Wednesday, March 17, 2010

La Isla Siniestra


Aceptar la realidad

Ricardo Martínez García

¿Vale más vivir la vida como un hombre bueno o morir como un monstruo? Tal es la pregunta que se hace el Sheriff Edward Daniels (Leonardo Di Caprio) al final de la cinta La Isla Siniestra (Shutter Island, 10) del laureado cineasta Martin Scorsese.

Daniels decide investigar la desaparición de un paciente en un centro psiquiátrico llamado Shutter Island, ante la sospecha de un complot por parte del gobierno de usar personas para experimentos mentales, investigación cuyo resultado le hace preguntarse al espectador ¿qué es lo real? Y ante esa crucial pregunta solo queda atenerse a las evidencias, por duras que éstas sean y difíciles de aceptar.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo una serie de juicios por crímenes de guerra conocidos como los Juicios de Nuremberg. El primero de ellos fue un enjuiciamiento por crímenes por realizar experimentos médicos y psicológicos en seres humanos, los cuales eran elegidos en los campos de concentración de Auschwitz, Dachau y otros.

La cinta de Ingmar Bergman El Huevo de la Serpiente (77) ya exploraba de manera más explícita las consecuencias de la experimentación en seres humanos sin su consentimiento. En la cinta de Scorsese también se plantea, por parte de Daniels, la posibilidad de que el gobierno de su propio país haya realizado ese tipo de experimentos, lo cual parecería posible aunque suene a una locura.

De acuerdo con el doctor Cawley (Ben Kingsely) hay tres formas de tratar a los pacientes: por medio de una psicocirugía (como la lobotomía, que es un tratamiento radical), la psicofarmacología (tratamiento con drogas) y la que él prefiere, el tratamiento que consiste en escuchar al paciente, en tratarlo con amabilidad y de manera razonable e incluso en seguirle la corriente a los enfermos. Pero su método preferido al parecer no funciona con casos extremos. ¿Quién le sigue el juego a quien?

Conforme la cinta avanza, la trama se va convirtiendo en una constante vuelta de tuerca muy interesante y que mantiene al borde de la butaca al espectador. La fotografía y ciertas escenas oníricas son verdaderamente hermosas, en una especie de homenaje a Tarkovsky, sobre todo de su cinta El Espejo (74), con esas escenas en cámara lenta de incendios, donde aparecen personajes acuosos que se desintegran, que así como aparecen desaparecen, todo dentro de un ambiente antinatural pero no sobrenatural.

El trabajo actoral es de primera línea, como ya es costumbre en los actores dirigidos por Sorsese.

Se trata de un complejo y entretenido thriller psicológico que explota hábilmente la paranoia y las alucinaciones de un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial, producto de los horrores de guerra, los cuales se suman a su tragedia familiar que lo termina por traumatizar, en un ambiente de paranoia social generalizada luego de conocerse los crímenes de guerra aludidos y dados a conocer con los Juicos de Nuremberg. Un ejemplo más de que la ciencia sin conciencia moral destruye la humanidad.

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