en calidad argumentativa y en dramatismo de otras del género vampiresco. Casi ya no tiene nada que ver con cintas como Nosferatu, ni la de Herzog (79) ni la de Murnau (22), o con el Drácula de Browning (31) ni de Francis Ford Coppola (92), o incluso de la mexicana El Vampiro, de Fernando Méndez (58) y protagonizada por el entrañable Germán Robles.

Los intereses tanto de la escritora Meyer y los del director Chris Weitz van más por el aspecto comercial que por el respeto al género en el que ya casi ni se puede incluir a su película. El resultado es un desabrido drama semi romántico predecible y sin mayor chiste. El aspecto lúdico-terrorífico de las cintas que han caracterizado al género ha desaparecido totalmente, tan invisible como la luna en su fase conocida como luna nueva.

Tuesday, November 24, 2009

Un Hombre Serio


Fábula jasídica

Ricardo Martínez García

Como si fuera la continuación de una fábula jasídica en la que con gran probabilidad se encuentra algún tipo de sabiduría milenaria que se burla de la cotidiana seriedad de nuestras vidas, la nueva cinta de los hermanos Coen, Un Hombre Serio (09), nos muestra la situación matrimonial de un profesor de matemáticas judío, la manera de vivir en su comunidad y el papel que él mismo piensa que tiene.

Los Coen realizan esta cinta a partir de sus recuerdos infantiles, de cuando vivían en un barrio de clase media ubicada en el Medio Oeste de los Estados Unidos a fines de la década de los sesenta, en una familia judía que luchaba por no perder su identidad religiosa y contra el desapego que esa vida moderna ofrecía a chicos como ellos, con fenómenos culturales como el florecimiento de la música rock, la marihuana de los hippies, los radios de transistores y la carrera espacial por llegar a la luna.

El profesor de matemáticas Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) ve cómo se desmorona su matrimonio sin haber siquiera sospechado que tal cosa pudiera ocurrir. Casi sin oposición de su parte, va aceptando el evento traumático a partir de la manipulación de la que es hecho objeto por su esposa y su nuevo novio. Sus hijos están más interesados en sus propias cosas como para darse por enterados de la separación de sus padres.

En una comunidad judía regida por estrictas reglas y preceptos para casi todos los eventos posibles en la vida (con rituales para nacimientos, iniciaciones religiosas, bodas, funerales, separaciones, etcétera), reglas que le dan orden a lo que se percibe como caótico, es irónico que sea precisamente un profesor, que puede explicar matemáticamente la teoría de la incertidumbre de Heisenberg a unos desinteresados estudiantes, el que experimente repentinamente el desorden en el que se convierte su vida.

Pero el genio matemático no está solo en Larry, como profesor de matemáticas, sino también en su hermano Arthur, quien no tiene un trabajo formal y tiene que vivir en casa de Larry, motivo de molestia de la familia de éste, pero que goza de una mente privilegiada también para las matemáticas y desarrolla una teoría que examina las probabilidades en el universo. La aplicación de tal teoría le permite jugar a las cartas y ganar dinero, pero pronto los apostadores lo denuncian por “tramposo”. Tal vez ese es uno de los aspectos de la ciencia al que se refería la vieja fábula del fruto del árbol del bien y del mal en el Génesis.

Este aspecto de la cinta recuerda un poco aquella cinta π El orden del Caos (Darren Aronofsky, 98), en el que un matemático llamado Maximilian Cohen, inspirado en ciertas enseñanzas jasídicas, cree poder encontrar un modelo matemático con el cual poder explicar toda la realidad (algo que desde Pitágoras y seguramente desde antes se cree posible). Pero se encuentra con ciertas anomalías como resultado de sus cálculos realizados en una computadora llamada Euclides y con el interés tanto de un grupo sectario de estudiosos de la Torá como el de cierto grupo de financieros de Wall Street, que ya ven formas de sacar provecho a partir de dicho modelo matemático.

Volviendo a Un Hombre Serio, el nuevo desorden percibido en su vida familiar y académica lleva a Larry a buscar ayuda de los que se supone que sí saben, y en su caso son los rabinos de su comunidad. Consulta a dos de ellos, no sin ciertos problemas pues los rabinos son personas muy ocupadas en sus reflexiones, sin sacar gran cosa en claro. Uno de ellos le cuenta una fábula sobre mensajes inscritos en la parte interna de la dentadura de un señor pero dicha fábula no le dice nada, otro usa elementos demasiado mundanos para explicar ideas profundas que tampoco le dicen nada. Al final, sus problemas aparentemente se solucionan tan azarosamente como le surgieron.

Primera cinta de carácter eminentemente judío y autobiográfico que los Coen filman en su ya larga carrera, rodada en excelentes locaciones para dar el efecto de la época, esta cinta es también un reflejo de la contribución y casi dominio de productores, guionistas y directores de origen judío en la industria cinematográfica, así como en otras áreas del conocimiento humano, como el de la física, las matemáticas, las artes y un largo etcétera. Pero también nos muestra parte de sus mitos y ritos que forman parte de su riquísima cultura. Si usted gusta de los filmes complejos y de mensajes no demasiado explícitos, no deje de verla.

Saturday, November 21, 2009

Los Abrazos Rotos


El mundo trágico/feliz de Almodóvar

Ricardo Martínez García

En el universo de personajes almodovarianos destaca un punto en común que les confiere su gran humanidad: la extraordinaria cotidianidad de los hechos trágicos y/o felices que se eslabonan en la vida de cada uno de ellos.

Ciertos acontecimientos vitales de sus personajes se convierten en pistas a seguir en la maraña de situaciones que desembocan en el presente y que son explicados sólo en la medida en que se entienden tales acontecimientos del pasado.

Desde la estupenda Mujeres Al Borde de un Ataque de Nervios, Almodóvar nos ha acostumbrado a una temática de situaciones de relaciones humanas universales pero vistas con un alto grado de profundidad. Celos, infidelidades, traiciones, secretos y revelaciones sobre asuntos familiares, sexo, mucho sexo, son constantes en sus filmes que mantienen un alto nivel de calidad aunque sí hay algunas que pueden considerarse mejores que otras.

El impacto de Volver (06) por ejemplo, con su compleja frescura y profundidad de sentimientos encontrados, ha sido mayor que el de esta nueva cinta de Almodóvar protagonizada nuevamente por su musa de cabecera actual (como en alguna época lo fue la estupenda Carmen Maura), la bella y adelgazada Penélope Cruz.

No es que Los Abrazos Rotos sea mala película en absoluto, pero una vez que se han lanzado verdaderos hits como Hable con ella (02), Todo sobre mi madre (99), Tacones Lejanos (91), Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón (80) entre otras, resulta cada vez más difícil sorprender al espectador, por más que esta nueva cinta no desmerezca de las anteriores y que además reafirma las razones por las que seguiremos considerando al cineasta manchego como uno de los grandes en la actualidad.

Almodóvar aprovecha el guión de esta nueva cinta para homenajear el propio trabajo de los guionistas y del proceso de filmar que representa a su vez una subtrama dentro de la trama propia de la cinta. Es como la celebración del cine realizada por la misma película que se está rodando, tal como se hace en Cinema Paradiso, de Guiseppe Tornatore y otras por el estilo, que celebran el aspecto lúdico-doloroso de la creación cinematográfica.

Penélope (Lena) encabeza el reparto, seguida de Lluis Homar (Mateo/Harry Caine), y espléndidamente apoyadas por algunas otras actrices frecuentes de Almodóvar como Blanca Portillo (Judit), Lola Dueñas (la lectora de labios), Rossy de Palma y además la comediante conocida por la serie Aída, Carmen Machi. Se trata de una cinta muy disfrutable y entretenida, no deje de verla.

Cirque du Freak: El Aprendiz de Vampiro


Super freak edulcorado

Ricardo Martínez García

Si en la novela clásica de Bram Stoker la figura del Conde Drácula es totalmente preponderante, en los libros de Darren Shan los vampiros ya no son tan sobrenaturales como para formar parte de un Circo de Fenómenos o de Raros. Y no es que eso sea necesariamente menos (al parecer los monstruos también sufren deflación, en el afán de convertirlos en bienes literarios de consumo general), pero aún entre los monstruos hay clases.

Dentro de la mitología de vampiros que consolidara y popularizara Stoker en 1897 con su famoso libro, el cual tiene como antecedentes los relatos de Polidori y Le Fanu entre otros, resulta en la nueva literatura del género que hay clanes o bandas de vampiros que operan como siempre desde la clandestinidad pero que están enfrentados entre sí, distinguiéndose por una clara división tanto de métodos como de costumbres entre ellos.

Las cintas de Blade, protagonizadas por Wesley Snipes, la segunda de ellas dirigidas por el muy talentoso Guillermo del Toro, trataban por ejemplo de un hombre en medio de dos mundos –como en una tragedia de Sófocles-, un vampiro diurno llamado Blade, a su vez cazador de vampiros, que se alimentaba de sangre no humana, y que se encontraba opuesto a otro clan de vampiros que habían conformado una mafiosa cofradía para instaurar un sistema civilizado de alimentación sanguínea a partir de los humanos (análogamente como un sistema tributario o hacendario) pero en el cual había partidarios de realizar dicha alimentación a la antigüita, es decir chupando directamente el rojo líquido del cuello de sus suministradores, como quien se alimenta de leche de vaca.

En la cinta Cirque du Freak, El Aprendiz de Vampiro, basada en la obra del mencionado Darren Shane y con un título que naturalmente remite a la clásica cinta de Tod Browning, Freaks, filmada en el ya lejano año de 1932, aunque sin la vorágine de pasiones desbordadas que se muestran en esa primigenia y extraña cinta en blanco y negro, el director neoyorkino Paul Weitz, quien curiosamente es nieto de la actriz mexicana Lupita Tovar, nos muestra una versión edulcorada de la historia de dos adolescentes que, a partir de sus propias características personales, son enrolados por los respectivos diferentes bandos de chupasangres: los vampiros “civilizados”, liderados por Larten Crepsley (John C. Reilly), que se desempeña como maestro de ceremonias en el Cirque du Freaks, y los “vampaneses”, comandados por un obeso muy experto en magia negra. La lucha entre el bien y el mal, lo que quiera que signifique en tal contexto, alcanza incluso a las facciones entre los vampiros, cosa que no es tan novedosa en realidad, como lo han mostrado esas cintas de Blade o las de Inframundo entre otras.

La cinta de Weitz, quien dirigiera en el 99 la cinta American Pie, cuenta con un gran reparto: Ken Watanabe como Mr. Tall, Salma Hayek como la bella y barbuda Madame Truska, Willem Dafoe como Gavner Purl, y el citado John C. Reilly entre otros, todos en medio de una producción que no echa toda la carne al asador.

La historia es predecible, da la impresión de que no termina de arrancar, aunque cuenta con sus toques de humor y de romance, como el que se desarrolla entre Madame Truska y el vampiro Crepsley o entre Darren (Chris Massoglia) y la simpática Rebecca (Jessica Carlson). La versión que se exhibe en México, gracias al doblaje tal vez, tiene un cierto aire como de cinta de Disney dirigida a un público demasiado infantil.

No hay un alarde extraordinario de efectos especiales, y los que hay parecieran ser el resultado algo chabacano de trucos de circo más que evidentes, como el de la araña de Crepsley, la desmedida estatura de Mr. Tall (Watanabe), el crecimiento de las barbas de la Truska, los veloces desplazamientos de Crepsley, la generación de pequeños monstruos que recuerdan un poco a Gollum de El Señor de los Anillos, o los efectos y maquillaje propios de los demás freaks que aparecen en el Cirque.

El resultado general no augura que sea una cinta que produzca demasiadas emociones entre los adolescentes, como en el caso de la saga de Crepúsculo. Lo mejor de la cinta son las escenografías, oscuras y a ratos hasta siniestras, pero sin poder quitarse cierto aspecto superficial, como de plástico o de terror muy light. El acto de lealtad y generosidad que realiza Darren por su amigo Steve (Josh Hutcherson) se pierde por la propia dinámica de las relaciones entre vampiros y vampaneses.

Se trata de una cinta meramente para ver un rato a Salma, a Defoe, a C. Reilly y para pasar el rato y comer palomitas tranquilamente viendo esta comedia vampiresca un sábado por la tarde en compañía de la familia.

Thursday, November 12, 2009

Brüno


El gran desparpajo gay

Ricardo Martínez García

Ooops, como Britney Spears, Brüno lo vuelve a hacer. El estrambotiquísmo actor británico Sacha Baron Cohen vuelve a poner el dedo en la llaga de lo políticamente correcto con su nuevo personaje Brüno, un modisto austriaco gay que se esfuerza por abrirse camino en el mundo fashion internacional pero con desastrosos resultados.

Brüno es como una gran broma absurda, jocosa ciertamente a ratos, que se prolonga a lo largo de la cinta durante hora y media, que hace mofa de lo peor del mundo de la moda, del machismo, de las adopciones interraciales que tanto le gustan a los famosos, del deseo de triunfar a toda costa que el mundo moderno ha inoculado en estos seres humanos dispuestos a cualquier cosa (como permitir que sus pequeños hijos sean usados de cualquier modo, con tal de conseguir un trabajo en un comercial). Una broma así de larga resulta cansada.

Los personajes que forman el mundo de Brüno muestran una desparpajada sexualidad gay que rompe con los esquemas de las buenas conciencias, algo tan chocante para ciertas personas que resultan tan naturales sus reacciones como la de los visores del programa piloto que el modisto prepara con una supuesta entrevista con Harrison Ford, en su intento por alcanzar el éxito en Los Angeles, luego de que es puesto en la lista negra de los desfiles de modas.

El ácido humor de Sacha se centra sobre todo en la visión gay que su personaje tiene del mundo y de la vida. Es como el humor escatológico-sexoso-militar de Adam Sandler en No Te Metas Con Zohan, tan incisivo respecto a las incongruencias en la lucha entre palestinos e israelíes.

A propósito de lo anterior, uno de los momentos más angustiantes pero hilarantes de esta cinta es cuando Brüno sale vestido casi como judío ortodoxo ¡en Israel! y tiene que salir corriendo ante el acoso de algunos miembros de esa ala ultra conservadora del judaísmo.

Las escenas sexuales no son tan explícitas como en la clásica y divertida cinta gay Acóstándose con Perros (Wally White, 95) porque el tono de esta película dirigida por Larry Charles es casi como de un documental falso, que lo acerca naturalmente a Reli…qué?, del mismo director, en el momento en que se pretende que Brüno desea convertirse en un hombre heterosexual “porque eso” es lo que tienen en común los más grandes y exitosos actores de Hollywood, y para ello acude a un “convertidor” de gays religioso al que le coquetea de la manera más descarada, o como cuando el filme muestra cierto carácter exploratorio de la ideología social, al estilo que tanto le gusta a Michael Moore, y que Brüno hace patente al participar en un panel donde la mayoría del público es de raza negra y él hace alarde de su homosexualidad y de su descuidada adopción de un bebé, justamente afroamericano, llamando a los africanos afroamericanos “porque es lo políticamene correcto”. El público casi se lo come.

Si a ciertos espectadores les repugna ver a dos hombres besándose absténganse de ver esta cinta, o tal vez podrían preguntarse –como un mero ejercicio intelectual, se entiende- si detrás de su aspecto varonil no se oculta la necesidad de mantener en secreto una naturaleza menos masculina. Eso es al menos lo que Brüno no puede ocultar: que por más que luche por su heterosexualidad, su naturaleza al fin aflora.

Sacha Baron Cohen ha dado ingeniosas entrevistas para promover esta cinta, diciendo cosas como que el mayor aporte de Salma Hayek al mundo de la moda es lograr que todos los demás se vean bien vestidos a su lado. Es como para asarlo vivo, ¿no Salma?

Monday, November 09, 2009

Almas Pasajeras

¿Final inesperado?

Ricardo Martínez García

¿Hay alguna diferencia entre la vida de todos los días, común y corriente, y lo que viene después de nuestra muerte? No lo sabemos, ni tenemos forma de saberlo. Cualquier cosa que se suponga sobre eso es mera especulación. Y esa especulación ha dado para cualquier cantidad de argumentos cinematográficos.

Tal es el caso de Almas Pasajeras (Passengers, 08), del director y guionista norteamericano Rodrigo García. Claire Summers (Anne Hathaway) es una psicóloga a cargo de un grupo de pasajeros sobrevivientes de un accidente de avión. Algunos de ellos son renuentes a las sesiones e incluso se niegan a asistir. Tal es el caso de Eric (Patrick Wilson) que en lugar de sentirse mal acepta todo y pretende seguir con su vida normal.

Los otros pasajeros en terapia comienzan a recordar los eventos previos al accidente, por lo que Claire sospecha que la versión oficial –que presume un error del piloto, el cual murió en el accidente, convenientemente para la aerolínea- no es correcta y se lo hace saber a quien cree ser el representante de la aerolínea. A partir de ahí la cinta se convierte en algo que parece una historia de paranoia compartida entre los pasajeros sobrevivientes y su sicóloga, que al fin se enamora de Eric.

Todo parece indicar así que se trata de un conflicto de intereses por parte de la aerolínea y la necesidad de saber la verdad de lo ocurrido por parte de la psicóloga y su grupo con el fin de promover su aceptación. Por otro lado la pscióloga se siente culpable por “traspasar la línea ética” con uno de los pasajeros. El director García propone un final como quien prepara una gran broma, con una vuelta de tuerca que da un nuevo significado a toda la trama de la cinta.

Los parecidos con otras cintas son tan evidentes que el espectador no podrá dejar de hacer las correspondientes comparaciones. La actuación de la Hathaway es cada vez más sólida, convincente, contenida, además de su belleza y simpatía. Si la historia no tuviera esa vuelta de tuerca final haría preguntarse a más de uno ¿a dónde va esta historia? Su estreno en México habría sido óptimo el 2 de noviembre.