La invisible luna
Ricardo Martínez García
La saga de Crepúsculo, Luna Nueva, basada en las obras de Stephenie Meyer y adaptadas para el cine por Melissa Rosenberg, cinta que al parecer ha sido muy esperada por algunos adolescentes despistados, hace gala de un drama “romántico” en el peor de sus sentidos.
Si el verdadero romanticismo surgió como un movimiento artístico caracterizado por oponerse al racionalismo y a la ilustración e inclinándose preferentemente por los sentimientos, aquí encontramos el soso dilema color de rosa de una ya no tan adolescente chica que se debate inútilmente entre el amor que siente por el buen vampiro Edward Cullen y la atracción que comienza a sentir por Jacob Black, el semisalvaje hombre lobo que también la pretende.
La cinta se convierte así en los lentos desvaríos de Bella (la casi inexpresiva Kristen Stewart) que se encuentra en medio del ascéptico mundo de Edward (Robert Pattinson) y los Cullen –vampiros muy fashion que tripulan autos de lujo y viven en una súper moderna casa- y el primitivo mundo al que pertenece Jacob Black, conformado por unos rupestres y salvajes hombres lobo enemigos de los vampiros.
Lo que no se entiende es cómo un vampiro puede tener tan nobles sentimientos que hasta es capaz de sacrificarse sin sentido por el bien de quien dice que ama pero se separa de ella, mintiéndole sobre esos sentimientos. Aquí se contradice, además de los sentimientos de los amantes, el espíritu de los vampiros que se supone son despiadados y sin sentimientos por esos humanos, que son simplemente su alimento.
La breve pero significativa referencia a Shakespeare y su Romeo y Julieta (en alguna escena Bella al parecer estuvo leyendo esa obra) le queda demasiado grande al argumento de la cinta, pues no hay en ella ningún drama universal que involucre a dos familias enemistadas hasta la muerte del tamaño del que plantea el genial autor inglés. Porque entre vampiros y hombres lobo hay pactos o alianzas mínimas que garantizan su “convivencia”.
Si en Le Cirque du Freak he comentado que hay una visión de los vampiros edulcorada y light, en Luna Nueva esta tendencia se exacerba, con unos vampiros muy aburguesados, pertenecientes a una clase rica y al parecer muy bien educada, aunque algunos de ellos todavía reaccionen como el Conde Drácula al ver a Jonathan Harker afeitarse y sangrar de una pequeña herida en la barbilla, en la clásica obra de Bram Stoker.
Por cierto, de acuerdo con Stoker en el libro citado, los nombres vrolok y vikoslak (la primera en lengua eslovaca y la segunda en la lengua serbia) “significan igualmente algo así como hombre lobo o vampiro”. Detalles interesantes como los acuerdos o alianzas entre los vampiros representados por los Cullen y los hombres lobo a los que pertenece Jacob se pierden irremediablemente por la intención de la directora de privilegiar la visión romántica de la cinta centrándose en los debates internos de Bella.
La cinta se regodea en lo que siente Bella, en su depresión, en su lucha por olvidar a Edward, en sus esfuerzos por pertenecer a su mundo. Pero no hay drama, no hay tragedia, salvo que gracias a Bella las alianzas entre los vampiros y los hombres lobo están a punto de desaparecer.
La aportación de Dakota Fanning es irrelevante, juega el rol de una especie de mensajera con poderes para influir en la persona que lo desee de manera negativa. Pero su aparición está descontextualizada. Tal vez los lectores de las novelas de Meyer sí tengan claro su papel.
El rescate final de Edward por parte de Bella se resuelve de manera casi ridícula, aunque representa irónicamente lo más interesante y movido de la película.
Luna Nueva queda muy lejos en calidad argumentativa y en dramatismo de otras del género vampiresco. Casi ya no tiene nada que ver con cintas como Nosferatu, ni la de Herzog (79) ni la de Murnau (22), o con el Drácula de Browning (31) ni de Francis Ford Coppola (92), o incluso de la mexicana El Vampiro, de Fernando Méndez (58) y protagonizada por el entrañable Germán Robles.
Los intereses tanto de la escritora Meyer y los del director Chris Weitz van más por el aspecto comercial que por el respeto al género en el que ya casi ni se puede incluir a su película. El resultado es un desabrido drama semi romántico predecible y sin mayor chiste. El aspecto lúdico-terrorífico de las cintas que han caracterizado al género ha desaparecido totalmente, tan invisible como la luna en su fase conocida como luna nueva.
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